Aunque el fenomen Compromís haya alimentado los cenáculos nacionalistas —grupo propio holgado en las Corts, escaño en Madrid y tres concejales en el inhóspito cap i casal—, los deseos suelen casar mal con la realidad. Al menos, con la realidad demoscópica. Las encuestas del CIS sobre el sentimiento nacional de los valencianos —más de 25 estudios en las tres últimas décadas— reflejan que la identidad que se afianza en la Comunitat Valenciana camina alejada de la senda nacionalista. O mejor dicho, separada del nacionalismo valencianista. Entre 1984 y 2011, la opción identitaria que más ha crecido ha sido la de «me siento tan español como valenciano», que ha pasado del 54 % a casi el 63 % de ciudadanos, prácticamente dos de cada tres. Éste el sentimiento hegemónico en el antiguo Regne de València.

En este periodo de casi tres décadas, paralelo a la consolidación del autogobierno recuperado tres siglos después de la desfeta de Almansa, la opción de «me siento únicamente valenciano» no ha conseguido abrirse paso. En la última encuesta del CIS, esta alternativa valencianista a secas, sin aditamentos de españolidad, sólo la escogen el 1,3 % de valencianos. Exactamente los mismos que los que zanjan la cuestión con el «No sabe/No contesta».

Hay pocas comunidades donde el sentimiento autonómico sea tan bajo como en Valencia. Desde luego, no ocurre en los territorios con lengua propia. Únicamente vascos se sienten el 23,7 % de los ciudadanos de Euskadi; sólo catalanes se consideran el 13,6%; sólo navarros se califican el 10,4 %; tan sólo baleares se proclaman el 4,5 %; y gallegos en puridad se dicen el 2 %. Incluso en Canarias (7,6 %), Andalucía (2,7 %) y Asturias (1,6 %) existe más identidad particular del propio territorio que en la Comunitat Valenciana, según los datos de los últimos estudios realizados en cada una de las comunidades.

Menos españolismo puro

El análisis de la evolución del sentimiento nacional de los valencianos permite constatar, al mismo tiempo, el descenso de aquellos que se sienten «únicamente españoles», que han bajado del 22 al 15,6 % entre 1984 y 2011. En esa misma línea se puede leer la caída del 14 al 11,4 % de la opción «me siento más español que valenciano». Esa combinación de opciones españolistas se ha desinflado con el paso de los años hasta bajar, las dos sumadas, del 36 al 27 %.

También se ha reducido ligeramente la opción de los que se sienten «más valencianos que españoles», que cae del 9 al 7,5 % después de haber alcanzado un techo del 13 % a finales del siglo XX. Todo se ha concentrado en la opción conciliadora de identidades, el «tan español como valenciano». Ninguno más importante que el otro. Algo así como el «regionalismo bien entendido» de otro tiempo.

Ninyoles: "Se actúa en favor de lo español"

El sociolingüista Rafael Ninyoles, autor de numerosos libros sobre política lingüística y analista de la evolución identitaria valenciana, considera un error de partida contraponer identidades como hace la pregunta del CIS porque, afirma, «los sentimientos de adscripción territorial no se contraponen, necesariamente, y existen muchas adscripciones intermedias». Tras este reproche metodológico, Ninyoles destaca que «las actuaciones en favor de la identidad española han pesado de una manera evidente en los últimos años» para que los resultados del sentimiento identitario refuercen tendencias mayoritarias.

«La defensa de lo español —asegura— ha marcado el carácter de una opción antagónica con el hecho de sentirte valenciano. La exacerbación de símbolos como los toros denota una peligrosa toma de posición que hace muchos años que no pesaba sobre nuestra sociedad». En su opinión, la falta de despegue de una identidad claramente valencianista ocasiona problemas de «desmemoria colectiva». «Antes había una visión muy clara de cuáles eran los referentes de la sociedad en la que vivimos. Ahora, en cambio, la memoria en Valencia la representan Calatrava, la Peineta, el Ágora, etc. Esa “seudomemoria”, porque no ha sido creada ni elaborada por el ciudadano, sino que se trata de una memoria impuesta, lo cambia todo. Y eso no ayuda a la conformación de la identidad valenciana», sostiene el reputado sociolingüista. p. c. valencia