Las afectadas por las prótesis PIP, fabricadas con silicona industrial, lamentaron ayer «sentirse solas» ante esta problemática, pues las administraciones de Justicia y Sanidad mantienen una actitud «pasiva» ante unas prácticas que, según afirman, sabían desde hace dos años. «Nos han metido veneno en el cuerpo y aquí nadie hace nada. Quién sabe si la vida de centenares de mujeres puede estar en riesgo», afirma Alexandra Narro, una joven alicantina que junto «a muchas mujeres más» de esta provincia tratan de poner voz a este colectivo.

Tanto Narro como Ana Amat, otra afectada, han denunciado la respuesta «chulesca» que muchas clínicas, «no todas», donde se realizaron este tipo de implantes les han dado cuando han pedido información sobre sus intervenciones. Amat ha mostrado las dos prótesis PIP que hace escasas fechas le retiraron, una de ellas rota y que le ha provocado siliconomas. «El día que tenga un bebé no le daré pecho por miedo», ha dicho Amat, quien se operó en 2008 para «mejorar su aspecto físico y recuperar autoestima».

Narro, madre de una niña, se opera mañana para que les sean extraídas las dos prótesis y, aunque la última ecografía que se hizo reflejó que ninguna estaba rota, tiene «el miedo en el cuerpo». «No deja de ser una intervención quirúrgica», afirma esta joven, quien se pregunta «por qué Sanidad no actúa ya», poniendo a disposición de estas mujeres «controles, servicios especializados de atención y revisiones constantes».

«Para saber si tenemos las prótesis rotas hay que hacerse una ecografía y el miedo es tal que estaríamos todos los días haciéndonos una para poder dormir tranquilas», expone. De hecho, no saben cómo ponerse en la cama para dormir por miedo a que el pecho sufra presiones, tienen temor a realizar ejercicio físico o a cargar peso, y en las relaciones de pareja ya han experimentado algunos problemas.