Maica Berceiro, presidenta de la Asociación de Vecinos de Orriols, lo tiene claro: «Un desahucio es un problema de todos». Esta aseveración pretende remover la conciencia de los que desconocen o contemplan impasibles los desahucios casi diarios, según la secretaria judicial Concepción Ros, de este barrio valenciano señalado como el que más desalojos vive cada semana, especialmente en las calles San Juan de la Peña, Padre Viñas y Pedro Cabanes.

La asociación presidida por Berceiro persigue, por tanto, impedir que se produzcan los desahucios o, al menos, retrasarlos tanto tiempo como sea posible. Por ello, animan a los vecinos y vecinas que se encuen­tren en estas circunstancias a que compartan su situación y pidan ayuda. Así pues, la asociación de Vecinos les recomienda permanecer en la vivienda y negociar con la en­tidad bancaria correspondiente el aplazamiento del desalojo.

Berceiro asegura que hay vecinos «de toda la vida del barrio» en esta situación y que, «por vergüenza», prefieren abandonar su casa a hacer público que se encuentran bajo orden de desahucio. Aun así, reconoce que la asociación de vecinos sólo puede actuar «cuando ya se han dictado las órdenes» y que las soluciones de retraso del desalojo que puede ofrecer son meros «parches».

En ese sentido, un antiguo residen­te de Orriols y trabajador de un establecimiento de comida para llevar señala: «El otro día intentaron tirar a una chica de aquí de toda la vida y lo pararon los vecinos.» A lo que añade que «cualquiera que tenga dos dedos de frente» estará en contra de estos desalojos.

Por contra, Juan Antonio Mas, presidente de la Asociación de Comer­ciantes de Orriols, quita hierro a la incidencia de los desahucios en el barrio y desmiente la versión de Ros, pues asegura haberse enterado sólo de alguno y casi siempre por los medios de comunicación.

Pero la amplia polifonía de sensibilidades que se pueden observar en el barrio no queda ahí. La varian­te más cercana a la posición de la asociación de vecinos la encontramos en una residente del barrio que admite vivir «con mucha impo­tencia» los desahucios. En el lado opuesto, otra vecina asegura que «los desahuciados no tienen dinero para pagar el piso pero sí la cocaí­na», en referencia al alto índice de drogadictos y delincuentes que, según ella, residen en el barrio.

Y es aquí donde se materializa la complejidad de la situación socioeconómica de Orriols. Complejidad que no se limita a la escalada de los desahucios, que también se ha producido en el resto de Valencia, donde, como señaló Ros a Levante-EMV, se ejecutan «catorce diarios y unos setenta a la semana».

Encerrados en casa por la noche

«Nos encerramos por la noche en casa por miedo», asegura otra vecina de Orriols. «La policía no hace nada», añade. A lo que otra residen­te matiza que acuden más policías cuando hay que ejecutar un ­desa­hucio que cuando se produce alguna pelea.

En esta tesitura se suceden las afirmaciones sobre la indiferencia o inactividad de la policía, aunque pa­ra Mas esto se debe a que está «desbordada». Además, el presidente de la asociación de comerciantes señala que cuando empezaron a llegar inmigrantes al barrio se origina­ron algunos problemas de convivencia que, aunque con el tiempo se habían paliado, ahora han aflorado de nuevo como consecuencia de la crisis.

Éste es el problema de fondo de Orriols, donde por una parte están los que, como Berceiro, sostienen que el alto índice de conflictividad se debe a la falta de recursos y, por otra, los que culpan de la situación a los inmigrantes y a otros colectivos en riesgo de exclusión social.

Lo mismo ocurre con las diferen­tes opiniones sobre los desahucios, de forma que encontramos tanto vecinos que se solidarizan con los afec­tados, sean inmigrantes o naturales de Orriols, y los que aseguran que sólo se ven afectados los extranjeros y los que han vivido por encima de sus posibilidades, como ase­vera un comerciante, trabajador de una carnicería del barrio.

Por tanto, hay vecinos que achacan a la inmigración el deterioro de Orriols con afirmaciones como que «el barrio está muy sucio desde que hay extranjeros». Berceiro, en cambio, sale en defensa de los grupos en riesgo de exclusión social. «Co­mo las casas son muy baratas hay colectivos marginados a los que han presionado en otros sitios y han venido aquí. No están integra­dos ni tienen red social, sean nacio­nales o inmigrantes», asegura.

En este sentido, la presidenta de la asociación de vecinos culpa al ayuntamiento de la degradación de Orriols por desatender sus necesidades y no gestionar adecuada­mente sus impuestos. Además, iden­tifica esta pobreza como la responsable del aumento de la conflic­tividad y sentencia: «Es un barrio evidentemente obrero, pues ahora es evidentemente pobre.»

«Sólo abren negocios los extranjeros»

«Desde hace tres o cuatro años sólo abren negocios los extranjeros», asegura Juan Antonio Mas, propietario de una droguería y presidente de la Asociación de Comerciantes de Orriols. La crisis ha provocado el cierre de muchos establecimientos del barrio, en el que predomina un panorama de locales con las persianas bajadas. Según Mas, los nacionales ya no abren nuevos comercios y son los extranjeros los que toman la iniciativa en este sentido. Para Maica Berceiro, presidenta de la Asociación de Vecinos de Orriols, se conserva el pequeño y mediano comercio y el «ambiente de barrio», aunque también advierte el empobrecimiento del mismo. Mas, por su parte, no reconoce el barrio donde nació, «en el que salías a la calle y conocías a todo el mundo».