Chupitos, copas, rondas de cerveza, litros de sangría, botellón. Si hay exceso, irán acompañados de vómitos, dolor de cabeza y alteración gástrica. Es la resaca común del alcohol. Pero hay otra resaca a más largo plazo cuyas consecuencias son más peligrosas, no acaban en 24 horas y condicionan la vida diaria del bebedor. Una tesis universitaria defendida este mes en el Departamento de Ciencias Biomédicas de la Universidad CEU-Cardenal Herrera de Valencia ha investigado el deterioro neuropsicológico asociado al consumo de alcohol y cocaína. Las conclusiones del estudio, tras analizar grupos de consumidores de alcohol con diagnóstico de abuso o dependencia etílica y compararlos con sujetos abstemios, apuntan de forma alarmante a la degeneración neuropsicológica de los bebedores en aspectos vitales.

La investigación, realizada por la ya doctora Isabel Senabre gracias a una beca de Formación Personal Docente e Investigador del CEU, demuestra que la gente que abusa del alcohol presenta un comportamiento mucho más tendente de lo habitual a la impulsividad y la búsqueda de sensaciones (sin meditar las consecuencias) y se aleja de la reflexión, la planificación y la organización. La otra gran pata de la tesis prueba que el rendimiento neuropsicológico del bebedor es menor que el del grupo de no alcohólicos. La capacidad de memoria, la velocidad de pensamiento, la destreza motora y las funciones ejecutivas del cerebro (un conjunto de habilidades cognitivas que funcionan como una especie de «director de orquesta» de la mente, como en la capacidad para tomar decisiones), todo ello se ve gravemente deteriorado por el consumo abusivo y continuado de alcohol.

Y ésta es una enfermedad social en aumento. Según los datos de asistencia sanitaria facilitados esta semana por la Conselleria de Sanidad, entre 2010 y 2011 se produjo un incremento del 3% en la demanda de nuevos tratamientos para abandonar el alcohol al pasarse de 4.414 peticiones a 4.552 solicitudes en las Unidades de Conductas Adictivas. La investigadora Isabel Senabre, especialista en el daño neuropsicológico vinculado al abuso de drogas y formada en el programa de Tratamiento Psicosocial en Abuso de Sustancias de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, advierte de «la elevada toxicidad del alcohol, aunque apenas sea percatada por la sociedad debido a lo extendida que está» la droga legal más común.

Para subrayar este peligro aporta un dato revelador. La tesis, titulada «Deterioro neuropsicológico asociado al consumo de alcohol y cocaína», pretendía demostrar empíricamente la hipótesis de que la gente que consume alcohol y cocaína de forma combinada arrastra los mayores déficits neuropsicológico en las pruebas. Sin embargo, y es uno de los resultados más sorprendentes de la investigación, no ha sido así.

«Los individuos con problemas por consumo de alcohol y cocaína €concluye la tesis€ no presentaron deterioros más acusados que los individuos con problemas por consumo de alcohol, exclusivamente, en las pruebas de velocidad de procesamiento mental, memoria y funciones ejecutivas». Incluso, los bebedores a secas obtuvieron peores resultados en la toma de decisiones que los adictos al alcohol y la cocaína. Obviamente, ello no significa mitigar la nocividad de la cocaína €una conclusión peligrosa y aberrante que ha de evitarse a toda costa€, sino de que la bebida tiene mucho peligro. «No hay suficiente percepción del riesgo del alcohol», avisa Isabel Senabre.

Emoción a cualquier precio

Los resultados de su investigación lo detallan: el consumo de alcohol está específicamente relacionado con déficits de atención visoespacial y verbal, y de un déficit psicomotor que podría ser incluso mayor al cognitivo. Son las consecuencias derivadas de los «efectos neurotóxicos del alcohol sobre las regiones fronto-parietales», especifica la investigadora.

Otros parámetros que acarrea la ingesta continua de alcohol €en unos parámetros especificados en el gráfico€ es la búsqueda de excitación, emociones y aventuras a cualquier precio, o la desinhibición. «También se frustran mucho más ante el aburrimiento y son menos tolerantes a no conseguir lo que quieren», detalla la autora de la tesis respecto a los consumidores. Su adicción les mueve a «un deseo incontrolable, una búsqueda persistente y un consumo compulsivo de la sustancia, incluso siendo consciente de las consecuencias negativas que conlleva», añade Senabre. Su tesis lo demuestra: el abuso de alcohol no sólo acarrea los vómitos y los pinchazos en la cabeza de la resaca inmediata. El alcohol pone en jaque el dominio de la propia vida.