Entró de rojo encendido al salón de Corts del Palau de la Generalitat -atiborrado por todos aquellos que aspiran a pintar algo en esta comunidad-, y pronunció un discurso breve y de hechuras monárquicas. La reina Sofía visitó ayer Valencia para recibir el Premio Convivencia que cada año se entrega con motivo del aniversario del asesinato a manos de ETA del profesor valenciano Manuel Broseta en 1992. En su alocución, doña Sofía tiró de humildad al resaltar el "pudor" que le producía el hecho de sumarse a un club de premiados en el que figuran estadistas de la talla de Mijaíl Gorbachov, Nicolas Sarkozy, Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado o su marido, el rey Juan Carlos. Pero la reina, galardonada ayer por su "importante papel en la historia reciente de España y su extraordinaria labor en el fomento de la concordia, la convivencia y el impulso de los valores democráticos", no se limitó a las vaguedades y los agradecimientos de rigor. Se le pudo escuchar un doble mensaje político entre líneas.

En primer lugar, hizo un respaldo a la Carta Magna en pleno desafío independentista de Cataluña y en medio de las peticiones de reformas profundas del marco constitucional. Doña Sofía reivindicó "aquello que proclama nuestra Constitución como valores superiores del ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. En definitiva -remarcó- el espíritu de convivencia en su más pura y limpia acepción". El segundo mensaje giró en torno al terrorismo. Dos años después del anuncio de alto el fuego permanente de ETA y con el final de la banda en el horizonte, la reina afirmó que hay motivo para estar "orgulloso de los logros alcanzados en la lucha contra el terrorismo".

Aparte del "recuerdo" y el "reconocimiento" explícito "a todas las personas que han sido víctimas del terrorismo, así como a sus familiares, amigos y conciudadanos", la reina decidió donar los 12.000 del premio a la fundación que concede el galardón para que realice actividades de apoyo directo a las víctimas del terrorismo, según indicaron fuentes de la Casa Real.

Doña Sofía recibió el Premio Convivencia de manos del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, quien destacó "el papel de la Corona" y encomió de la reina su "apoyo a los más desfavorecidos" y su fomento de "la tolerancia y el respeto a los demás", con mención expresa a su "solidaridad" con el Tercer Mundo, la drogadicción o el Alzheimer. Pero aparte del manual de parabienes, Fabra también aprovechó para lanzar un mensaje político con regusto a la polémica catalana. Al referirse a las "señas de identidad" valencianas, con el solemne fondo de las emblemáticas pinturas de los brazos representativos de las Corts del Regne de València, el president matizó: "Estas señas y principios siempre los hemos ejercido desde la lealtad a un proyecto común. La lealtad a nuestra nación, España, de la que somos parte importante y valiosa. Nos sentimos un pueblo solidario que contribuye a la estabilidad, concordia y unidad del conjunto español, sumando y nunca restando".

La anécdota del ministro

También se refirió a las sensibilidades nacionales el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. En un discurso ameno y muy personal -Margallo contó que conoció a la reina en 1964 cuando ésta fue madrina en la jura de bandera de su milicia universitaria-, el ministro recordó el estreno del Himno Regional de Valencia en 1909 y cómo el rey Alfonso XIII preguntó: "¿Este himno no será separatista?". "El maestro Serrano -relató Margallo- le pidió que escuchara la primera estrofa, ésa que dice per ofrenar noves glòries a Espanya. Y Maura, como ministro, afirmó: "Un pueblo que canta estas cosas es un pueblo grande y generoso"". Y leal a España y a la Corona, vino a decir el ministro.

El acto estuvo precedido por una ofrenda floral en memoria de Broseta, en la Avinguda Blasco Ibáñez, que reunió a García-Margallo, Carmen Alborch, Cristina Garmendia, José Císcar, Serafín Castellano o Mari Mar Blanco.