En la Congregación de Madre de los Desamparados y San José de la Montaña fue ayer un día especial. Cuatro jóvenes de entre 30 y 34 años, tres de Guatemala y una de Colombia, se consagraron en los votos perpetuos con los que hacían pública su unión con Cristo para toda la vida. Los nombres de Dolores, Maira, Milady y Estela reflejan el profundo cambio que se ha producido en la sociedad española, donde escasean las vocaciones religiosas mientras conventos y seminarios se mantienen gracias a jóvenes hombres y mujeres que llegan del otro lado del Atlántico.

Las cuatro mujeres, que viajaron a Valencia con un único propósito de consagrar su vida a Cristo iniciaron la ceremonia como religiosas con voto anual, y salieron de la misa con la procesión de su voto perpetuo. En el acto no faltó la bendición del sacerdote, así como la felicitación de un centenar de personas que les acompañaba. Madres de la congregación, familiares, niños y jóvenes acogidos por la misma, fueron testigo de la entrega de tres símbolos claves de su compromiso. Uno era una sencilla alianza de oro, como anillo de desposorio, en el que rezaban grabadas las palabras "Exposa Christi", esposa de Cristo, y en la parte interior, el nombre de la afortunada y fecha de esa conmemoración. En sus cabezas una corona de flores blancas, y unas lámparas de luz, signo de fidelidad y vigilancia.

No ha sido fácil llegar hasta aquí para ellas. "Han sido siete años de novicia de mucho sacrificio, formación y testimonio", relataba la Milady Herrera, una colombiana de 34 años. Maira Judith García, guatelmateca de 30 años, indicó que hubo "momentos en que dudé, pero hay que fiarse de Jesús, que él siempre está ahí y seguí adelante con alegría".

"Me eduqué en un colegio religioso de esta congregación, y allí me enseñé muchos valores y cosas buenas", exaltó Maira Judith. En cambio, Estela Caal, guatelmalteca de 30 años, contó que inició su primera formación "en Méjico, el postulado y el noviciado en Valencia, y los últimos seis años de preparación los he pasado en mi país". Otra historia es la de Dolores Ché, de guatemala y con 30 años, ha pasado los últimos seis años en un centro de Argentina al "cuidado de ancianos que no recibían suficiente cariño de sus familias, y nosotras se lo dábamos".

"Años duros"

Las cuatro jóvenes relataron que han sido unos años muy duros y sacrificados. "He tenido que renunciar a estar al lado de mi familia, formar un hogar humanamente y a tener una profesión como cualquier persona que la anhela. Pero son renuncias livianas porque son más valiosas las que poseo ahora", enfatizó Milady Herrera. Dolores Ché resaltó también la pena de haber dejado la familia, pero señaló que estaba tranquila porque "está en las manos del Señor, y se confía en él y te va dando fuerzas para seguir adelante". Maira García lo describió cómo "dejar todo", pero argumentó que se encuentran "otra familia, otros amigos y personas con las que compartir. Mi familia es donde estoy, las madres y esa gente de Albal que me ha acompañado hoy". A esto, Estela Caal respondió con que "si uno se abandona totalmente en las manos del Señor, todo puede ser".

"Lo que me llamó mucho de esta congregación es su labor a través de los niños, de los ancianos, las guarderías y bebés", señaló Estela Caal. En cambio, Maira Judith, indicó que lo más le convenció fue la "entrega total, el amor a los pobres, el cuidado a los ancianos, el velar por los niños y esa educación particular dedicada a la juventud". Milady Herrera añadió emocionada que "esto es para amarlo y disfrutarlo".

Las cuatro coincidieron en que es un estilo de vida diferente pero único, y recomendaron a los jóvenes con vocación que "no tengan miedo ni duden por culpa de ese egoísmo y errores que caracterizan a todos los humanos".