Un férreo misterio rodeó siempre la intensa vida de Juan March Ordinas, el mallorquín más internacional del siglo XX, y que más ha dado que hablar incluso después de llevar décadas muerto. Las leyendas urbanas sobre el magnate han ido sucediéndose durante generaciones, por lo que su faceta de mujeriego, junto a la de fumador empedernido de habanos, era sobradamente conocida. Sin embargo, pocos esperaban que llegaría un día en el que el financiero tendría que enfrentarse a una demanda de paternidad... aunque fuera con carácter póstumo.

Desde hace más de un año la valenciana Ana María Gallart, de 65 años, está batallando en los juzgados para que se la reconozca como hija extramatrimonial de March. Para lograrlo ha contratado al bufete Osuna, con sede principal en Sevilla, de abogados especialistas entre otros asuntos en reclamaciones de filiación.

Con todo, la supuesta hija -nacida en Palma y residente en Valencia desde los 11 años- lleva más tiempo sospechando de cuáles son sus verdaderos orígenes. De hecho, Gallart ha viajado varias veces a Mallorca para conocer datos sobre sus padres biológicos, desde que su padre adoptivo, Víctor Gallart -ya fallecido-, la pusiera sobre la pista del multimillonario y fundador de un imperio financiero.

Según fuentes del caso, hace unos años Gallart se encontró casualmente con varios escritos que le dejó dispersos su padre adoptivo, en los que le indicaba que era hija ilegítima del financiero y una mujer que trabajaba en casa de éste, llamada Catalina, en un capítulo con tintes oscuros. Las cartas están depositadas en el juzgado madrileño que instruye la demanda de filiación, y han sido consideradas como una de las pruebas claves para conseguir la exhumación del cadáver de Juan March, aunque no las únicas. "Aparte de documentos, mi cliente cuenta con muchos testigos, casi todos de Mallorca, que conocen determinados hechos que no se pueden decir ahora", explica el letrado sevillano Fernando Osuna, que lleva el caso de la supuesta hija del banquero.

Ana María ha ido localizando a estos testigos poco a poco y con mucho esfuerzo, desde que su padre adoptivo (que trabajó en los juzgados de Palma en los años cuarenta) le desvelara en varias cartas datos sobre sus orígenes, creyendo que tenía derecho a conocerlos. Fue así como Gallart se enteró de que había nacido en Palma en 1947, junto a una hermana gemela que oficialmente murió meses después, y que ambas habían sido inscritas con otros nombres y entregadas a la inclusa.

Ana María fue adoptada en 1949, aunque no pudo utilizar sus nuevos apellidos hasta diez años después, y fue al indagar sobre su familia biológica cuando el padre adoptivo tuvo indicios, primero de que podía ser hija de Juan o de Bartolomé March -hijos del magnate-, fuera de sus respectivos matrimonios. En cartas posteriores, fechadas en los años 90, Víctor Gallart escribió a su hija que su padre era el conocido financiero mallorquín Juan March Ordinas, y que terminó en el orfanato para evitar el escándalo de la época.

En la confesión sobre su historia, el padre adoptivo de Ana María le dejó escrito que la familia tuvo que abandonar Mallorca e irse a vivir a Valencia por recomendación de personas influyentes y para evitarse problemas con el magnate.

La supuesta hija de Juan March fue conociendo todas estas revelaciones de manera casual, según fuentes del caso, al ir encontrando, una vez que su progenitor ya había fallecido, las notas que le había dejado esparcidas y ocultas en distintos lugares de su casa.

Gallart fue haciéndose una composición de lugar, y decidió esclarecer la verdad.