Hace ahora 80 años, en la noche del 12 al 13 de mayo de 1932, ardía la Universitat de València. Las llamas devoraban toda el ala del actual edificio histórico de la Nau recayente a la calle de Salvá, que entonces albergaba la Facultad de Ciencias. El fuego «encendió» los ánimos de los estudiantes ante «la vergonzosa mala calidad y falta de material y de agua» con que contaban los Bomberos, según denunció el El Mercantil Valenciano (EMV). El suceso tuvo su origen en el cortocircuito de una luz que se quedó encendida en el Laboratorio de Química tras el fin de las clases.

Los bomberos recibieron el aviso a las 21.40 horas, y llegaron en tres minutos. Sin embargo, tardaron media hora en encontrar agua. Unas obras municipales habían secado la red de alcantarillado de baja presión de la que alimentaba a las autobombas. Además, según determinó una comisión de investigación municipal al día siguiente, hacía 9 años que no se inspeccionaban las bocas de agua de alta presión y «la mayoría de mangueras acusaban gran pérdida de agua en sus contactos». «Todas las mangas de riego estaban rotas y la que trabajaba en el patio central se desenchufó cuatro o cinco veces, perdiendo gran cantidad de agua», relató el diario.

Por si algo faltaba, la contrata de limpieza de calles se negó a enviar sus cubas en auxilio de los bomberos, que tuvieron que ir hasta las acequias de Mestalla y Moncada para cargar sus autobombas. A las 23 horas, cuando el fuego campaba a sus anchas, el claustro de profesores, con el rector Juan Bautista Peset a la cabeza, puso en marcha tres cadenas humanas de estudiantes, docentes y obreros para salvar los tesoros de la biblioteca general. El incendio no quedó sofocado hasta las 2.30 de la madrugada del viernes 13.

Cacerolada hasta las 2 de la noche

Esa misma mañana una manifestación de miles de estudiantes encabezada por el cartel «Pedimos la destitución (del alcalde) Alfaro» fue duramente reprimida por la Guardia de Asalto a caballo. Las duras cargas, sable en mano, desataron una ola de protestas, que se alargaron hasta la noche, con una masiva pitada y cacerolada de dos horas , «pita aérea» la llama EMV, desde las azoteas de diversos barrios de la ciudad pidiendo la marcha de Alfaro. Ruidosa protesta que se repitió la noche del sábado, esta vez hasta las dos de la madrugada.

Los universitarios pidieron el amparo del rector Peset, quien lideró al mediodía una marcha hasta Gobierno Civil, entonces en la Plaza de Tetuán, para protestar ante el gobernador «por la violenta intervención de la fuerza pública y pedir la libertad de los detenidos». El anuncio de Peset desde el balcón de Gobierno Civil de que el gobernador le había prometido soltar a sus compañeros, no calmó los ánimos de los estudiantes, que continuaron con las protestas ante el ayuntamiento. Esta primera jornada se cerró con 504 detenidos por lo que se tuvo que reabrir el penal de Sant Miquel dels Reis, pues no cabían en la Modelo.

Los disturbios se repitieron el sábado con nuevas cargas y carreras en un centro de la ciudad tomado por dos secciones de la Guardia de Asalto, una a caballo y otra de infantería, y por la Guardia Civil. Los estudiantes, que llegaron a pasear por la calle las barcas «una caja de muerto» con el nombre de Alfaro y asaltaron la carnicería del hermano del alcalde, se congregaron varias veces ante el domicilio del edil, en la calle Alfredo Calderón (actual Correos), siendo dispersados por cargas policiales, en una de las cuales se disparó un tiro al aire.

Dos días de revueltas estudiantiles al grito de «¡muera el alcalde!»

El alcade Vicente Alfaro pertenecía al Partido de Unión Republicana Autonomista (PURA) de Blasco Ibáñez. Elegido concejal en las municipales de abril de 1931 tras las que se proclamó la República, ocupaba la alcaldía de forma interina desde octubre. Los fallos en cadena en los servicios municipales que agravaron el incendio de la Universitat le costaron el cargo. En el punto de mira de las protestas estudiantiles, al día siguiente del incendio presentó su dimisión ante el Pleno, pero la mayoría republicana no la aceptó. Acosado por las críticas acabaría renunciando un mes después.

La torpe reacción municipal ante la primera manifestación estudiantil del viernes 13 €un grupo de funcionarios salió del consistorio pistola en mano con el fin de amedrentar a los estudiantes€ y la violenta carga de la Guardia de Asalto, hizo que entre los amotinados prendiera el «¡muera el alcalde!» como un atronador grito de guerra. Por si algo faltaba, cuando en las protestas de la tarde Alfaro accedió a parlamentar con dos líderes de la revuelta, un alguacil abofeteó a uno de ellos en la alcaldía