Cuando Robert Ballesteros entró en la noche del domingo 12 de agosto por las puertas del Hospital de Manises iba riéndose. Y eso que le dolía la pierna -en el Arnau de Vilanova le habían confirmado que tenía el fémur fracturado- y parecía cansado al respirar. Poca cosa, aparentemente, si se tiene en cuenta que apenas unas horas antes le había pisoteado una vaca en los «bous al carrer» de Godella mientras grababa el festejo.

Robert iba acompañado de sus padres y de su novia, y en Urgencias discutió porque no quería que le cortaran el pantalón para verle la herida. Cinco días después moría en el mismo hospital al no poder superar las graves heridas en el abdomen y el tórax que le había causado el revolcón de la vaquilla. Tenía 18 años.

Su padre, Emilio Ballesteros, vecino de Moncada, estaba muy cerca de él cuando le cogió el astado aquel domingo a las 20.00 horas. «Llevamos al chiquillo a la enfermería. Tenía la pierna rota y lo trasladaron al Arnau de Vilanova. Le hicieron una placa en la pierna y un análisis de sangre, pero no le hicieron ningún TAC (Tomografía Axial Computerizada). Yo les había contado cómo había sido el revolcón, que la vaquilla le había pisado varias veces, pero tampoco dije nada de que le hicieran el TAC y Robert sólo se quejaba de la pierna. Yo tampoco soy médico para decirles lo que tienen que hacer, pero ahora sé que si se lo hubieran hecho a tiempo se hubiera salvado».

Un día esperando una cama

Tras comprobar el estado de la pierna, en el hospital valenciano recomendaron su traslado al Hospital de Manises «porque allí el traumatólogo era mejor». A las 22.30 horas una ambulancia dejaba al chico en el hospital que gestiona Sanitas-Ribera Salud y, según explicaba ayer su padre, lo tuvieron en observación hasta la madrugada y después lo dejaron en un box de Urgencias.

Les anunciaron que no tenían camas disponibles y no fue hasta las 21.30 horas del día siguiente, lunes, cuando por fin le subieron a planta. «Sólo nos dijeron que habían comprobado que tenía la pierna rota, pero que hasta el martes no le podían operar».

Ya en su cuarto, Robert se quejó de que le costaba respirar y los médicos decidieron proporcionarle oxígeno a través de la nariz. «Le dijeron que se lo pusiera sólo cuando le costara más, pero si se lo quitaba era como si le faltara el aire». Fuera de esta circunstancia, el chico parecía estar bien.

Por fin, el martes, a las 16.00 horas, Robert entró a quirófano para ser intervenido de la fractura del fémur. «Antes el médico nos había dicho que le costaría un tiempo recuperarse, pero que saldría bien». A las 21.30 horas acabó la operación, Robert fue trasladado de nuevo a su cuarto y su novia Leticia se quedó con él mientras sus padres volvían a casa para descansar.

A las doce de la noche, Emilio y su mujer, Eugenia, recibieron una llamada de Leticia avisándoles de que se habían llevado a Robert porque no respiraba bien. «Se dieron cuenta de que no era normal que un chaval joven cómo él respirara de esa forma -explicaba ayer la chica-. Me dijeron que le iban a hacer un TAC. Cuando el celador volvió a la habitación con la cama vacía me temí lo peor».

Ya con los padres de Robert de nuevo en el centro hospitalario, a la una de la madrugada del miércoles el médico de guardia explicó a la familia que lo habían ingresado en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) porque tenía un hematoma en los pulmones que podría empeorar en las siguientes 48 horas. Por ello «en el peor de los casos habría que meterle respiración asistida», recordaba ayer el padre.

El miércoles y el jueves, Emilio, Eugenia y Leticia pudieron hablar con Robert media hora cada día. «Estaba más o menos bien, aunque le costaba respirar». Pero el viernes 17 de agosto, a las 11.00 horas, recibieron una llamada del hospital pidiéndoles que acudieran de forma urgente. «Nos dejaron pasar a verle. Estaba entubado y le habían rapado el pelo por detrás de las orejas. A las dos, salió una médico que no recuerdo como se llama. Nos dijo que era de la Fe, que estaba de vacaciones pero que había tenido que venir con su equipo y con una máquina para intentar salvar al chiquillo. Nos explicó que lo iban a conectar y a meterle unos tubos muy gordos por la yugular y por la pierna, uno para el pulmón y otro para el corazón. Dos horas después volvió a salir y nos dijo que lo sentía pero que no había podido hacer nada, que Robert había muerto».

"Vi como la vaca pasó por encima de Robert"

Emilio Ballesteros, padre de Robert, es natural de Godella y fue durante varios años miembro de la peña taurina de esta localidad que organizó el festejo en el que su hijo fue embestido por una vaquilla. «A ellos no tengo nada que reprocharles porque todo estaba bien. Mi hijo ya es mayor de edad y sabía lo que estaba haciendo. Era un chico sano que ni bebía ni fumaba y que había grabado un montón de videos de cogidas en las que no ha muerto nadie y eran peores que la suya».

Emilio recordaba ayer cómo su hijo estuvo grabando el recorrido de la vaca y cómo intentó sortearla subiéndose a las escaleras de la plaza frente a la iglesia. «Le dio un cabezazo, lo tiró al suelo y vi cómo pasó por encima de él varias veces, pero nunca pensé fuera tan grave».