Tras el levantamiento del sumario en el que se investiga la trama de las ONG, las declaraciones del que fue conseller de Solidaridad y Ciudadanía, Rafael Blasco, no se han hecho esperar. Como si hubiera podido leerse los miles de folios que componen la causa en unos minutos, afirmaba momentos después de conocerse la noticia que «la actuación de la Generalitat y la Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía ha sido ajustada a derecho», añadiendo a continuación que «en contra de lo que muchos pensaban, ni siquiera estoy imputado». Como ya expliqué en un artículo publicado en este periódico respecto a la imputación (o no) en su momento del señor Francisco Camps, el síndic del PP en las Corts, al igual que el expresidente hizo antes, pretende aprovechar el desconocimiento de los ciudadanos respecto del funcionamiento de los procesos judiciales. Y es que, pese a que no exista (aún) resolución que acuerde la imputación judicial del señor Blasco, lo cierto es que el mismo está, en estos momentos, igualmente imputado: las investigaciones llevadas a cabo por la policía, conversaciones telefónicas incluidas, revelan que el exconseller era una especie de «conseguidor» para Augusto César Tauroni, el principal encartado en la causa (y en prisión provisional) y con el que mantenía una relación más que estrecha. La citación judicial para declarar como imputado es sólo cuestión de tiempo.¿Qué podía esperarse de un mercenario de la política que ha cambiado tantas y tantas veces de bando ideológico? Para los que no lo sepan, Rafael Blasco militó en su juventud en la izquierda radical. Primero en el PCE y en el Movimiento Comunista, y después en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, más conocido como FRAP (organización que asesinó en 1975 a dos miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado). Posteriormente pasó al PSOE, con quien ocupó desde 1983 cargos en la Generalitat Valenciana, bajo la presidencia de Joan Lerma, emigrando al PP en 1999, ocupando desde entonces distintas conselleries en la Generalitat y altos cargos en la dirección del PP valenciano. Ya lo ven, el paso del marxismo extremo a la política conservadora y liberal en un par de décadas, lo más natural del mundo. No es de extrañar, por tanto, que desafiara cuan ataque preventivo al presidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra, al recordarle que estuvo imputado y no dimitió del cargo. Lo importante es mantener la poltrona. Sin embargo, no creo que esas desafortunadas palabras lanzadas sin la más mínima reflexión tuvieran el alcance pretendido, sino más bien el contrario. Blasco ha sido apartado del Gobierno valenciano y de la dirección regional del partido, manteniéndose tan sólo como portavoz en las Corts por la forma de actuar del presidente de la Generalitat, lenta y discreta, pero efectiva al final. ¿Qué hará Fabra cuando el exconseller sea imputado formalmente? Blanco y en botella.