?"A vostés ja els ho puc dir: m'han cremat en efígie. Literalment, he estat objecte, o víctima, d'un autèntic auto de fe". Así empezaba a relatar Joan Fuster la cremà, nada inocente y con gran trascendencia político-social, de un ninot con su rostro que fue perpetrada en la Plaza del Caudillo de Valencia durante la Cabalgata del Ninot del 9 de marzo de 1963, hoy hace justo medio siglo.

Los hechos fueron recogidos por la prensa del día siguiente y son fáciles de resumir: dos carrozas falleras condenaron al escarnio público a la figura del escritor de Sueca un año después de publicar sus dos obras con más impacto político y polémica aparejada: Nosaltres, els valencians, donde difundió la tesis que modernizaría el nacionalismo valenciano con voluntad de acercarlo políticamente a Cataluña, y El País Valenciano, una guía turística con críticas mordaces que intentaban desmitificar algunos tópicos y costumbres de su pueblo, como que "las muchachas se disfrazan a la primera ocasión con cualquier traje típico que tengan a mano". Y las Fallas, tras una campaña mediática tergiversadora en contra del escritor -"Las falleras se disfrazan", era la frase que atribuía Las Provincias al autor de Diccionari per a ociosos- no le perdonaron su postura y ajustaron cuentas con el intelectual.

En aquella cabalgata de hace ahora 50 años, la carroza de la falla Peu de la Creu-Don Juan de Vilarrasa tenía por lema "El mundo de los infiernos". Constaba de siete grupos infernales, el último de los cuales versaba sobre Fuster y su obra El País Valenciano. El guión de la cabalgata, publicado en la página 6 del diario Levante un día después, era explícito respecto a las intenciones de la falla. Un enorme libro reproducía la portada de El País Valenciano y se presentaba a su autor "con aire de parodia". Además, dos labradores de la falla leyeron una gran copia de la página 53 del libro, en la que se recogían los comentarios sobre los trajes regionales que eran replicados por los miembros de la comisión. Al final del grupo desfilaba una fallita que fue quemada al terminar el recorrido con un ninot de Joan Fuster. No era el día de la cremà, pero los falleros no pudieron aguantarse y Fuster y sus libros no se salvaron de la quema.

Entre aquellos falleros desfilaba un joven de apenas 26 años que poco tenía que ver con aquella vendetta de la que sólo fue un testigo más. Es Manuel Terrén, todavía hoy fallero de Peu de la Creu. Él recuerda a medias los incidentes. "Sé que se quemó la simulación de un libro en la plaza y que era una época en que estaba muy caliente el debate sobre País Valencià y los catalanes", cuenta. Manuel no recuerda la quema del ninot. Pero aporta dos claves interesantes respecto a lo que pudo pasar: "Los que hacían los ninots para la cabalgata buscaban los motivos más actuales, y aquella polémica [en torno a Joan Fuster] estaba en plena efervescencia. Además, entonces había censura, y no todos los guiones iban a misa. O bien te los tachaban, o bien te los reestructuraban o bien intentabas decir cosas sin que se notara demasiado. Pero los autores sabían que este tema, en cambio, caería bien a un ayuntamiento y a un jurado muy de derechas como el que había en aquel momento".

No se equivoca: la carroza y la comparsa de Peu de la Creu ganaron el tercer premio en aquella edición. Y no fue la única carroza antifusteriana de ese año. La de la comisión Cádiz-Literato Azorín, con un grupo crítico dedicado a Nosaltres, els valencians, veía las tesis de Fuster como "influencias extranjeras en nuestra costumbre". Y en el monumento de ese año, la Falla de la Plaça de la Mercé quemó un ninot del intelectual rodeado de versos críticos como estos: "Mostra ser pantomimer / i per la seua expressió / mereix de fet l'expulsió / d'este país tan sincer. // Que es menge el pa d'altre lloc; / que ací a València volem / fills que no ens tiren al fem / com ens ha llençat fa poc".

Respuesta del autor

A Joan Fuster, que no presenció estos episodios por encontrarse en Barcelona aquellos días, estas ceremonias con regusto inquisitorial no le disgustaron por completo. En el artículo titulado "Reflexions d'un ninot de falla", el escritor reconocía que aquella quema pública le había hecho "más famoso que un torero". Él, amante de la fiesta fallera, subrayaba algo básico: "Cuando uno es valenciano, ya sabe que las fallas forman parte de las reglas del juego, y por tanto, ha de aceptar el riesgo de verse quemado bajo apariencia de ninot si viene al caso".

Pero Fuster no dejó pasar por alto la presencia de varias manos negras -mediáticas, políticas- detrás de aquel auto de fe. "Mi aventura como ninot de falla era una maquinación de gabinete, y por eso mismo ya fuera de la tradición estrictamente fallera". Es decir, que el pueblo lo quemó de forma teledirigida.

"Sería una anécdota si no fuera por el daño hecho"

El sociólogo y vicerrector de la Universitat de València Antonio Ariño -historiador de las Fallas- considera que la quema del "ninot" de Fuster "nos sitúa ante la primera escaramuza anticatalanista del mundo de las Fallas". Y no duda en vincular el suceso con un ataque de Fuster al "tótem sagrado" del "valencianismo temperamental que expresan las fallas". "Toda crítica contra ellas es una inaceptable blasfemia y un sacrilegio. El mundo de las Fallas se erige en guardián del templo de la identidad étnica", subraya el sociólogo.

El filólogo Daniel P. Grau, profesor de la Universitat Jaume I, en un artículo sobre la cuestión que este año ha quedado finalista del premio Enric Soler i Godes convocado por la Associació d'Estudis Fallers, lamenta las repercusiones del hecho. "Todo podría quedar en una anécdota si no hubiera sido por el daño que provocó al autor. Joan Fuster, "jornaler" de la escritura, fue marginado por las publicaciones periódicas de la ciudad. Y podríamos ir un poco más lejos y recordar que llegaron a poner bombas en su casa".

Por su parte, Juan Luis Sancho, autor de la investigación académica "Los fundamentos políticos y sociales del anticatalanismo de la Transición valenciana. (1976-1982)", considera que "es éste el inicio del antifusterianismo. Es el inicio de la reacción a la modernidad" en Valencia, con un "franquismo sociológico que reaccionó con ira". p. cerdà valencia