Si le preguntas al subteniente Francisco Jesús Sánchez por la misión en Afganistán de la que acaba de regresar, podrá hablar de logística o táctica militar, pero no se le olvidarán las paellas que cocinó en Kabul para toda la tropa. Él es madrileño de origen, pero hace muchos años que vive en Valencia.

Desde el cap i casal les enviaron una caja con blusones y pañuelos falleros a la capital afgana. Todos se pusieron encima del uniforme la indumentaria tradicional para vivir las Fallas a 6.000 kilómetros de distancia de la terreta entre cucharada y cucharada de paella. Parece una anécdota, igual que podría no pasar de entretenimiento el grupo de rock que formaron en Kabul algunos integrantes del contingente militar salido de Bétera. Entre ellos, el animoso brigada Ríos. La banda se llamaba Back Fill y su música alegraba a los soldados.

Otros militares rememoran las tortillas de patata que dieron a probar a los compañeros extranjeros, o las carreras populares que realizaron, en algún momento libre, los que podían escaparse del riguroso trabajo (los turnos de 12 horas eran lo normal y no se descansaba ningún día completo). Pero era algo más que diversión.

Explica el subteniente Sánchez: «Allí pasamos seis meses juntos las 24 horas del día. ¡Es más que un Gran Hermano! Ésa, en ese contexto en el que estás fuera de casa, es tu familia». Y la buena convivencia, subraya, es fundamental para olvidar espinas sentimentales como que su hija «ha crecido 15 centímetros en estos seis meses» y él sólo podía verlo en fotos. «¿Por qué compensa? A ti te gusta ser periodista, ¿no? Pues a mí me gusta ser militar, y eso es algo que no me puedo quitar. Y cuando me dicen "te vas de misión", me voy. Es mi faena», explica quien ya ha estado en otras dos misiones en Bosnia-Herzegovina y Sarajevo.

Ahora, más conectados

El coronel José Antonio Vega, encantado con el grupo humano con el que ha compartido la misión, añade que ahora es más llevadera la lejanía de la familia. «Los que ya somos veteranos recordamos los problemas para llamar por teléfono en las misiones internacionales de otros tiempos. Hoy en día, en cambio, la comunicación telefónica, por internet o por videoconferencia, es inmediata y gratuita para el contingente nacional. Eso te hace sentir más viva la conexión con la familia», detalla.

El comandante Javier Pérez Martín, de 39 años, también destaca el tiempo libre en el que han aprovechado para «celebrar las Fallas de una forma muy particular o para hacer deporte» y convivir con militares de otros cuarteles. Eso sí: la familia nunca se olvida, dice. Pero algunos, como el subteniente Francisco Jesús Sánchez, aseguran que incluso hablan más con los suyos cuando están fuera de España gracias el whatsapp, el skype o el correo electróncio. Todos sueñan con volver a casa el último día de la misión. Pero no antes. «Porque si vuelves antes —recuerda el subteniente Sánchez— quiere decir que ha pasado algo».

Un cordón umbilical con los familiares

Las imágenes publicadas en este reportaje forman parte de la página web Family Support Center, un interesante proyecto impulsado por el cuartel general de la OTAN en Bétera que servía para que los militares colgasen fotos desenfadadas de su misión y los familiares enviaran otras de su día a día. Era como un cordón umbilical entre ambas partes. El centro, además, servía para dar apoyo psicológico, legal, administrativo y técnico a las personas que lo requerían por la ausencia de su familiar, explica su responsable, el teniente coronel Carlos Torrealba. La mejor foto de Kabul tendrá un premio al final de la misión. p. c. valencia