Los dígitos del cuentakilómetros avanzan sin descanso y crece una cifra total que resume las miles de horas acumuladas a lo largo de un término agrícola que se extiende a través de cien mil hanegadas. Baldomero Pascual, el «sequier major» de Sueca, está a punto de cumplir sesenta años pero se traslada de una partida a otra en la inmensa extensión de la Ribera Baixa como quien pasea con babuchas del salón a la cocina. Se acumulan allí cientos de campos de arroz y naranjos, sobre todo, pero también de otras verduras o frutas. Es tierra humeda en la que sus vecinos se han criado con el agua por encima de sus tobillos. Es zona de esencia valenciana, idioma abierto hasta convertirse en un pequeño dialecto y raíces agrícolas asentadas aunque en regresión.

Baldomero inicia su jornada antes de las seis la mañana, pues de sus estratégicas funciones dependen miles de personas. Al estilo Poseidón, rey de las aguas y del que se decía que todos los habitantes de los mares eran sus súbditos. En el ribereño, sin embargo, no existe el factor mitológico. Todo es real. Él controla, en primera instancia, los cientos de hectómetros cúbicos de agua que todos los años hacen posible que se rieguen (y por lo tanto se cultiven) las cien mil hanegadas de Sueca. El suecano „quien veló durante toda la noche al lado del río en las riadas de los años ochenta„ explica con pasión un trabajo que le exprime durante prácticamente todas las horas del día. Ahora en inverno menos, aunque hay semanas que su jornada laboral se prolonga en sábados y domingos. Es él un excelente ejemplo del labrador valenciano, delicado en el uso del agua, sabedor de su escasez, de su volatilidad, de su fluctuante presencia. «Hoy en día la Confederación Hidrográfica del Xúquer controla cada gota que cogemos del río. Si nos pasamos diez litros, rápidamente nos llaman para avisarnos de que debemos devolverlos», comenta Pascual. Quatre Pobles, Cullera y Sueca deben de medir cada litro para respetar los dos hectómetros que siempre deben pasar por l´Assut de la Marquesa para mantener el hábitat en la parte baja del río.

Con décadas de experiencia en el mundo del riego, a Baldomero „para quien trabajan quince hombres„ nadie le tiene que explicar cuál es el camino que emprende el agua a través de los miles de kilómetros de acequias presentes en Sueca. Sin embargo, el «sequier major» controla a la perfección las nuevas tecnologías que han ido imponiéndose en el mundo hidráulico. Desde su IPhone4 consulta con asiduidad los niveles del Xúquer para saber el caudal de agua que puede distribuir a sus labradores. Es capaz incluso de levantar o bajar las compuertas del Cano, uno de los pasos que dividen el agua entre los diferentes canales. La Sequia Major, Musquis, el Canal, l´Escorredor... más que acequias son su vida. «Trabajé en un taller cuando era joven pero esto es totalmente diferente porque aquí tienes contacto con la naturaleza todos los días. Cuando más trabajo tengo por la escasez del agua, por ejemplo, es cuando más distraído estoy», confiesa mientras muestra en el Google Earth una señalización exhaustiva de todos los canales (por menudos que sean) elaborada por él mismo.

El «sequier major» se encarama a la Muntanyeta del Sants, uno de los símbolos de la comarca, y desde allí visiona con una serenidad aplastante el término que controla. Una extensión inmensa e insultantemente plana se expande a sus pies. El coto de caza sigue inundado. Son días de caza. El arroz, sin embargo, espera paciente una nueva temporada de producción. El agua modela la vida en la Ribera. Cambia su paisaje, la enbellece o la defenestra, la enriquece temporalmente o la asola a su antojo. El agua explica la Ribera.