El Gobierno valenciano, del que Eduardo Zaplana fue «molt honorable president» hace unos años, cifra hoy en 3.500 millones sus necesidades de liquidez. ¿Qué responsabilidades tienen en esta situación políticos como Zaplana o Camps, sus dos últimos presidentes antes de Fabra?

Todas. A la política de derroche presupuestario característica de Eduardo Zaplana al frente de la Comunidad Valenciana, que trituró ingentes cantidades de dinero público en beneficio privado, se unió la relación de Zaplana, sin el menor recato, con los grandes magnates inmobiliarios de la Comunidad Valenciana, como Andrés Ballester, beneficiado por la política de recalificaciones de terrenos desarrollada por Zaplana en ese territorio. Cuando Zaplana llega a Madrid de ministro, sigue por el mismo carril: uno de sus más íntimos colegas es nada menos que Francisco Hernández, «El Pocero». En las nuevas operaciones coincide también con José Bono. Bipartidismo recaudador. Lo de Camps y sus «amiguitos del alma» lo tenemos más reciente y está claro.

Dice usted en su libro Zaplana. El brazo incorrupto del PP que Zaplana representa a un sector de políticos que carecen de grandes planteamientos ideológicos de fondo. ¿Abunda este tipo de político en España?

Por supuesto. A un lado y a otro, suponiendo que sean diferentes orillas. En todos los partidos. Volviendo a Zaplana, no tiene consistencia intelectual ni cultural. Acabó la carrera de Derecho después de mil años, tras empezar sus estudios en Valencia. Consiguió por fin el título —aunque no se ha dedicado a ejercer la abogacía— cuando se inauguró una nueva universidad en Alicante, donde su suegro Miguel Barceló tenía enorme influencia. Pero eso también se da mucho en el PSOE: sólo hay que ver la trayectoria y la formación de personajes del supuesto otro bando, como Leire Pajín o José Blanco.

Tanto Zaplana como Camps han sido grabados telefónicamente en conversaciones muy comprometidas. Usted reproduce en su libro la transcripción completa de la conversación entre Eduardo Zaplana y Salvador Palop extraída del sumario del caso Naseiro. ¿Por qué las instituciones públicas y muchos medios de comunicación han mirado durante todos estos años para otro lado a pesar de las obviedades sobre todo tipo de prácticas irregulares de los políticos?

Cuando iniciaba su carrera política, buscando salir del ámbito local de Benidorm, donde fue alcalde, Zaplana es «cazado», de rebote, por el juez Manglano, que investigaba un asunto de drogas. En una de las conversaciones telefónicas que le grabaron entonces, Eduardo Zaplana se retrata perfectamente. Dice: «Me tengo que hacer rico… Tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir…» Y en otra de las cintas, que recoge un diálogo entre él y otro miembro del PP, Salvador Palop, en el que están tratando sobre la recalificación de un solar, añade: «Y entonces le dices… bueno, yo una comisioncita. Le pides dos millones de pelas o tres. Lo que te dé, y me das a mí la mitad bajo mano». La conclusión es que los ciudadanos más lúcidos de este país, los que piensan que el mundo de la política profesional es muy miserable y está llena de individuos que sólo pretenden

enriquecerse con ella, tienen toda la razón del mundo.

A usted y a la editorial Foca, donde publicó el libro sobre Zaplana, les han denunciado y llevado a dos juicios por contar estos hechos: uno por difamación y otro por calumnias. ¿Cuál ha sido el veredicto de la justicia?

Volviendo al nivel intelectual y a la formación académica de Zaplana, en mi libro recordaba, de pasada y un poco en broma, que él hizo el bachillerato en un colegio de Benidorm llamado Lope de Vega. En opinión bastante generalizada entre la comunidad docente del País Valenciano, era un centro al que acudían los hijos de familias «bien» para que los jóvenes poco estudiosos se titularan a cambio del sustancioso pago de fin de mes, y popularmente era conocido como el «Lope de vagos». Instigados por Zaplana, los responsables del centro me pusieron una querella y, para el acto de conciliación previo al inicio del procedimiento, pedían 600.000 euros y la retirada del libro de la circulación. Como ese día yo no tenía dinero suelto, no pude acudir a conciliarme. El caso es que de ellos ya nunca más se supo. Zaplana, en persona, también interpuso una querella contra la editorial y contra mí, por injurias y calumnias, que perdió. Lo del periodismo de investigación está cada vez más complicado.

Zaplana trabaja actualmente, al igual que Iñaki Urdangarin, para Telefónica cobrando aproximadamente un millón de euros anuales. Fue Javier de Paz, uno de los hombres de máxima confianza de José Luis Rodríguez Zapatero, quien le colocó. ¿Hablan más en la intimidad y son más amigos de lo que aparentan los políticos que en el hemiciclo aparecen como oposición?

Mientras los votantes de unos y otros se mataban a voces en los bares, Zaplana y Rubalcaba, íntimos amigos y los dos madridistas, iban juntos los domingos al palco del estadio Santiago Bernabéu a tomarse unas copitas disfrutando del fútbol y la amistad institucional. Y, por supuesto, compartiendo los secretos de las cloacas del Estado. Durante el mandato de Zapatero como presidente del Gobierno, Zaplana encuentra un privilegiado cargo en Telefónica, una empresa muy rentable que era pública, cuya privatización la inició el PSOE y la remató el PP; amparado nada menos que por Javier de Paz, consejero de la entidad y ex secretario de las Juventudes Socialistas. Al principio, Zaplana entra con el supuesto cargo de responsable de relaciones con Europa y, después, para evitar líos y críticas, se le nombra simplemente «asesor». O sea, no hace absolutamente nada, más que tener despacho, numerosos privilegios y un millón de euros al año. ¡Viva la democracia! Después de irse de rositas de Terra Mïtica y los pagos por duplicado con dinero público a su amigo de asuntos inmobiliarios Julio Iglesias, entre otros trajines valencianos.