Usted ha sido ministro de Trabajo. ¿Qué le parece la reforma laboral?

Es buena. Va en la dirección correcta. Había que transmitir que se reaccionaba, que se tomaban decisiones y se ha hecho con una norma que es homologable a las de los principales países europeos. Pero sobre todo es que era necesaria en la situación actual.

¿No es una reforma desequilibrada, que deja inermes a los trabajadores?

Creo que no. Se podrían haber hecho cosas antes, progresivamente, pero los sindicatos han estado siempre cerrados a que se avanzara y ahora las circunstancias han obligado a que esa reforma se haga de manera rápida, con lo que su impacto se percibe más intensamente. Si la situación no fuera la que es, algunas medidas no se justificarían, pero con esta situación la reforma es adecuada y al final será beneficiosa.

Es una reforma que tiene un poso ideológico claro y que parece buscar, entre otras cosas, debilitar a los sindicatos.

No. Los sindicatos, igual que todos, tienen que hacer un ejercicio de debate interno sobre cómo ejercer de la forma más eficaz posible su función social. Esta reforma no se carga los sindicatos, ni muchísimo menos, pero los tiempos son tan duros que exigen muchos cambios y mucha reflexión.

Usted les entiende bien. Fue ministro tras una huelga general que le costó el cargo a su antecesor y la primera misión que le encargó Aznar fue precisamente recomponer el diálogo con ellos. Desde ese conocimiento, ¿cree usted que habrá huelga general?

Espero que no. Espero que no convoquen una huelga general, porque saben que todas estas medidas están dirigidas a salir de una situación que es dificilísima y que el objetivo final es loable y necesario. Yo comprendo que la reforma laboral no la compartan, que les disguste y que protesten, pero los sindicatos saben que no ha sido fruto de un capricho y por eso creo que no habrá huelga general.

¿Qué le parece el gobierno que ha formado Mariano Rajoy?

Lleva poco tiempo, pero lo principal es que se percibe claramente que hay gobierno. No hay Consejo de Ministros en el que no se tomen decisiones. Están preocupándose a diario de adoptar medidas para salir de la crisis. Percibir que un gobierno es serio y actúa no es algo menor para dejar atrás la situación en que nos encontramos. Conozco a todos y doy fe de su capacidad.

Ha compartido gobierno y oposición con Mariano Rajoy. ¿Es el líder que necesita este país en unas circunstancias tan graves como las que vivimos?

Lo que se ha dicho siempre es que Rajoy sería un buen gobernante. Y yo estoy de acuerdo con eso.

Hay una fuerte protesta en la calle, que empezó ya antes de los recortes con el llamado Movimiento del 15M. Hay muchos que lo han descalificado. ¿Usted también cree que sólo son, como han afirmado algunos despectivamente, un puñado de ‘perroflautas’?

En el espíritu de su origen sería un error descalificarlo o no prestarle atención. Ahora bien, bajo esa etiqueta han ido surgiendo una serie de movimientos que pretenden apropiarse de él y que a veces tienen más que ver con la agitación callejera que con ese deseo de regeneración y esa indignación que le dio origen y que nos debe merecer respeto.

Es un movimiento que, entre otras cosas, se queja de la clase política. Y la verdad es que en las encuestas los políticos figuran como el segundo problema para los españoles tras la economía. ¿Cómo se ha llegado a este descrédito?

Hay episodios conocidos de todos que han contribuido mucho y que, con la crisis, han formado un cóctel peligroso. Una de las cosas más necesarias ahora es precisamente recuperar el crédito de la clase política, cambiar la valoración negativa que se hace de ella, que es injusta por generalizada. Los partidos tienen que hacer un esfuerzo por sentirse apreciados y respetados por los ciudadanos. Deben generar ilusión. Deben cambiar hábitos.

¿No cree que los partidos deben dejar de ser cotos cerrados y controlados por una pequeña cúpula? ¿Cree que sería el momento de desbloquear las listas?

Las circunstancias obligan a tomar decisiones en esa dirección. En esa y en muchas otras. Abrir cauces de participación a la sociedad en la toma de decisiones es muy necesario.

Esta crisis ha puesto en cuestión también la organización del Estado. ¿Hay que revisar las autonomías?

Intentaré ser muy claro para que no se confunda lo que quiero decir. Lo que no puede ser es que los mismos protagonistas que estaban reclamando más competencias en los estatutos hace un año, ahora digan que hay que devolver competencias al Estado. La Constitución, con todos sus errores, y el título octavo y, por tanto, las comunidades autónomas, han sido fundamentales en la modernización de España. Es decir, que en los años 76, 77 y en la Constitución del 78 se encontró una solución muy inteligente para la organización del Estado y por eso soy un clarísimo defensor de las autonomías.

Dicho esto, lo peor que ha podido pasar es el desacierto de los últimos años de algunos gobiernos autonómicos, por querer ir más allá del lugar que les correspondía, que era importantísimo y suficiente para el autogobierno. Creo en el autogobierno de las Comunidades Autónomas, pero creo que éstas deben estar adecuadamente dimensionadas, porque sus errores han sido los que han puesto en entredicho el sistema. Imagino que ahora todo se reordenará.

Conoce bien a Cascos, porque ha trabajado muchos años con él. ¿Entiende sus actuaciones de los últimos tiempos, que dejara el PP para formar otro partido?

La vida de la gente está llena de matices, de singularidades y situaciones que hay que respetar. Estoy convencido de que irse del PP a quien más le dolió fue a Paco Cascos, porque es una de las personas que más contribuyó a crear un proyecto ganador que culminó con la llegada de Aznar a la Moncloa. Así que para él tuvo que ser tremendamente doloroso. Creo que había que haber evitado por todos los medios que Cascos abandonara el PP, pero no conozco los detalles concretos de lo que ocurrió. En todo caso, yo me considero amigo de Paco Cascos más allá de sus decisiones.

También ha mantenido una buena relación con Zapatero. ¿Qué juicio hace de él?

Un juicio político malo y un juicio personal bueno.

¿Y de Rubalcaba, del que es usted amigo pese a sus enfrentamientos cuando ambos eran portavoces?

El PSOE, que ahora dirige, debe darse cuenta de que la pérdida de 4,5 millones de votos no se debe sólo a un episodio coyuntural como la crisis. Los socialistas están en una encrucijada: si aciertan en el diagnóstico y las decisiones, pueden recuperar el papel de representantes inequívocos del centro-izquierda español. Pero creo que si no aciertan corren un serio riesgo como partido.

A la vista de todo lo que ya se sabe, ¿cree usted que Urdangarin aprovechó su pertenencia a la familia real para obtener beneficios?

¿Aprovechar? Urdangarin es el marido de la Infanta Cristina y de esa condición no puede despojarse. No caben esquizofrenias. Lo que se discute es si su actividad fue o no contraria a la ley y eso sólo lo dirán los Tribunales.

Un escándalo como este, ¿afectará a la Monarquía?

No tiene por qué.

Las declaraciones del Duque de Palma en el juzgado han implicado a Francisco Camps y a Rita Barberá en contratos irregulares de la Fundación Noos. ¿Deberían ambos explicar su relación con esa fundación?

Creo que explicarse con normalidad y transparencia es lo mejor siempre y la gente lo entiende.

¿Por qué dejó la política?

Porque la política es para hacer cosas. Si usted se fija, eso ha sido una constante en mi vida, desde que gané el congreso que me hizo presidente provincial del PP de Alicante e incluso antes cuando ya la abandoné al desaparecer UCD a pesar de que me hicieron alguna oferta para seguir. He sido alcalde de Benidorm, candidato a la Generalitat cuando nadie creía que podíamos ganar, presidente, ministro de Trabajo y portavoz del Gobierno y luego hice el esfuerzo de asumir un papel delicado como el de portavoz parlamentario, porque había que defender a mi partido tras una derrota que no estaba prevista. Pero después de eso, mi papel hubiera sido otro y, con todo el respeto a todo el mundo, después de más de quince años de estar en el escaparate luchando, lo que más ilusión me hacía no era tener un cargo en el Congreso de los Diputados.

Yo soy vitalista: me encanta sacar adelante iniciativas, proyectos. Y nunca le he tenido miedo a la actividad privada. Mi apego a la política como profesión es limitado, aunque mi pasión por la política es absoluta. Son dos cosas compatibles, porque para vivir la política no es necesario cargo.

«El 11M pensar era un lujo no siempre posible»

«Las horas siguientes a los atentados del 11M estuvieron cargadas de tragedia, de dolor. No es cierto, como algunos dijeron, que se planteara suspender las elecciones. Jamás se habló de eso. Pero en aquellas horas, pararse un minuto a pensar era un lujo que a veces no estaba a tu alcance. Yo desmentí comunicados falsos, noticias que no coincidían con la verdad y tenía la sensación de que muchas cosas se habían conjurado contra un gobierno que intentó hacerlo lo mejor que supo y pudo en esas horas tremendas. No sé si Arriola dijo aquella frase que le atribuyen de que si el atentado era obra de ETA ganábamos las elecciones, pero que si era islamista las perderíamos. Pero lo que sí le puedo asegurar es que en todo caso eso no influyó nada en nosotros. Lo que nosotros hicimos siempre fue trasladar la opinión que nos transmitían la Policía, la Guardia Civil o el CNI. Pasados los años, me queda alguna duda razonable, no de la autoría, pero sí de la inspiración. No parece que sólo los ejecutores del atentado fueran los que lo diseñaron y organizaron en todos sus extremos. No tengo ningún juicio de valor más. Si tuviera una opinión fundada sobre esto que comento la diría. Lo que señalo es que hay lagunas para las que todavía hoy no tenemos respuesta y multitud de actuaciones de difícil comprensión. Pero no tengo la más mínima obsesión sobre ello ni hago bandera de eso, sólo lo comento porque usted me ha pedido que rememore aquello. Yo fui el que la noche electoral, como ministro portavoz, felicité al PSOE y le deseé suerte, y jamás he puesto en cuestión el resultado de aquellas elecciones. Otra cosa es que cuando se abre una comisión de investigación o un proceso judicial haya cosas que me lleven a hacerle esa valoración que le he hecho antes: que hay lagunas evidentes».