"Un bombero nunca deja de ser bombero, aunque se jubile." Ni la jubilación ni el cese definitivo de las guardias apagan la llama por el servicio público que los bomberos llevan calada en el alma. Es el sentimiento generalizado de los 66 bomberos jubilados homenajeados ayer por la Diputación de Valencia en el XXV aniversario del Consorcio Provincial de Bomberos y del XXX aniversario de los consorcios comarcales, celebrado en el Centre Cultural la Beneficència.

Como Pascual Gil Blesa, conocido en Xàtiva cariñosamente como Pascualet pese a sus 82 años, que siempre será "el sargento jefe del parque de bomberos" de la capital de la Costera, donde también es famoso por sus dos pasiones: el ciclismo y el atletismo. "El mejor jefe que hemos tenido. Un maestro", lo piropeaban antiguos subordinados suyos mientras Pascual Gil atendía a Levante-EMV con lágrimas en los ojos.

"Simplemente he cumplido con mi obligación. Y he intentado enseñar todo lo que sabía para no llevármelo a la tumba. Ser bombero no es tener un sueldo asegurado. Es una devoción al servicio de los demás y a intentar salvar vidas, eso es lo más importante", explicaba Pascual Gil junto a su mujer, María Torregrosa, de 76 años, a la que se considera "la madre de los primeros bomberos que tuvo el parque de Xàtiva". Aquéllos eran otros tiempos. Pascual y María vivían en el mismo parque de bomberos y siempre tenían que dejar avisado "si nos íbamos al cine o a pasear". Pero a ninguno de los dos les importaba esta dedicación en cuerpo y alma. A Pascual porque le viene de familia. "Mi abuelo era bombero y nos salvó a mi madre y a mí de un incendio en casa. Y a mí nunca me ha gustado el sofá". Y a María porque confiesa que "sólo padecía cuando él se iba a un servicio". A Pascual los años no le han quitado las precauciones de bombero. "Las televisiones encendidas en las casas, con tantas que he visto cómo han explotado o las estufas al lado del sillón". Ni tampoco borran su peor recuerdo, una familia carbonizada en un accidente de coche, ni el mejor: "Cuando se creó el Consorcio", sonríe satisfecho.

Y es que una vida de bombero da para escribir un libro, aseguran Ricardo Sales Hernándiz (63 años y sargento de Alzira) y Vicent Triviño Soler (60 años y jefe del parque de Sagunt y sargento coordinador), que saborean sus primeros años de jubilación, aunque, confiesan, "nunca dejas de ser bombero. De pensamiento y corazón querrías estar ahí, en primera línea, si estuvieras en condiciones". Pero con 60 primaveras, admiten, "ya no se aguanta igual el paso de estar en reposo a 140 pulsaciones ni los 30 kilos del equipo en un recinto a 700 grados de temperatura". Los dos coinciden en asegurar que recurrían al deporte para "superar los momentos de estrés" a los que se enfrentaban en los momentos de peligro. "Porque quien no tiene miedo en este oficio es un insconsciente".