Llegaron a España a centenares durante los años en los que nadie se planteaba el riesgo de las especies invasoras. Parecían inofensivas, decoraban los estanques y hacían felices a los niños. En la actualidad, los galápagos de Florida, nombre genérico por el que se conocen popularmente a distintas especies— en especial la Trachemys scripta—, se han extendido por todas las zonas húmedas valencianas, donde encuentran un hábitat ideal para vivir y reproducirse... a miles.

Los informes elaborados por la conselleria de Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana reflejan un crecimiento exponencial de las capturas, que en 2011 superaron los cinco mil ejemplares. Nacho Lacomba, técnico responsable del programa europeo LIFE Trachemys, asegura que pese a la «presión» ejercida por la conselleria, que ha incrementado los recursos para controlar las poblaciones de galápagos, el crecimiento de las colonias ha sido «espectacular» y solo en lugares donde se está actuando desde 2006 el aumento es más reducido. Solo en la última década se han retirado 12.000 ejemplares.

La expansión incontrolada de los galápagos de Florida no solo amenaza a los galápagos autóctonos como el Emys orbicularis (Galápago europeo) o el Mauremys leprosa (Galápago leproso), sino que supone una amenaza capaz de «darle la vuelta» a los marjales valencianos, propiciando la desaparición de determinadas especies y favoreciendo el desarrollo desequilibrado de otras. Además, dicen los expertos, el Trachemys es un vector de enfermedades como la salmonella.

Control a toda costa

En este contexto de guerra casi total contra el galápago exótico, la conselleria ha iniciado varias líneas de trabajo para favorecer las capturas. A su favor juega la irresistible tendencia de los galápagos a solearse. Su organismo lo necesita y eso les hace vulnerables.

Sin embargo, la vegetación en los marjales es intrincada y los pantanos no dejan de ser un medio hostil para el hombre. Los galápagos construyen sus nidos enterrados y a veces resulta difícil su localización.

Nacho Lacomba explica que una de las acciones del programa es entrenar tres perros para la tarea de detección de las hembras grávidas, en su camino a las zonas de puesta, y la localización de los nidos. «Es una técnica innovadora y que se puede aplicar en otros sitios donde tienen problemas», añade el técnico.

El programa quiere trasladar a la lucha contra los galápagos la experiencia de las personas que entrenan los perros empleados en la búsqueda de trufas. El fino olfato de estos perros, debidamente adiestrados, les permite descubrir el preciado manjar enterrado a muchos centímetros de profundidad.

El periodo de puesta de los galápagos exóticos va de mayo a julio y es en esa época en la que se emplearán los perros para localizar las hembras reproductoras y sus nidos. La ayuda de estos perros puede ser «inestimable», aseguran los responsables del programa, que no descartan tampoco recurrir a tecnologías como la del georradar empleadas en arqueología para «ver» el subsuelo. Su principal ventaja respecto a los perros se derivaría de la capacidad para encontrar pequeñas diferencias morfológicas en los nidos y discernir así cuales son del galápago invasor, para destruirlos, y los que corresponden al derrotado galápago autóctono.