Llama la atención el título: «Valencians, encara». ¿Por qué ese adverbio? ¿Acaso estamos a punto de dejar de ser valencianos?

Valencianos hay muchísimos, pero valencians, que hablen valenciano, que sean conscientes de serlo y que continúen la tradición iniciada en 1238, ya no hay tantos. Sólo hay que ver las encuestas de uso habitual de la lengua de los valencianos y veremos cuántos valencians quedan. Eso no quiere decir que los otros no sean valencianos. Y tanto que lo son: pero de otra manera. Son otros valencianos. Pero lo que yo llamo valencians, de un tiempo a esta parte están en retroceso.

Uno de los propósitos del libro es explicar a los catalanes qué ha ocurrido en una sociedad valenciana tan «desafecta» con el nacionalismo.

Los catalanes miran al País Valencià como un territorio vecino, con la misma lengua y la misma cultura, que vota una y otra vez, de manera obstinada, al PP, a pesar de que su mal gobierno haya ocasionado el desmontaje de su sistema económico y financiero. Y ven también a un país vecino que podría estar orgulloso de su identidad y defenderla pero que, en cambio, tiene un nivel de españolismo muy exagerado. Ven que hemos elegido otro camino y no lo entienden.

¿Y les molesta?

No, les extraña que gane con mayoría absoluta un partido como el PP, que quiere arrasar con todo lo que sea la cultura valenciana real: la que se expresa en lengua catalana, la que empezó en el siglo XIII y dio el Segle d´Or. Pero el PP es un partido abrasivo con todo eso. Y el hecho de que gane las elecciones reiteradamente, los catalanes no lo entienden. Les provoca estupefacción, más todavía después de que el sistema financiero valenciano, con la CAM, Bancaixa y el Banco de Valencia, se haya hundido.

Usted, precisamente, afirma que en los últimos tres lustros la Comunitat Valenciana se ha convertido en «una pequeña y falsa República del Vicio».

Es que el País Valencià actual está en una situación terrible a todos los niveles. No sólo respecto a la identidad valenciana, sino también a nivel político, económico, social o cultural. Se ha visto que había un modelo falso, de apariencias, arrogancias y exageraciones, que no se aguantaba. Porque se ha pasado de hacer aeropuertos en Castelló a no pagar en seis meses a las farmacias. Es cierto que a tot arreu fan bolets, pero el caso valenciano es un caso de extremos. Por desgracia, no es fácil encontrar referentes iguales.

¿Y cuál es el extremo que más le entristece?

La quiebra de un modelo económico, de un modelo de vida, que ha sido cambiado por otro modelo ineficaz. Hemos destruido el modelo agrícola, que habíamos conservado durante siglos y que formaba parte de la identidad valenciana, de la manera de ganarse la vida, entender la realidad y ver el mundo de las gentes del país, y no lo hemos sustituido por nada homologable. En el resto de Europa, las sociedades agrarias han dejado paso a las sociedades industrializadas y luego a las sociedades de servicios. En el País Valencià, en cambio, el modelo agrario ha caído más tarde que en ningún otro lugar, pero todavía no sé por qué la hemos sustituido. En 1960, el 50 % de la población ocupada valenciana se dedicaba a la tierra. Ahora, en 2012, sólo el 0,5 % se dedica a la agricultura. Ha habido un cambio de cultural global. ¿Alguien me puede explicar por qué modelo lo hemos cambiado? No lo hemos sustituido por nada que valga la pena.

Alerta de la desvertebración valenciana y su división en taifas provinciales. ¿Le preocupa más el anticatalanismo o el antivalencianimo del sur de Alicante?

Me preocupan igual porque son dos síntomas de querer deshacer el país. En Alicante, hay una conurbación enorme en torno a l´Alacantí y el Vinalopó donde la gente que dice que allí (en Elx, en Alicante) no son valencianos. Ha desaparecido el proyecto del Sureste con Murcia, pero el cantonalismo alicantino es una realidad fuerte pese a tantos años de autonomía. Y el anticatalanismo también me sigue preocupando. Porque, aunque es cierto que ha perdido buena parte de su visceralidad, puede renacer en cualquier momento porque ha demostrado ser un instrumento útil para frenar un proyecto nacional de País Valencià, y podría volver a ser utilizado.

Sostiene que «el valencianismo social tal vez no será nunca mayoritario en el País Valencià, pero tiene la posibilidad de no dejar de existir». Cincuenta años después de «Nosaltres, els valencians», el listón de las esperanzas y las ambiciones ha bajado mucho

El valencianismo regenerativo, que quería cambiar el país, se teorizó en los años 60 y empezó a intentar cambiar la realidad en los años 70. Entonces era muy fácil pensar que con la desaparición de la dictadura todo sería diferente. El sueño de Joan Fuster, que era conseguir un País Valencià más digno, ha chocado con la realidad de los hechos, porque 50 años no pasan en balde. El país no es como él pensaba que podía ser. La realidad no es la que Joan Fuster esperaba.

Se le nota esperanzado con el «fenomen Compromís»€

Soy optimista con Compromís porque es una alternativa al modelo que encarna el PP, cuyo resultado no puede gustarle todavía a ninguna persona sensata. Ahora hay posibilidad de cambiar. Si es capaz de hacerlo el PSPV-PSOE, magnífico. Y si no es capaz y necesita el apoyo de una gente más decidida y comprometida, ahí está Compromís. Por eso creo que si en las próximas elecciones autonómicas la sociedad valenciana no quiere cambiar de modelo y vuelve a votar al PP es que acepta un suicidio nacional, cultural, económico y social. Porque, ¿alguna de las grandes ideas y los grandes proyectos del PP tiene recorrido en el año 2013? No, todo eso se ha acabado. El modelo del PP se nos ha muerto en las manos. Espero la sensatez de los valencianos y su aspiración a mejorar y a tener un país más digno.

¿Cómo afectaría a Valencia una Cataluña independiente?

Si Cataluña llevara un camino propio y le fuera bien, provocaría reacciones en el País Valencià de ser más exigentes nacionalmente con el Estado. Pero también es cierto que podría despertar el anticatalanismo. Quien no lo sepa, podría repasar la Historia y ver qué ocurrió en la Guerra dels Segadors de 1640. El rey de España Felipe IV puso en la frontera con Valencia miles de soldados castellanos porque temía que aquella revuelta prendiera en un territorio vecino con muchísimas similitudes con Cataluña. Sería un proceso complicado.