La Procesión Cívica del 9 d´Octubre, acto con el que se escenifica la entrada del Rey Jaime I en Valencia en el año 1238, se convirtió ayer en el escenario perfecto para múltiples protestas ciudadanas, actos organizados ante los que palidecieron las tradicionales reivindicaciones valencianistas. Las impresionantes pitadas por los ERE de RTVV y FGV, los carteles contra los recortes en Educación y los cánticos contra la corrupción dejaron muy en segundo plano la sempiterna presencia del GAV y sus proclamas anticatalanistas. Fue una procesión más social que política y más españolista que regionalista.

El guión de la marcha, en cierta manera previsto, comenzó con las doce campanadas del mediodía y la bajada de la Reial Senyera, erguida, como manda la tradición, desde el balcón del Ayuntamiento de Valencia. Abajo la esperaba el portavoz socialista Joan Calabuig, designado por la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, para cumplir con la tradición de alternar este honor entre los miembros del equipo de Gobierno y la oposición.

Tan pesada responsabilidad dio inicio al solemne recorrido, pero apenas 50 metros más adelante la solemnidad de este primer episodio histórico dejó paso a la cruda realidad del momento. Decenas de trabajadores de Radiotelevisión Valenciana y de Ferrocarrils de la Generalitat se agolpaban a uno y otro lado de las vallas exhibiendo camisetas y cartelería reivindicativas y abrumando con gritos y silbidos a la comitiva, desde el inicio hasta el final, haciendo ensordecedor el paso de la bandera y de sus acompañantes, encabezados por Alberto Fabra y Rita Barberá, a los que acompañaba el ministro de Exteriores José Manuel García Margallo. Un fuerte cordón policial aseguró el correcto devenir de la marcha, que tuvo que acelerar el paso hasta llegar a San Vicente y encarar la catedral por la Plaza de la Reina.

En la puerta de la catedral

Fue precisamente aquí, en la entrada de la Senyera en la Seo, donde se situó el segundo punto de conflicto. Como estaba previsto, los concejales de Esquerra Unida, Amadeu Sanchis y Rosa Albert, soltaron las borlas de la bandera nada más llegar a la Puerta de los Hierros y lo mismo hicieron segundo después las concejalas de Compromís Consol Castillo y Pilar Soriano, que son contrarios al acto religioso y optaron por marcharse a la Puerta Románica de la plaza del Arzobispado para esperar el fin del tedeum y retomar la marcha. Joan Ribó ni siquiera tuvo que pasar por este trance, pues optó por situarse en la procesión junto a los jóvenes de su partido.

El que sí entró fue el Grupo Socialista al completo, arropando en todo momento al portador de la Senyera, que, por cierto, aprovechó este parón para recolocarse la bandera y aguantar con más comodidad sus 20 kilos de peso.

En su breve alocución el arzobispo Carlos Osoro, en un claro valenciano, justificó históricamente la parte religiosa de la Procesión Cívica apelando al hecho de que el Rey Jaime I «devolviera el Cristianismo a esta tierra levantina» y permitiera «iniciar una nueva forma de relacionarse entre los hombres». También hizo alusión a la crisis y a la «cercanía» que siente la Iglesia con las miles de personas que la padecen.

Y fue premonitorio, porque ya con la Senyera saliendo hacia la calle de la Paz se reprodujeron las protestas. Un grupo de docentes gritaba contra los recortes en Educación y contra la corrupción, protestas que se reprodujeron en el Parterre durante la ofrenda a la estatua ecuestre del Conquistador, tercer punto crítico del acto.

La colocación de la corona de laurel estuvo acompañada de cánticos del estilo de «on estàn, on estàn, els diners dels valencians», gritos silenciados únicamente por el himno de Valencia, primero, y el de España, después, sones que, por otra parte, apenas tuvieron respuesta del valencianismo nacionalista y que volvieron a sonar, esta vez sin interrupción alguna, al finalizar la procesión en la plaza del Ayuntamiento.

En realidad, la protesta del GAV como la de España 2000, que marcharon juntos, apenas se dejó sentir en dos grupos diferentes situados en la plaza del Ayuntamiento y al final de la calle La Paz. Su habitual protagonismo se manifestó más en sus enfrentamientos verbales con los trabajadores de Canal 9 que en sus ataques, por ejemplo, a la Acadèmia de la Llengua. Como muestra, un insulto personal a Enric Morera y su descriptiva respuesta: «Mira, todavía siguen viniendo, cada vez menos, pero todavía siguen», dijo.

El acto se cerró con la vuelta de la Reial Senyera al Archivo Municipal y una «mascletà» a cargo de la pirotécnica Reyes Martí. Pasado el trago, todos a casa.

Calabuig: «Este es un momento único en la vida de una persona»

El portavoz socialista, Joan Calabuig, aseguró estar viviendo «un momento único en la vida de las personas» y se sintió orgulloso de su papel en la Procesión Cívica y de la manera en que había transcurrido el día, incluso con las «lógicas» protestas. «Ha primado la convivencia y la expresión libre de las personas en un acontecimiento como éste», dijo Calabuig, quien entiende que la gente exprese sus dificultades y lo haga de «manera civilizada y razonable, como corresponde a esta procesión». En su opinión, «lo importante es que los valencianos estemos unidos» y «nos sintamos cerca de quienes los están pasando mal». Por su parte, Rita Barberá dijo que «es un día de reivindicación de los valencianos como pueblo» que en esta ocasión coincide con un momento político y económico muy complicado. «Hay una crisis muy recalcitrante, una crisis política evidente, fomentada por posiciones secesionistas, que nos obliga a seguir siendo referente de servicio a los españoles», dijo.