Los célebres carnavales de Villar del Arzobispo inmolan todos los años a El Chinchoso, el personaje más siniestro y negativo del mundo por decisión del pueblo en estado de Carnaval, y que este año le correspondió a Francisco Camps, expresidente de la Generalitat Valenciana, asumir tal honor, por el desastre de su gestión en la Comunitat Valenciana y el historial gürteliano de los trajes, por eso, decía el programa oficial, El Chinchoso «viene más trajeado que nunca».

Apenas tres horas de celebrar los funerales por la Morca e incinerarla, con lo que acababan las fiestas de Don Carnal en esta tierra del buen vino valenciano, la efigie de Camps hecha escultura por los alumnos del Centro de Discapacitados Físicos y Disminuidos Psíquicos de Villar y su comarca fue pasto de las llamas purificadoras del mal en el mundo. Ardió a los sones de la Charanga del Villar Chimo, marchosa donde las haya, y tras haberle acompañado en popular procesión por las calles del Villar, a los sones del «Pobre de mí» sanferminero, portada la estatua-ninot por doce bellas jóvenes arlequines de la Comisión de los Carnavales, que a trechos zarandeaban y bailaban, aupaban y bajaban la estatua del exhonorable.

Las calles del Villar estaban de bote en bote, todo el mundo sacando fotos y comentando el camino a la hoguera y las exequias de El Chinchoso Camps, vestido con ajustadísimo traje, corbata azul celeste y portando una percha vacía en la mano derecha. «Hay que ver cómo se le parece», comentaba un arlequín de la comisión, «cómo de bien lo han conseguido los alumnos del Centro ocupacional».

Enjaulado

La representación escultórica de Camps iba de pie, enjaulado entre rejas de prisión, y precedido por un despliegue de cohetes y fuegos de artificio a todo color abriéndole paso, en la oscuridad de la calle cuyo alumbrado fue apagado para darle más emoción al acto. Costó que las llamas se hicieran con El Chinchoso, ardió bien por la parte inferior, pero se resistió a caer de cintura arriba, pero los del Villar no tenían prisa, sabían que el fuego cumpliría con precisión su misión.

No hubo gritos, ni consignas, ni quejas, ni lamentos. Sólo músicas de charangas, cuba libres y bailoteos por todo el cortejo de pésame y duelo. Fue una quema limpia, divertida, sin acritud, lúdica, en la que las llamas pusieron en su sitio a El Chinchoso Camps, después de una animada tarde de desfile de comparsas y antes de que concluyeran los festejos con la «quemà de la Morca». Una manera elegante de poner en el sitio que le corresponde a este nuevo Chinchoso elegido por aclamación popular.