La Central Nuclear de Cofrentes fue escenario ayer de un simulacro de emergencia en el que los mecanismos de disparo fueron esencialmente similares a los que sufrieron en marzo de 2011 los reactores nucleares de Fukushima. Aquí no hubo un maremoto que hubiera sido poco creíble a casi 60 kilómetros del mar, aunque si un severo seísmo que en el escenario proyectado provocó graves daños en la central y en sus líneas de alimentación eléctrica: la pesadilla de cualquier operador nuclear.

El simulacro, que diseña anualmente el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y del que inicialmente no tiene conocimiento el personal de servicio en la central atómica, arrancó a las 10,23 horas de ayer con una «notificación» en la que se declaraba la alerta de emergencia en el emplazamiento debido «a un terremoto».

Las circunstancias de partida en este nuevo simulacro y sus primeras consecuencias fueron muy similares a las de las centrales nucleares japonesas del distrito de Fukushima, donde un terremoto, seguido de un gigantesco maremoto, dejó muy dañadas y sin suministro eléctrico a los reactores con las consecuencias conocidas por todos: Parte del núcleo de al menos dos reactores se fundió y hubo fugas radioactivas al exterior que comprometen la habitabilidad del entorno de las centrales japonesas, hoy «estabilizadas».

Un serio problema

El terremoto sufrido ayer por Cofrentes hizo inviable la inserción de las barras de control, un mecanismo esencial que permite paralizar la reacción en cadena controlada que se produce en el núcleo y que genera el calor necesario para producir el vapor.

A partir de este supuesto, la prioridad de los operadores es refrigerar el núcleo para evitar que se fundan los elementos de combustible, lo que hacer inviable cualquier posibilidad de recuperación y genera emisiones radioactivas.

La secuencia terremoto-pérdida de las líneas de suministro eléctrico exterior y fallo de los equipos diesel de emergencia constituye uno de los escenarios más severos a los que puede enfrentarse la central nuclear de Cofrentes y sus consecuencias en el exterior de la planta podrían ser muy graves.

«Del mismo modo se detectó un aumento de la radiación en la contención„ dentro del edificio de hormigón que rodea el reactor„ y el fallo de los sistemas necesarios para la parada de la central como consecuencia de la pérdida de todos los generadores diesel de la planta», según el relato del CSN.

Durante el ejercicio se procedió a la evacuación de los trabajadores no necesarios «como consecuencia de la emisión de radiación al exterior», añade el Consejo.

Al contrario de lo ocurrido en Fukushima, los operarios de Cofrentes lograron durante el simulacro arrancar uno de los motores diesel antes de que la deformación del núcleo impidiera actuar.

Las barras de control„ hechas a partir de compuestos de boro que absorben los neutrones„ fueron insertadas el núcleo gracias a la recuperada energía eléctrica y el reactor pudo ser refrigerado.

En el exterior, la Guardia Civil creaba„simuladamente„ un cinturón de seguridad con un radio de 10 kilómetros desde la central y se confinaba a la población en sus casas. Hubo una emergencia general dentro de la instalación nuclear y el incidente fue declarado de nivel 5 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES).

En Chernóbil y en Fukushima se alcanzó el nivel 7 aunque algunos expertos creen que habría que ampliar la escala para reflejar la realidad, no simulada, de lo que allí ocurrió.