El Colegio Oficial de Veterinarios de Valencia lamentó ayer la muerte del bou embolat de Petrés, fallecido en la madrugada del jueves tras ser forzado a salir pese a que horas antes se había caído al suelo por agotamiento, y advirtió de las «carencias que en materia de sanidad, bienestar animal y salud pública presenta la legislación autonómica vigente de bous al carrer». Según denunció el colegio oficial a Levante-EMV, la Comunitat Valenciana «es la única autonomía con tradición de festejos taurinos callejeros en la que no es obligatoria la supervisión de un veterinario». En Cataluña, Navarra, La Rioja, Madrid, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Andalucía y Aragón —los territorios con amplia tradición en festejos taurinos callejeros—, «es prescriptiva la contratación de un facultativo para asegurar una correcta atención y trato de los animales», advirtió ayer el Colegio Oficial de Veterinarios de Valencia.

En la Comunitat Valenciana, a pesar de ser la zona de España con más festejos de bous al carrer (7 de cada 10 días hay actos taurinos y más de la mitad de los 542 pueblos valencianos los alberga), la demanda de supervisión veterinaria «tan largamente reivindicada por el colegio oficial de veterinarios» ha sido hasta el momento «insatisfecha» por el Consell, critica el colectivo de profesionales. La falta de obligación en la normativa implica, en la práctica, que el animal esté desprovisto de atención médica y supervisión sanitaria en la inmensa mayoría de festejos taurinos populares.

En las otras comunidades autónomas, reivindica el colegio oficial, «el veterinario actúa de facto como un colaborador más de la organización festera, asesorando y dirigiendo su acción en cuestiones como las condiciones del cajón o del corral donde se encuentre el animal, su mejor traslado hacia el lugar efectivo del encierro o, en su caso, sobre la forma en la que ejecutar el sacrificio». En todas las zonas de España con tradición taurina excepto en la Comunitat Valenciana, pues, «los veterinarios son agentes clave para evitar al animal protagonista de estos espectáculos el mayor estrés posible».

«No es un caso aislado»

El órgano colegiado de los veterinarios no entró a valorar las circunstancias en las que se produjo la muerte del toro cerril Brusco, de cinco años y que el miércoles debutaba en la calle. Sin embargo, la institución sí quiso subrayar que éste «no es un caso aislado» y que, «de haber mediado la actuación de un profesional veterinario, éste hubiera realizado un seguimiento de la evolución sanitaria del animal antes y después del primer encierro». «De haber apreciado los síntomas de extenuación y agotamiento» descritos por los testigos y reconocidos por la comisión taurina de Petrés que organizó el acto, «el veterinario hubiera emitido un dictamen a la comisión organizadora desaconsejando una nueva participación [del toro] y, muy probablemente, se hubiera evitado mayor sufrimiento al animal», afirma el colegio de veterinarios.

Autocrítica de la peña taurina

Por su parte, la comisión taurina de Petrés confirmó ayer que no había veterinario en el acto. «La ley no te obliga a tenerlo», recalcaron. La peña calificó de «desagradable» lo sucedido y rechazaron que cometieran una imprudencia al volver a sacar por la noche —embolándolo— a un astado que por la tarde había tenido que ser devuelto con cuerdas a los corrales. «La comisión ha intentado hacer lo mejor de cara al toro. ¿Que nos hemos equivocado? Puede ser que sí en algunas de las decisiones tomadas. Pero no en la de sacarlo a embolar por la noche, porque en ese momento el animal demostró que ya estaba bien», señalan desde la comisión organizadora. Y añaden: «¿Que podrían haber habido otras posibilidades, como en vez de arrastralo al corral haberlo dejado encajonado con barreras? Pues sí. Pero, en ese momento, se pensó que el toro podía llegar al corral. Sí que llegó, pero muy cansado, porque el toro lo dio todo por no moverse. Eso lo desgastó y, de ese agotamiento, puede ser que…», explican desde la comisión taurina.

Según confirmó la misma peña taurina, el toro viajó directamente desde la finca donde fue comprado —Los Chopera, en el centro de España— y llegó a Petrés el mismo miércoles, día en que corrió por la tarde y por la noche. Tras el festejo vespertino, en el que mostró debilidad, se le dio «agua con azúcar» y se lo refrescó «echándole agua por encima».«Por la noche vimos que ya estaba bien, que estaba levantado y no respiraba mal, y por eso decidimos sacarlo», explica la comisión.

Después de haberlo sacado del corral y haberlo embolado hacia la una y media de la madrugada, el animal corrió durante unos veinte minutos y luego se cayó al suelo sin fuerzas para más. Tardaron una hora en arrastrarlo con cuerdas hasta el corral, donde el astado falleció alrededor de las cuatro de la madrugada.