Las niñas no olvidan. La reacción adversa en forma de convulsiones y pérdida de conocimiento que en febrero de 2009 -el primer año que entró en vigor la campaña de vacunación contra el virus del papiloma humano- sufrieron dos menores de 14 y 15 años en la ciudad de Valencia quince minutos después de que se les administrara la segunda dosis sigue amedrentando a las 25.000 adolescentes que cada año tienen que decidir si se inmunizan o no.

Hasta el momento pesa más el miedo que el efecto preventivo de protección contra el cáncer de cuello de útero y diez mil niñas (el 40% de la población diana) de la Comunitat Valenciana se resisten anualmente a ser vacunadas, una realidad que la Conselleria de Sanidad estudia cómo revertir.

De momento se han puesto en marcha dos estudios: uno para saber el por qué del rechazo adolescente y otro de seguridad vacunal para conocer si la administración de las tres dosis de vacuna ocasiona convulsiones y lipotimias.

"Las destinatarias saben bastante bien que la vacuna previene contra lo que llaman 'el cáncer de las mujeres' aunque también protege contra el cáncer de vulva, vaginal, anal, oral y de pene, pero lo que ocurre es que tienen miedo a los efectos secundarios", declaró a Levante-EMV Javier Díez, director del área de vacunas del Centro Superior de Investigación de Salud Pública de la Conselleria de Sanidad.

"La mayoría de las niñas piensan que la vacuna es muy buena y reconocen que no se vacunan porque les da miedo", agregó el técnico que observó que la cobertura es del 60 %, "muy inferior a lo esperado".

El consejo del pediatra

Díez destacó que un factor fundamental para aumentar la cobertura es el consejo del pediatra, ya que se ha observado que cuando el médico informa a la familia pero no toma la decisión, las niñas se vacunan menos. "La no implicación del pediatra se convierte en una barrera contra la vacunación", señaló Díez que añadió que para aumentar la cobertura vacunal hay que incidir en los pediatras, según un estudio del Congreso Mundial de Infectología Pediátrica.

Además, Sanidad ha detectado que el mayor vacío vacunal se da entre las hijas de inmigrantes.

En cuanto a la seguridad, Díez reconoció que el efecto más frecuente son las lipotimias, "porque vacunas a niñas de 14 años que son las que más se desmayan y cuando les pones una inyección pueden tener una bajada de tensión porque tienen un corazón menos fuerte para bombear la sangre y son más sensibles e impresionables".