Mientras las torres de humo ascendían de unas montañas marrones, negras, peladas y desoladas que ahora contrastan con el nombre de esta frondosa comarca -La Serranía-, el ánimo de sus vecinos caía ayer en picado hasta tocar suelo. A Ángeles Lázaro se le ha quemado parte de su bancal de almendros en Osset, pedanía de Andilla. Pero se la ve más preocupada por la desolación que acompañará a partir de ahora al paisaje de su tierra. "La pinada era nuestra vida. La gente venía a hacer rutas senderistas, a coger rebollones, a cazarÉ Y ahora se ha quedado todo pelado como el suelo. Da mucha pena", masculla.

Ella todavía es joven y confía en la reforestación. Pero duele más escuchar a Pepe Feltrer, de 76 años y de Alcublas. "Es para llorar. Esta mañana, cuando lo he visto, me he llenado de pena. ¡Con los pinos que había allí! El paisaje era maravilloso, pero ahora está todo quemado, hasta la rambla que llega al pueblo", lamenta. Otro jubilado de Osset que prefiere el anonimato es más rotundo: "Yo ya nunca veré lo que ha sido el pueblo: esos pinos, esas alturasÉ Nunca. Es para llorar", cuenta en el albergue instalado en el colegio de Villar del Arzobispo en el que ha sido realojado.

A su lado, un paisano de Andilla prefiere centrarse en las causas del desastre ecológico. Entre refranes y dichos populares ("sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena" y "aquí cada perro se lame su pijo"), expresa un sentimiento muy compartido por los afectados: la indignación por la respuesta de la Administración. "Aquí no se ha invertido en cortafuegos ni en limpieza del monte cuando se debía". Entre otras cosas, explica, porque "sólo se acuerdan de nosotros cuando vienen las elecciones". Y tampoco mucho, porque "aquí hay pocos votos". "Si votaran los pinos, verías si se hubieran preocupado de nosotros y el desastre no hubiera sido tan grande. Pero los pinos no votanÉ". Con toda crudeza lamenta que "los políticos no saben ni dónde está Andilla" ni que tiene las pedanías de Osset, Artaj y La Pobleta. "Sólo han venido hoy para colgarse medallas y hacerse la foto. Pero no les importa nada".

El descrédito de las Administraciones también reinaba en el Puesto de Mando Avanzado del incendio de Andilla, situado a las afueras de Villar del Arzobispo y que ayer sólo levantó la barrera imaginaria entre las 15.30 y las 17 horas para que los vecinos de Osset recogieran algo de ropa y los de Alcublas (que ayer cumplieron el cuarto día sin línea telefónica ni cobertura de telefonía móvil) pudieran regresar a sus casas o visitar a sus familiares. En ese punto (donde las cámaras de televisión montaban trípodes y lanzaderas mientras desfilaban por allí los ministros de Agricultura y Defensa, el president Fabra, la consellera Bonig, Rubalcaba, Ximo Puig, etcétera, etcétera), había que ser de piedra para no conmoverse con otra imagen más espontánea.

Una treintena de vecinos de Osset que esperaba la apertura de la barrera vestían -en su mayoría- camisetas negras de fiestas con el lema "I love Osset" (Yo amo Osset). Como portavoz improvisado de todos ellos, el joven Miguel Ángel critica la "tardanza" en la respuesta de los medios de extinción y denuncia que "han priorizado la protección de la Sierra Calderona y han dejado abandonado Osset y sus alrededores hasta que todo se ha quemado". "Lo único que teníamos era eso: la belleza del paisaje y la naturaleza. Ahora ya no lo tenemos. Y es hora de pedir responsabilidades", añade.

Respecto al futuro, han aprendido la lección: "No podemos depender ni del Gobierno, ni de la Generalitat ni del Ayuntamiento de Andilla, que no ha dado la cara hasta el momento. Así que vamos a levantar el pueblo nosotros mismos". Ya están convocando a los vecinos y a quienes tienen allí una vivienda de veraneo para que, en agosto, ayuden a limpiar y a empezar a reforestar el nuevo Osset.

Entre tanta impotencia, rabia y aflicción, en el albergue de Cruz Roja en Villar del Arzobispo (que ha pasado de 118 acogidos a los 43 que quedaban ayer, y que ha vivido escenas de "lloros" y "desesperación por la incógnita de saber si lo han perdido todo o no", cuentan las voluntarias de Cruz Roja) sigue gente como Alfonso Briega, de 39 años y pintor de brocha gorda en paro. Él y su familia fueron evacuados el viernes de La Pobleta. "Sólo pude recoger cuatro trapos y mis animales", dice. Los tres perros viven estos días en la furgoneta de Alfonso, mientras la tortuga y el pájaro pasan los días en el colegio-albergue. Mientras espera el permiso para volver a casa y poder ver el estado de la tierra que habita, se lamenta ya por adelantado. "Esto ha sido una tragedia. Antes, todo era naturaleza. Ahora, todo el monte estará quemado. No me lo quiero ni imaginar, porque me derrumbo".

Su convecino Williams Samca, un joven boliviano afincado en La Pobleta, aventura sin querer el negro futuro: "Estos pueblos pequeños, que ya estaban olvidados, han visto cómo el fuego ha dañado su medio de subsistencia: la agricultura y la recolección de miel". Los pinos no votan. Pero ahora no tienen ni eso. Sólo el humo de las montañas y el de las promesas con traje y corbata.