El protocolo puede ser la raquítica e insoportable ciencia de evitar conflictos ordenando etiquetas. Y el protocolo puede interpretarse, en manos de Pilar López Surroca (Arenys de Mar, 1946 - Valencia, 2012) como una lección de saber estar. La jefa de esta área en las Corts Valencianes se doctoró, antes que en periodismo en la Complutense, en el compromiso cívico con los valores de progreso y la libertad que siempre defendió, sin dogmas, en cada una de las responsabilidades que ejerció. En el periodismo, la diputación y las Corts, y en la vida.

Pilar, la indomable Pilar, es una de esas personas que no aparecen en los paisajes fotográficos en blanco y negro de la Transición valenciana pero contribuyeron con su coraje a conformar el alma de aquella época. En su caso, ejerciendo el periodismo sin medias tintas, en mayúsculas, en una Valencia en la que los rescoldos de la dictadura permanecían aún incandescentes.

Trabajadora incansable, con capacidad para hacer quince cosas a la vez, escribió en una revista de Renfe y dio clases de castellano para extranjeros, antes de ser delegada del Avui en este País Valencià con el que selló un compromiso vital de amor eterno. En ese diario practicó su generosidad al frente de un equipo que empezó con dos (ella y Emili Piera) y se multiplicó por dos, cuando fichó a Vicent [Aleixandre], a su Vicent, para que interpretara la vida a través de un balón de fútbol, y a Pep [Torrent]. «Ereu dos i ara en sou quatre? Ahi què passa, que crieu?», preguntó el director desde Barcelona como desafiando a Pilar en un terreno en el que era especialista: la ironía, la retranca y un sereno sentido del humor. Pilar dirigió luego la revista Dos y Dos. Fue otra de las aventuras periodísticas puesta en marcha por Vicent Ventura y J. J. Pérez Benlloch y el primer intento de levantar un proyecto periodístico de izquierdas y valencianista. Duró un año.

Con más medios, nació en 1977 Valencia Semanal, un proyecto que siempre estuvo en el punto de mira de la derecha más franquista. Los atentados contra aquella publicación nunca doblegaron a su directora, Pilar, ni a los redactores que se sentaron con ella en el banquillo por un par de series de reportajes, siendo la más perseguida, incluso por Fuerza Nueva, la titulada «El fascio valenciano. Quiénes son y qué hacen», firmada por el colectivo B. Pérez. El premio Llibertat d´Expressió que la Unió de Periodistes otorgó a Pilar López fue un reconocimiento a aquel ejemplo de prensa libre y democrática.

El semanario echó la persiana y Pilar se «exilió» en la revista Generalitat, editada por la diputación. En 1982, Antonio Gª Miralles la reclamó como jefa de protocolo para formar parte de un reducido y entusiasta grupo de colaboradores que levantó las Corts con más fe y entusiasmo que medios. Un 12 de agosto de 1982, las Corts se reunieron para la investidura de Joan Lerma. Como en tiempos de los Borja, un funcionario oyó en pasillos a Abril Martorell decir que pillaría en fuera de juego a la mesa de la Cámara cuando exigiera la elección «por insaculación», ya que no había saco disponible. Pilar se enteró, arrancó una cortina verde de terciopelo y con una grapadora cosió un saco que llenó con 82 bolas -una por diputado- que obtuvo de un bingo de juguete.

Eran tiempos agitados por un cóctel de lengua, banderas, huevos y tomates. Era la munición con la que Paquita la «Rebentaplenaris», al frente de una brigada de «tías marías» esperaba una mañana de junio de 1983 la visita de Jordi Pujol al Palau. El presidente catalán podó las quatribarradas del coche oficial y logró pasar inadvertido. Tras él llegó el presidente de Aragón, Santiago Marraco, con la quatribarrada al viento en el morro del coche. De repente arreció una lluvia de huevos. Marraco, desorientado, se plantó ante una funcionaria: «Señorita, ¿qué diablos es esto?». La «señorita» era Pilar López Surroca.

Hay gente insoportablemente vieja y personas eternamente jóvenes. Como la vitalista Pilar, una mujer libre, heterodoxa, comprometida ciudadana, honesta periodista y generosa y leal amiga. El cáncer se la llevó y ella se fue con la dignidad que la distinguió y la discreción de una jefa de protocolo.

Adéu, Pilar. Vindrà l´estiu, passarà l´hivern i la primavera del teu record serà eterna. Bon vent i barca nova!