La Fundación Doctor Balmis Rotary Club de Alicante le entregó el viernes el premio a su trayectoria, ¿le halaga este galardón?

Los premios son siempre buenos. Además, este es un galardón prestigioso con el que se reconoce el trabajo y la dedicación y eso es importante, siempre halaga.

Durante estos años nos ha sorprendido con operaciones que parecían imposibles, como trasplantes de cara, de piernas o de brazos. ¿En qué reto está embarcado en estos momentos?

Los médicos nunca están embarcados en retos, eso es más propio de otras personas, como montañeros o paracaidistas, que hacen cosas innecesarias. La medicina tiene más que ver con solucionar problemas a la gente. Los retos son cosas de quinceañeros.

¿Me quiere decir que en estos momentos no le ronda en la cabeza ninguna de esas operaciones que le han valido el reconocimiento internacional?

Es que eso no funciona así. No te levantas una mañana y dices «voy a hacer esto» y buscas a un pobre desgraciado que se preste. Eso sólo sirve para capulladas del tipo «voy a cruzar el Atlántico en moto de agua». Mi trabajo consiste en que llega un paciente con un problema suficientemente complejo para plantearte combinaciones de tratamientos que no se hacían hasta ahora. Todo te lo plantean los pacientes.

¿A usted le están afectando los recortes?

Sí, en el sentido de que me suben los impuestos o la gasolina, pero no más allá de eso. Sigo trabajando, y muchísimo, en el hospital de Manises.

¿Qué opina del panorama que se está dibujando en la sanidad pública valenciana?

Pienso que se está encaminando hacia donde debería ir toda la sociedad, que es a intentar que el dinero se gestione con buenos criterios y evitar tener miles de vagos a quienes se les paga por hacer nada. Todo el mundo prefiere que hayan empresas públicas porque así se puede hacer más el vago, coger más bajas, no tener a nadie que te exija una productividad y que te paguen trabajes o no. La sanidad tiene que ir hacia optimizar recursos y pagar el cuidado sanitario. Pero sólo eso y no las vacaciones en el mar de mucha gente.

¿Quiere decir que en su profesión hay muchos vagos?

En todos sitios. Pero es que si a uno le dicen que va a ganar lo mismo trabaje o no la decisión normal es no trabajar. Pero culpar a la gente por eso no vale. Hay que culpar a quien lo permitió y a quien no ha controlado cuánto se ha gastado. En las empresas privadas el dinero es de alguien y se controla. En la pública, el dinero parece no ser de nadie y no se controla. Pero este problema se da desde hace décadas. Todos sabían que la sanidad era insostenible, pero no había urgencia para meterle mano. A quien se le ocurriera unir las palabras recorte y sanidad no ganaba unas elecciones.

¿Cómo se puede entonces salvar esto?

De lo que se trata es de que el sistema sea eficaz, pero por desgracia ese es un tributo de la privada. No se conocen empresas públicas eficaces. Las cosas las tiene que gestionar quien es más eficaz, aunque se trate del Vaticano. Si esto lo supiera hacer el sector público, pues maravilloso, pero si hay que depender de la gestión privada, pues que se haga.

¿Aunque se tengan que tomar medidas hasta ahora impensables como la del copago de determinados servicios?

Es que estábamos viviendo una situación que era irreal. Me hace gracia que la gente se eche las manos a la cabeza porque un paciente pague por la comida. ¿Es que cuando está sano no come? Si estás sano te pagas la comida, pero resulta que si estás enfermo te invitan... Eso no entra dentro del tratamiento. Por las mismas, si un paciente se corta el pelo en el hospital, ¿se lo tenemos que regalar? Ordenar todo esto es difícil y en principio las medidas suenan agresivas, pero si no hay pasta no la hay.

En cambio, sí que parece que hay dinero para los bancos.

Los bancos son una putada, un engendro y sólo quieren ganar pasta a costa de lo que sea. Son entidades siniestras, pero la putada es que hemos convenido todos en que son necesarias para la marcha económica. Si un banco se empobrece por mala gestión, por codicia, la putada es que tenemos que ir con nuestros impuestos a reflotarlo. Si mi consulta me va mal nadie me ayuda, pero con un banco no hay más remedio porque el barco se hunde. ¡Manda huevos! No es que haya o no dinero, es que no hay más cojones, aunque a todos nos repugne usar el dinero público para pagar el empacho y las orgías económicas de querer unos beneficios brutales. Pero los bancos han sido igual toda la vida, si tienen que elegir entre tus beneficios o tu cabeza eligen tu cabeza.

¿Qué le parece que se excluya de la sanidad a los inmigrantes irregulares?

A mis pacientes nunca les pido los papeles, no sé si son regulares o irregulares, me da igual; yo lo atiendo y ya veremos quién paga. Pero no me creo que en Europa a un inmigrante por no tener papeles se le vaya a dejar morir como a un perro en la calle. Es difícil, pero conviene no hacer dramatizaciones. En mi caso, tampoco pido certificados de buena conducta. Uno puede ser el mayor hijo de puta del mundo, pero si me viene con un problema y entra dentro de mi pericia lo intento solucionar. No trato de forma diferente a un Nobel de la Paz o a alguien que lleva una pulsera de alejamiento por maltratador.

¿Le gusta que le llamen «doctor milagro»?

Me imagino que lo hacen con buena intención y todo lo que se hace con buena intención es bueno.

¿Qué es lo que más le satisface de su profesión?

Que un paciente me diga que le he cambiado la vida, que valore el esfuerzo y la dedicación que se ha hecho con él.