­Fue el botánico Antonio José de Cavanilles quien el siglo XVIII describió el «roure valencià» o de «fulla petita», al que llamó Quercus valentina Cav, logrando que fuera registrado por prestigiosas instituciones científicas asociado para siempre a su nombre y al de Valencia. Fue en la Serra de Engarcerán, según una tradición existente en esta población castellonense, donde el científico valenciano más universal pudo captar las pequeñas diferencias morfológicas de su Quercus faginea respecto de otros robles gracias a un ejemplar que todavía se conserva, protegido por un pequeño murete.

Sin embargo, la historia del roble valenciano es la historia de una especie en declive. Excepto en las comarcas del interior de Castelló, donde todavía forma extensos bosquetes junto a los encinares y el omnipresente pinar, su número en más escaso cuanto más al sur, donde solo sobreviven algunos especímenes aislados.

El Consell ha puesto en marcha un proyecto para recuperar el «roure valencià» o «gal-ler» en las comarcas donde existen condiciones climáticas y edáficas suficientes, pero en las que determinadas circunstancias socio económicas e históricas han reducido su presencia a niveles prácticamente testimoniales.

«La destrucción de sus hábitats por ocupación agrícola, la extracción abusiva de leñas y carbón y especialmente al aprovechamiento secular e intensivo de sus fustes para mástiles de barco y otros múltiples usos, al ser la madera a de roble dura, resistente y casi imputrescible» son, según explican los técnicos de la conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente, algunas de las razones de este declive.

Los pequeños rodales supervivientes son ahora bioindicadores que señalan, en algunos casos, la existencia de espacios idóneos para la recuperación del quejigar.

La Conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente, a través del Centro de Investigación y Experimentación Forestal (CIEF) va a desarrollar un plan para restaurar los robles valencianos, un hábitat forestal prioritario de la UE y que se encuentra amenazado en parte del territorio de la Comunitat Valenciana.

Asegurar la supervivencia

El proyecto «Roureda» tiene como objetivo reforzar las poblaciones residuales de esta especie, y crear nuevas en aquellas zonas en las que se ha comprobado que puede existir una buena respuesta de supervivencia.

En las plantaciones previstas se utilizarán plantas de otras especies «clave» propias del quejigar, como las que tienen capacidad de rebrote después de incendios o las que favorecen la vida de las especies de fauna asociada y fomentan la biodiversidad de especies vegetales. «Se trata —dice un experto del CIEF— de generar verdaderos hábitats con capacidad para evolucionar con el tiempo y auto-regenerarse tras sufrir una perturbación».

Por ahora se han realizado ya plantaciones experimentales de quejigo en lugares como las umbrías del Benicadell (Vall d’Albaida), el Puig Campana (Marina Baixa) y los Parques Naturales de Chera-Sot de Chera y la Serra d’Espadà.

Por otra parte la Conselleria creará dos huertos semilleros de quejigo que facilitarán la obtención de cosechas abundantes y frecuentes de bellota. Una de las características del «roure valencià», además de la dispersión de los bosquetes en los que obtener bellotas, es que alterna años de producción de semillas con otros en los que dedica sus fuerzas a crecer. Las frecuentes sequías hacen también que en ocasiones se produzca el aborto de los frutos antes de su maduración.

«El resultado de estos tres factores es que solo cada 6 o 7 años se de un año bueno de semillas», explican en la conselleria.

El primero de estos huertos, que recogerá una representación de los robledales de las sierras valencianas de influencia manchega, se emplazará en el vivero forestal de la Hunde (Ayora) y, el segundo, que reunirá una representación de las poblaciones con mayor influencia ibérica, en las instalaciones del CIEF, en el Mas de les Fites (Quart de Poblet).

Estos dos huertos se unirán al instalado hace pocos años en el Mas de Galbis, en la Sierra de Mariola, que incluye pies procedentes de las poblaciones de las sierras béticas valencianas.