En los noventa, Aznar popularizó contra los socialistas el latiguillo «paro, despilfarro y corrupción». Hoy es una radiografía de la Comunitat Valenciana, ¿no cree?

Eso no se puede afirmar sin matizar. Hay paro, pero la situación que lo propicia no es exclusiva de nuestra Comunidad y los otros dos fenómenos tampoco lo son, aunque eso no quiera decir que no sean lamentables, y que en los casos que exista responsabilidad haya que corregirlos con firmeza.

Pero lo cierto es que aquí es el PP el que lleva 17 años gobernando y que todos recordamos que usted llegó a la presidencia de la Generalitat prometiendo que iba a poner a la Comunitat Valenciana en el mapa. Y ahora periódicos como Le Figaro publican un mapa de ella como ejemplo de todo lo malo que ocurre en España.

No mezcle pasado con presente cuando han transcurrido tantos años. Lo que yo comprometí, lo hice. Y soy responsable de lo que ocurrió desde 1995 hasta julio de 2002. Asumo esa etapa con orgullo y respondo de cada una de las decisiones que se tomaron. Había un objetivo loable y se consiguió.

El caso es que nos contaron que éramos una comunidad rica y ahora resulta que estamos en quiebra e intervenidos.

Las cosas se han complicado en todas partes, no sólo aquí. El primero que habló de que estábamos en la antesala de una recesión fui yo, siendo portavoz parlamentario del PP, en septiembre de 2007, y no se puede imaginar lo que me dijeron por anticipar algo que luego ha sido cierto. Creo que ahí radica el fallo: no ver que el ciclo cambiaba, que las políticas tenían que ser distintas y que había que actuar de otra forma.

¿Y de quién fue ese error?

Fue un error colectivo. Las administraciones públicas en general no han estado a la altura de las circunstancias. Aunque es cierto que algunas, como Madrid o Navarra, con la misma crisis, están saneadas, y eso haciendo un esfuerzo inversor importantísimo.

Sí, esta comunidad está peor que otras. Tiene la deuda más alta respecto a su PIB. ¿Eso es herencia suya, de su sucesor Francisco Camps

Los ciudadanos británicos se reirían si a estas alturas alguien les hablara de Margaret Thatcher o Tony Blair como responsable de la crisis actual. Yo cedí mi responsabilidad aquí en 2002. Y dejé una comunidad líder en España, con una deuda respecto a su PIB que ya quisieran ahora. Los datos están publicados. Y después de mí, durante cuatro o cinco años estuvo creciendo bien. Luego, sobre mi gestión y la de mis gobiernos se podrán decir muchas cosas, pero no que no impulsamos la comunidad con éxito, con los mejores resultados de su historia.

¿Y no cree que los ciudadanos merecen una explicación de cómo hemos acabado gastando el dinero en aeropuertos sin aviones mientras los aeropuertos sin avionescolegios están sin calefacción

Ya le he dicho que yo respondo de lo que yo decidí y de las políticas e infraestructuras que impulsé y de cómo afronté la solución de los problemas, que no fueron pocos. Antes también habíamos tenido crisis y las superamos. Mire: en la Comunidad Valenciana cuando había una recesión siempre caíamos más que la media y con mis gobiernos conseguimos cambiar la tendencia y con crisis decrecer menos que el resto.

¿Y por qué ahora no ha sido así?

No lo sé. Yo no he estado al frente estos años.

Usted inició la política de grandes proyectos

En absoluto. Nosotros hicimos inversiones de todo tipo. Buscando el crecimiento, la diversificación, la cohesión y la igualdad de oportunidades. La inversión siempre fue superior al endeudamiento y se hicieron grandes obras de las que me siento muy orgulloso, pero no por eso dejamos de incrementar el gasto en Educación, en Sanidad, carreteras, recuperación del Patrimonio... Y al llegar redujimos otros gastos. Recuerde la polémica de entonces sobre cuántos altos cargos tenía Lerma y cuántos recortamos... ¿Se desarrollaron grandes proyectos? Sí. Pero pensados en términos de rentabilidad para el territorio, no para ellos en sí mismos. Esa rentabilidad se logró con creces.

Pues muchos han acabado suspendiendo pagos o en venta...

Repito que yo soy responsable de lo que ocurrió hasta julio de 2002. Terra Mítica o la Ciudad de la Luz tenían todo el sentido para potenciar Alicante, como la Ciudad de las Artes es ya un símbolo de Valencia, o la ciudad de la Cultura una referencia para Castellón. Todas ellas eran productivas buscando no sólo ser referente, sino dinamizar el entorno económico, y todo eso no impidió que el gasto social se incrementara como nunca en Educación, Sanidad y políticas sociales. Ni que se dejaran de acometer otras muchas inversiones igualmente necesarias.

Recuerde el Metro de Valencia, la rehabilitación de los cascos antiguos de las ciudades y un sinfín de inversiones. Terra Mítica no será un proyecto tan malo cuando a la subasta comparecen tres empresas.¿Sabe alguien lo que costó Port Aventura? ¿Qué tuvieron que hacer para sacarlo de la quiebra? ¿O lo que costó Isla Mágica? ¿O qué rentabilidad tiene el parque Warner?

Pues tal como usted lo cuenta, no sé cómo hemos acabado así.

No lo sé. Quizás porque no se percibió que venía un cambio de ciclo que exigía un cambio de políticas. Lo que sí sé es que durante mi mandato la tasa de paro se redujo en un 52% y la proporción del PIB dedicada a I+D creció en un 68%. Y teníamos menos recursos, menos financiación. Precisamente yo propicié un modelo de financiación que fue aprobado por todas las comunidades, incluso Cataluña. Pero crecimos al ritmo del 3,7%, por encima de la media nacional, incrementamos la renta per cápita y cuadriplicamos la inversión extranjera, que pasó de 74,8 millones de euros en 1995 a más de 261 en 2003.

¿Y no fue un crecimiento sin base sólida, debido al ‘boom’ inmobiliario?

En aquella época, no. Las plazas hoteleras, por ejemplo, pasaron de 82.197 a 98.670, y eso no tiene nada que ver con el sector inmobiliario, ni tampoco las empresas de I+D. Lo que ocurre es que éramos una comunidad dinámica, que atraía recursos. El problema del ladrillo aumenta exponencialmente en los últimos años. Basta con ver la evolución de los créditos al sector para comprobar que es en los últimos años cuando el ladrillo se dispara.

Ahora hemos perdido además los instrumentos financieros: Bancaja, la CAM, el CAMBanco de Valencia

Por la pésima actuación en los últimos años de los gestores, con una responsabilidad no menor de quien tenía que fiscalizarlos y muy especialmente del Banco de España, que se debería poner las mismas sanciones que ahora proponen para los directivos de la CAM. En la campaña electoral de 2008 fui el primero que habló de las dificultades de las cajas de ahorro y también me descalificaron: Pedro Solbes, Fernández Ordóñez... Todos me llamaron agorero y dijeron que no tenía ni idea. No sólo fue una torpeza, también hubo mucho de cinismo en esa actitud. Ni entonces ni después hicieron nada por evitar lo que ha ocurrido, teniendo datos como tenían.

Pero también la Generalitat tenía labores de vigilancia. ¿No tiene ninguna responsabilidad?

También. Sin duda. Por no haberlo percibido, a pesar de que desde fuera sí se veía. Teníamos información de que determinadas prácticas no podían acabar bien. Parecía que se pensara que las cosas se arreglarían solas y se intentaba ocultar lo que era evidente. Pero yo tenía que estar callado porque si hablaba en público decían que era por afán de notoriedad o por rencor. Quienes me quisieron oír saben que he venido denunciándolo, pero aquí muchos han preferido no pensar y aplaudir, que era lo fácil.

Fue usted quien cambió la ley de cajas que dio el control político de las entidades al Consell.

Niego la mayor: fue justo lo contrario. Conmigo salieron los cargos políticos de los consejos de las cajas. Antes sí los había, incluso compatibilizaban cargos en las administraciones con puestos en los consejos. Y eso lo impedí cambiando la ley. Lógicamente, tratándose de entidades como las cajas, las administraciones tenían que seguir eligiendo personas para sus consejos. Pero no cargos políticos: lo que hice fue darle acceso a los representantes de la sociedad civil.

¿Qué más da que tengan carné de partido o no, si se eligen por cuotas fijadas por los partidos?

Se dio un paso claro en la despolitización. No sé si se podía ir más lejos, pero hicimos lo que otros no hicieron.Que me conste, mi gobierno no influyó en la gestión de las cajas.

¿¡Que no influyó!? ¡Pero si quitaba y ponía presidentes y directores generales...!

Repito que las administraciones nombran los representantes en las cajas. Como comprenderá, el componente institucional de las cajas no se podía evitar, ni aquí ni en ningún sitio. Lo único que se podía hacer era poner límites y yo puse aquí los que no pusieron otras comunidades. Bajo mi gobierno fue imposible que hubiera presidentes de diputaciones, por ejemplo, concejales, etcétera, en los consejos, como había antes. Eso dejó de suceder. Pero le digo más: si en 2002 pide cualquier auditoría de las cajas, del Banco de España o de quien quiera, verá que cuando yo me voy están en plena pujanza y totalmente saneadas. Julio de Miguel o Vicente Sala podrán merecer la opinión que quieran, pero uno era profesional y otro empresario y esos fueron los presidentes, y así el resto de los consejeros.

El caso es que las cajas están hoy quebradas o las hemos perdido. Así que algo habrá ocurrido, ¿no?

Es que la gestión de las cajas en los últimos años ha sido francamente mala. Y yo lo denuncié. Pero ha habido unos años en que mi opinión en esta Comunidad no ha sido tenida en cuenta, no nos hemos preocupado de cosas tan serias como éstas, no creo que le descubra nada diciéndole esto.

¿Y cómo vamos a salir de esta crisis sin ellas?

Con muchas más dificultades, desde luego. Pero se puede hacer. No es la primera vez que la Comunidad Valenciana lo pasa mal. En 1995, cuando yo llegué a la Generalitat, la tasa de desempleo estaba por encima del 20%, el tejido empresarial atravesaba muchos problemas y teníamos una sociedad enfrentada y desmotivada. Al poco tiempo, habíamos remontado. De todo se sale, lo que hay que hacer es acertar y creo que se están tomando decisiones en el buen camino.

En una reciente entrevista publicada por este periódico, el magistrado del Tribunal Supremo José Ramón Soriano decía que, si a Francisco Camps lo hubiera juzgado un tribunal profesional, probablemente le hubiera declarado culpable. ¿Coincide usted con él?

No he hablado nunca de eso. Y le pido comprensión, porque no deseo hacerlo. Mi posición me debe llevar a no hacer manifestaciones sobre Camps por motivos obvios.

Pero tiene una opinión sobre la situación vivida con la trama Gürtel o el «caso de los trajes

Hace casi dos años dije en un acto que la situación por la que atravesaba la Comunidad me producía tristeza. Hoy no puedo más que insistir en que ha habido acontecimientos que refuerzan esa manifestación con creces. Y lo dije cuando no era fácil, ni nadie lo hacía.

¿Qué sintió el día en que vió a su sucesor al frente de la Generalitat sentado en un banquillo

Sólo le diré que sentí un gran alivio el día en que acabó el juicio. Simplemente, por eso: porque acabó.

¿Pero, al margen de la resolución del jurado

No quiero decir nada sobre eso.

Pues se diría que tiene usted la obligación de pronunciarse ante los ciudadanos, porque fue usted quien le nombró sucesor.

Sí. Fue una decisión personal, aunque entonces hubo quien publicó que me lo había impuesto Aznar. Pero no: la decisión fue sólo mía y, como todas, las asumo.

Supongo que ahora se arrepiente. ¿Ha sido su mayor error?

Las decisiones son decisiones. Uno las toma pensando que acierta, si no no las tomaría.

¿Cuándo se rompió la relación entre ustedes? ¿Es cierto que fue ya durante la campaña electoral de 2003? ¿Por qué ocurrió? El entorno de Camps siempre dijo que fue porque usted quería seguir controlando la Generalitat después de dejar la presidencia.

Jamás intenté controlar. Y si lo hubiera intentado, no me hubiera dado tiempo [se ríe, por primera y última vez en toda la entrevista]. No sé por qué se rompió la relación. Tengo mi teoría, pero las teorías no son certezas así que tengo que decir que no lo sé. Lo que sí me preocupó en aquel momento es que gente de gran valía, comprometida con el proyecto del PP y con la Comunidad Valenciana, fuera apartada de sus responsabilidades o incluso mal vista por haber contribuido al bienestar común. Es gente que enseguida encontró hueco en la vida civil, o sea que era muy válida. Eso es lo que me llenó de dolor. O que algunos tuvieran que renegar de su actuación anterior para seguir en política. Y ocurrió también que muchas de las personas que me pedían en privado que interviniera, lograron acomodo con Camps pero a cambio de manifestar lo contrario. Es la condición humana.

Entonces, se sintió traicionado.

Traicionado, no. Sorprendido o en casos muy puntuales decepcionado. Algunos entienden la política como una profesión, de la que tienen que vivir. No lo comparto, aunque pueda respetarlo.

Desde que llegó al poder, usted estuvo bajo la sospecha de la corrupción. A su sucesor se le presentó justo como lo contrario: el paradigma de la honestidad. Sin embargo, ha sido él y no usted el que ha tenido que dimitir por un caso de presunta corrupción. Es, cuanto menos, paradójico.

¿Dónde está la paradoja? El hecho mismo de que estemos aquí, manteniendo esta entrevista, después de tantos años, demuestra que no he tenido ninguna responsabilidad en casos de corrupción. Para analizar lo que usted dice hay que ponerse en el contexto de la época en que yo llegué. El PSPV de Lerma llevaba doce años gobernando y parecía que era imposible derrotarle. Felipe González había ganado las elecciones de 1993. Y llegamos nosotros, y ganamos en 1995 la Generalitat. Y en medio de esa situación existía también un enfrentamiento mediático muy fuerte en Valencia. Todo eso propició que yo llegara al Consell en un clima de tensión que por fortuna hoy ha desaparecido. Mire: cualquier cosa que generó entonces portadas, con el paso del tiempo ahora pienso que todos las veríamos ridículas. Le pongo un ejemplo: Julio Iglesias. ¿Alguien cree de verdad que con Julio Iglesias nosotros quisiéramos hacer algo raro que no fuera promover los intereses de nuestros empresarios? ¿Necesitaba Julio Iglesias algún contrato con la Generalitat? En mi actuación política, jamás ha habido un caso que me haya afectado: nunca he sido citado como testigo ni como imputado. Pero el debate de la época era muy tenso. Y si usted me pregunta si yo cometí algún error, en ese clima de tensión, le diré que sí. Pero ningún miembro de mis gobiernos, por su ejercicio como tal, tuvo problemas con la justicia.

El nuevo vicesecretario nacional del PP ha hablado de rehabilitar a Camps. ¿Le parece que eso es conveniente?

Yo no estoy en la dirección del PP.

No le pregunto eso, sino si a usted le parece que debe rehabilitarse a Camps

Lo único que puedo decirle es que yo no le deseo el mal a nadie. A estas alturas de la vida cada uno tiene que mirarse en el espejo y estar tranquilo con lo que ve.

Ya, ¿pero qué tiene que hacer en estos momentos el PP?

Lo que toca no es mirar atrás. La Comunidad Valenciana está en un momento muy difícil. Y lo que corresponde ahora es apoyar al presidente Fabra por el bien de esta comunidad, y también por el bien del PP. Hay que cerrar filas. No existe un proyecto alternativo a Fabra, ni fuera ni dentro del PP. Su acierto, pues, será el de todos. Así que hay que ponérselo fácil.

Eso dígaselo a Rita Barberá o a Alfonso Rus

No creo que no lo apoyen. Pero eso se lo digo a toda la sociedad. Y lo digo como lo siento, pero además razonándolo. El PSPV, por el bien de la Comunidad, debería encontrar el camino de una vez. Pero no lo está haciendo. Lo digo desde el respeto, pero el caso es que el PSPV hoy no tiene proyecto para la Comunidad Valenciana. Y la situación que vivimos no admite demoras, ni en la toma de decisiones ni en el liderazgo necesario para ello. Luego, por interés propio, no deberíamos tener ni la más mínima duda sobre lo que debemos hacer.

Después de 17 años en el gobierno, ahora hay una nueva etapa, con un presidente que acaba de acceder al cargo, y el PP debe definir un nuevo proyecto, acorde con las circunstancias, y liderarlo. Todo lo que no sea eso, sería una enorme irresponsabilidad.

Además del paro y la quiebra económica, como le dije al principio la Comunidad también está en el epicentro de la corrupción. Y muchos de sus protagonistas fueron nombrados por usted.

Yo soy responsable de mi gestión. Uno no puede impedir que la corrupción aparezca. Y si no, fíjese que hay casos en todas las comunidades, no sólo en ésta. Lo que se le debe exigir a un gobernante es la responsabilidad de detectarla y tomar decisiones. A mí no me tembló el pulso cuando creí que algún caso tenía envergadura, aunque no hubiera llegado a los tribunales. Ni para tomar decisiones, ni para que se dieran explicaciones. La transparencia es la mejor conducta posible.

Camps, Alperi, Lorente, Blasco, Ripoll, Castedo... Insisto en que a muchos los nombró usted, incluso a Blasco lo rehabilitó para la política, y algunos son amigos suyos.

Es verdad. Tengo algún buen amigo entre quienes usted ha citado. Y quiero decirle que no son iguales todos los casos de los que habla. Pero yo sólo soy responsable de mi actuación y de lo que cada uno hizo cuando yo era presidente.

¿Cuándo debe dimitir un político implicado en un caso de corrupción o cuándo debe obligarle su partido a hacerlo?

Es cierto que la cuestión no está bien resuelta y que además produce injusticias al juzgar a todos por el mismo rasero. Un amigo periodista me decía que las portadas te duelen cuando sabes que son verdad, y eso es cierto. El responsable político tiene que tener un sexto sentido, por otra parte no muy difícil de desarrollar, para saber si hay base en lo que se está denunciando o no. Y si hay base, hay que hacer que el implicado dimita. Por el bien de la sociedad, del partido e incluso por el bien del propio afectado. Pero tampoco olvidemos los casos que quedan en nada, que no son pocos.

¿Le hizo esta reflexión a su amigo Ripoll cuando estalló el Ripollcaso Brugal

Soy amigo de José Joaquín Ripoll y le aprecio. Mis conversaciones privadas con él quedan entre él y yo.

¿Y en ese sentido que dice, cree que Camps debió haberse ido antes de sentarse como jefe del Consell en el banquillo? ¿O que Rajoy debería haberle obligado a ello?

Mi relación con Francisco Camps no ha sido normal. Ha sido inexistente. Pero no deseo hablar de eso, porque no ayuda en nada a mi partido ni a la Comunidad Valenciana.

¿A su juicio, qué es lo que hay que hacer ahora para salir de una crisis que a la Comunidad Valenciana le está afectando más?

Recuperar el espíritu colectivo de superación. No mirar atrás, sino adelante. Hay que recuperar la ilusión, volver a considerarnos mejor que otros, más capaces. Si lo hacemos, las cosas irán saliendo. Esta comunidad ha demostrado que puede estar en la vanguardia y creo que lo volverá a estar en el futuro, aunque de momento lo vamos a pasar muy mal. Mire: si a usted o a mí nos diagnostican un cáncer (y le pido por favor que no utilice la metáfora para titular que la Comunidad tiene un cáncer, porque sólo intento explicarme, no decir eso), si nos diagnostican un cáncer lo primero de lo que nos preocuparíamos sería de recuperarnos. Lo pasaríamos mal, nosotros y nuestras familias, se nos caería el pelo, perderíamos masa muscular, sufriríamos. Pero luego lo normal, si tiene solución (y la Comunidad la tiene) y si lo hacemos bien, es que nos recuperemos y volvamos a ponernos en forma. Pues de eso se trata: de ayudar a la recuperación para salir de la situación. No tenemos ninguna limitación, no somos peores que nadie. Hemos demostrado antes capacidad de sacrificio y de trabajo suficiente para salir en poco tiempo.

No utilizaré el símil del cáncer, pero usted mismo no puede poner otro ejemplo que el de una comunidad enferma.

¡Claro! ¡Es que bien no estamos, eso es evidente! Y déjeme decirle otra cosa. A mí me han achacado muchas veces que me fuera de la Comunidad Valenciana, dijeron que era por ambición. Pero en 1995 uno de mis compromisos era que no estaría más que dos mandatos en el cargo y eso hice. Si yo fuera ese personaje por el que me preguntaba antes, no me hubiera ido. Pero yo creo que los políticos deberían estar en un cargo un tiempo limitado. La experiencia nos dice que los cargos hay que oxigenarlos permanentemente. Yo he cumplido con ello. Me he ido de cada cargo con gran desapego. Para mí, la política es otra cosa que una profesión y cuando acaba, acaba. Se está para hacer cosas, no por estar.

¿No piensa volver, entonces?

Absolutamente, no. Ahora estoy muy bien, con una responsabilidad profesional privada, recuperando una vida al margen del escaparate y sin ningún deseo de volver. Recuerdo con orgullo mi pasado. Tengo un gran cariño por la gente. Y siento preocupación por las cosas que han sucedido y suceden en la Comunidad, que sufro y que padezco, pero no siento ninguna nostalgia.

No sólo la clase política tiene problemas y debe oxigenarse. También las elites empresariales, culturales, de la Comunidad los tienen. ¿Cuál es el mal de fondo?

Yo creo que algún error han cometido. Creo que hemos perdido capacidad de debate, de análisis. Se ha producido en todos los órdenes un deterioro de la representatividad, y creo que eso no es bueno. Hacen falta organizaciones fuertes, independientes, con criterio. Un ejemplo: no vi un solo juicio crítico sobre la reforma del Estatut. Al contrario, fue una fiesta. Yo no vine a esa fiesta, de la que participaban todos, y nadie me preguntó mi opinión. Me criticaron por no venir, pero no me preguntaron por qué. Nadie reflexionó. Nadie profundizó. Muy pocos se lo leyeron. ¿A usted le parece bien que Castilla-La Mancha tenga competencias sobre el Tajo? ¿O que Aragón y Cataluña lo tengan sobre el Ebro? A mí no. Había aspectos positivos en ese nuevo Estatuto, no los negaré, pero el proceso que abríamos nos perjudicaba más que nos beneficiaba y, sobre todo, perjudicaba a España. He puesto un ejemplo, pero hay más. Las cajas: en vez de descalificar a quienes avisamos del peligro, habría que haber preguntado qué razones teníamos. Podríamos haber hablado más de todo. Pero aplaudir y no pensar era lo más cómodo para muchos.

¿Y esa falta de sentido crítico de las elites empresariales y sociales no la agudizó precisamente usted con el intervencionismo y el control radical que aplicó en todos los ámbitos durante su gobierno?

Eso no es verdad. Con mi gobierno hubo más debate que nunca. Usted mismo tenía un número considerable de lectores y era crítico y esos lectores le seguían...

Hombre, estamos en un Estado democrático. No podía usar la censura previa. Pero sí utilizó recursos públicos, ya que lo cita, para atacar a los periódicos que no controlaba, como los que forman parte de este grupo.

Rechazo esa percepción. Ustedes también tendrían que hacer examen de conciencia de esa época. No hablaba de la publicidad ahora…

...Eso es utilizar recursos públicos para sofocar la crítica...

Pues será mi apreciación, que es subjetiva, pero yo mantengo que soy el presidente que menos ha intentado controlar e influir en los medios. Sólo hay que escuchar lo que decían casi todos, los años posteriores a mi marcha.

¿Lo piensa de verdad?

Estaré equivocado, pero lo pienso. He sido el presidente más criticado, el más fiscalizado por los medios, el más vigilado. Y eso sí que es un hecho objetivo. Y he actuado siempre con transparencia, sin ampararme en otros ni esconderme cuando tomaba una decisión, ni para bien ni para mal. En el Gobierno siempre se cometen errores, pero no tengo la percepción de haberlo querido controlar todo ni de haber perseguido a nadie.

Pues yo sí, se lo aseguro.

Pero es una idea subjetiva suya, fruto de una coyuntura difícil, en la que a lo mejor faltó flexibilidad por todas las partes. La relación de la política con los medios nunca es neutra y siempre se vive con mucha intensidad y pasión. Ahora, yo he respetado siempre la crítica y la libertad. Pero eran otros tiempos y hoy una de las cosas que más me satisface es recuperar afectos y poder ir con la cabeza bien alta. A un político se le puede juzgar de muchas formas. Yo creo que la más objetiva es ver cómo estaban las cosas cuando llegó y cómo las dejó al irse. Yo goberné en medio de una gran tensión y con etapas de crisis y de bonanza; tuve de todo. Pero me siento muy orgulloso del balance.