Un fantasma recorre la política valenciana: el blaverismo. Es fantasma, porque aunque nadie lo ve todavía hay gente que cree en él. Pero el espectro también da pasos por el desierto al que fue desterrado tras las elecciones autonómicas de 2011 en las que Unió Valenciana dio la espantada al no presentarse a los comicios y pedir el voto para el PP mientras la Coalició Valenciana de Sentandreu fracasaba en las urnas en su intento de "reanimar al muerto" (en palabras de su líder) y sus 9.334 votos no le dieron más opción que desactivar el partido. Ahora, dos años después de la resaca electoral, empieza el movimiento en la orilla del valencianismo tricolor.

Primero, lo más sorprendente, son los planes de Convenció Valencianista. La entidad socio-cultural creada la pasada primavera está preparando la creación de un partido político con estructuras innovadoras. Según explicó ayer a este diario Agustí Zacarés, cabeza visible del proyecto, la iniciativa de dar el salto político está madurando con dos ideas claras. La primera es que no quieren ser un partido tradicional, sino adoptar la forma legal de partido porque la ley así lo exige para presentarse a elecciones -su vista está puesta en las municipales y autonómicas de 2015-, pero rehuirán las formas clásicas de las formaciones actuales. "No queremos palleters, jerarquías ni personas con exceso de protagonismo porque creemos en la democracia interna. Sería un partido de bases. Tal vez en los estatutos aparecerá como partido político, pero nuestra intención es crear una iniciativa o un proyecto político muy novedoso y acorde con el siglo XXI", dice.

La segunda premisa de Convenció Valencianista es que su proyecto político -"es una idea aún en bolquerets que no tiene nombre", detalla Zacarés- "no será el valencianismo tradicional, sería algo diferente". Y concreta: si bien tienen claros sus símbolos -reivindican la denominación "Regne de Valencia"; destacan que la "llengua valenciana" es "independiente y autóctona" y "diferente y diferenciada de cualquier lengua del mundo", y se adhieren a la "Real Senyera Coronada y el Himne Regional"-, Zacarés constata que "las preocupaciones de hoy en día no son ni la Senyera ni lo relacionado con los símbolos. Hay unos problemas más reales y graves, como el de los niños que no pueden comer,y eso es lo primero a lo que hay que prestar atención. Porque si hablamos de valencianismo, ¿qué más valencianismo hay que dar bienestar a la gente que vive en esta tierra?", se pregunta.

La enésima batalla de la Senyera

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"Con la que está cayendoÉ y un nuevo libro sobre la Senyera. Díganle ustedes inconsciencia, friquismo o pura frivolidad. Cualquier epíteto será aceptado". Con semejante dosis de autocrítica e irónica sinceridad empieza Óscar Rueda su libro Senyera valenciana, editado por L'Oronella y que hoy se presenta en la sede de Lo Rat Penat. Avisa el autor -en su valenciano secesionista- que "no es un libro para reabrir heridas, sino para cerrarlas" en torno a la enseña con franja azul coronada, oficial en la Comunitat Valenciana desde 1982 y que derrotó a la quatribarrada en la batalla de Valencia.

En una época en la que hasta el Bloc asume con normalidad la Senyera, el autor destaca que es "una de las banderas más documentadas de Europa desde el siglo XV". "Nacida, por privilegio de Pere el Cerimoniós, como símbolo de libertad frente al invasor castellano, la presencia en las principales gestas militares de la época foral acabaría con su significativo encierro, en un arcón de tres llaves, por las autoridades borbónicas después de la batalla de Almansa", cuenta. Es su argumento contra la falta de legitimidad histórica de la Senyera. Respecto a la significación conservadora que envuelve a la bandera, Rueda subraya que desde la Renaixença -cuando se recuperó como símbolo de valencianía- y hasta la Guerra Civil, "la Senyera era una bandera desprovista de connotaciones políticas, porque todas las tendencias -de derechas y de izquierdas, monárquicas o republicanas- la aceptaban como bandera de todos los valencianos". Pero luego vino el franquismo y la batalla de símbolos.

Hay otra losa que soporta la Senyera: ser a la vez la enseña de la ciudad de Valencia y de todo el territorio valenciano. Para no molestar en Castelló y Alicante, Óscar Rueda propone que el cap i casal rescate como bandera oficial de la ciudad la de color carmesí, orlada de franjas de oro y que tiene en su centro las barras de Aragón, una "L" a cada lado y la corona de las armas de Valencia. Por lo visto, a la senyerologia aún le queda cuerdaÉ

Preguntado por sus modelos, avisa que quieren "huir de aquella Unió Valenciana del final con pocos miembros y actitudes caciquiles". "Nuestra idea es el espíritu de aquella Unió Valenciana que juntó a gente de derechas, de izquierdas, a labradores y universitarios".

Coalición electoral en ciernes

El otro gran cambio se arremolina en torno a aquellos jóvenes entusiastas que, tras la desfeta de la Unió Valenciana de José Manuel Miralles, rescataron de la coalición la marca registrada como "Unió Comunitat Valenciana-Unió Valenciana" y, bajo el nombre de "Unió", han impulsado este nuevo partido. Su presidente, Raül Cerdá, desvela que están ultimando la forma de crear una especie de Compromís a la blavera. Se trata de una "coalición electoral" entre Unió, el partido Renovació Política -de Benjamín Lafarga- y Acció Nacionalista Valenciana (ANV) -de Voro Vendrell y Jaume Hurtado-, tres partidos que comparten sintonía secesionista. El acuerdo -pensado para 2015 y del que Units x Valéncia se ha desmarcado- se está cerrando. El lunes se votará el nombre del proyecto y se determinará si adopta la forma de federación o coalición. Lo que es seguro, subraya el presidente de Unió, es que "ningún partido va a perder independencia" pero que dispondrán de una "marca común".

La frase de "resucitar al muerto" surge de forma inevitable en torno a una sensibilidad -el regionalismo blavero- que condicionó la gobernanza de la Generalitat y llegó a los 208.000 votos. Pero Zacarés tiene fe. "La apisonadora que era el PP hace agua, y eso -augura- repercutirá".