El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, se marchó ayer a Sevilla para asistir al Congreso Nacional del PP dejando tras de sí un auténtico terremoto en el segundo escalón. El pleno del Consell aprobó una remodelación en los equipos de los consellers que ha dejado fuera de la Administración a cargos históricos, algunos de ellos, como Román Ceballos, que llevaba más de 16 años; o Auxiliadora Hernández, hermana de la consellera de Agricultura y que entró de la mano de Eduardo Zaplana. También han tenido que decir adiós otros que por distintos motivos estaban plenamente identificados con la etapa de Gobierno de Francisco Camps. Es el caso de Gotzone Mora que aterrizó en julio de 2007 como fichaje estrella. La exsocialista vasca, un ariete contra el Gobierno de Zapatero por su política antiterrorista, dice adiós a una etapa en la que se ha destacado más por su papel de contertulia, que por el de gestora. Fabra, que se ve libre del compromiso personal de Camps con la controvertida profesora de Sociología víctima de ETA, ha autorizado su cese como número dos de Bienestar Social.

La caída de Cristina Morató, hasta ayer responsable de la Agencia de Turismo es también simbólica, ya que estaba considerada como una de las personas del núcleo duro de Camps.Fuentes cercanas al presidente Fabra rechazaron ayer que los cambios tengan como objetivo romper con el pasado y apuntaron razones de eficiencia. Con todo, parece evidente que tacita a tacita, el jefe del Consell está desembarazándose de la mochila de cargos que heredó de su antecesor. La primera purga se hizo en Presidencia, si bien se circunscribió a las personas más identificadas con el expresidente. La salida de Paula Sánchez de León y su relevo por José Císcar a finales de año dejó claro que Fabra está empezando a formar sus propios equipos aunque haya mantenido al grueso del Consell.

Desde ayer ocho altos cargos situados por el expresidente ya no están. Por contra, ocho nuevos rostros engrosan el segundo escalón que, en la actualidad, da trabajo a un centenar de personas. El detalle de los movimientos demuestra también que Fabra ha querido dar margen de maniobra a sus consellers. La filosofía es muy distinta a la que aplicó su antecesor. Camps decidió junto con Paula Sánchez de León y la ya exabogada de la Generalitat, Isabel Villalonga, el grueso de los nombramientos en julio de 2011. Los conselleres apenas tuvieron voz en una estructura que diseñó Presidencia sin hacer consultas.

Fabra, sin embargo, en una estrategia que le permite ganar lealtades ha dado juego. Así, algunos como los nuevos consellers -el titular de Economía, Máximo Buch, y la de Educación, Maria José Catalá- han fichado a personas de su confianza. Buch se ha traído de la empresa de Inversión de Capitales de Riesgo Tándem Capital en la que trabajó a Fernando Díaz Requena, que se hará cargo del Instituto Valenciano de Estadística (IVE), al tiempo que ha prescindido de Mar Casanova como número dos de Economía. Catalá, por su parte, se lleva como secretario autonómico al que era su teniente de alcalde en Torrent, Santiago Martí. Catalá es la que más cambios -seis en total- ha podido hacer. Del sector cercano a Juan Cotino, salva a Mariano Vivancos, si bien lo saca del Servef, mientras que confía las políticas de empleo y ordenación educativa a dos neófitos: el abogado en el despacho de Garrigues, Gonzalo Alabau y al director de un instituto, Jorge Cabo.

Otro cargo municipal que asciende es Sebastián Fernández, hasta ayer edil de Benidorm. En este caso es un guiño de Fabra al sector turístico. El conseller de Sanidad, por su parte, ha dejado fuera a otro de los pesos pesados del segundo escalón; Eloy Jiménez. Rosado se quita a un enemigo interno, al tiempo que promociona a Recursos Humanos a un asesor de su Gabinete. También Jorge Cabré echa mano del personal de confianza para relevar a Mora. El titular de Hacienda ha tenido también manos libres para reordenar su departamento tras la salida voluntaria de José Miguel Escrig. En total, quince cambios: ocho ceses y siete reubicaciones.