No existen árboles ignífugos, todos los bosques son susceptibles de quemarse, pero si hay algo que pueda convertirse en una barrera contra las llamas son los cipreses, en concreto los de variedad horizontal. A esa conclusión han llegado un grupo de expertos internacionales que quedaron sorprendidos por la impactante imagen de un grupo de estas coníferas supervivientes del devastador incendio de Andilla el pasado verano y que les impelió a investigar el porqué de este fenómeno. Tras los hallazgos, la Diputación de Valencia, que participa en los estudios a través de Imelsa, plantará varias hectáreas de cipreses horizontales en comarcas del interior de la provincia de Valencia, según explicó a Levante-EMV Bernabé Moya, responsable del departamento de Árboles Monumentales de la misma entidad.

Cerca de cumplirse el primer aniversario de los incendios que asolaron el interior de Valencia y Castelló, los resultados del proyecto CypFire, en el que participa tanto el Istituto per la Protezione delle Piante (IPP) de Florencia, dependiente del equivalente al CSIC italiano, como el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentación (INIA), del ministerio de Economía español y el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), son concluyentes: Los cipreses ralentizan el avance del fuego.

"Pero no sólo lo ralentizan porque tardan más en entrar en combustión, sino que además, a diferencia de otras especies como los eucaliptos, los gases derivados de sus resinas no prenden", explicó a este diario Bernabé Moya. Los productos químicos del árbol se volatilizan, es decir se convierten en gas al llegar a temperaturas cercanas a los 500ºC, hecho que provoca combustiones espontáneas varios metros por delante de la "línea de fuego" y contribuye a empeorar la situación. Sin embargo, en el caso del ciprés, esto no ocurre. "El árbol acaba ardiendo, porque no hay árboles de acero, pero no expanden el fuego, como sí lo hacen los eucaliptos, donde se detectan combustiones unos cinco metros por delante de la fachada de llamas", aclara Moya.

El estudio se ha realizado tanto en laboratorios (a partir de más de 4.500 pruebas recogidas de los montes quemados valencianos y del resto del arco mediterráneo), como en campo, con la visita a bosques toscanos, donde hay más de 5.000 hectáreas de cipreses. Fue allí donde los técnicos descubrieron un tercer aspecto clave en la lucha contra los incendios: los cipreses horizontales actúan de pantalla, crean menos ramas muertas, y a su alrededor crecen menos arbustos y sotobosque.

Herramienta contra el fuego

Fue precisamente en la capital de esta región italiana, Florencia, donde la semana pasada se reunieron los responsables de los distintos estudios para poner en común los resultados. "Cada instituto los ha hecho con metodologías diferentes, y todos llegamos a las mismas conclusiones", afirma Moya. El objetivo de estos estudios no era otro que buscar nuevas herramientas para luchar contra la devastación de los incendios forestales. Y los expertos están convencidos de haberla encontrado.

Así lo adelantaron ya desde Imelsa el pasado mes de septiembre, cuando explicaron que la carga de combustible se había frenado tras pasar el incendio de Andilla por la parcela donde el Laboratorio de Patología de la misma entidad plantó hace ahora 25 años unos cipreses, en Jérica.

La imagen del reducto de cipreses, unida a la experiencia de otros incendios por todo el arco mediterráneo, ha acelerado e incentivado los estudios de científicos en este sentido. Investigaciones que en el caso valenciano "no cesarán" y proseguirán con la plantación de varias parcelas de cipreses horizontales en las comarcas del interior de la provincia de Valencia. "Serán diferentes ambientes, tanto zonas áridas y rocosas como otras ya quemadas, para ver cómo crecen junto al resto de vegetación quemada", explicó Moya.

Esto se llevará a cabo en un período de tiempo relativamente corto, tal vez un año. Moya no pudo adelantar cuántas hectáreas de estos árboles se dispondrán como cordon "antiincendio", pero de todos modos hará falta tiempo y paciencia para comprobar in situ cómo actúan como conjunto las coníferas.

Si existían dudas acerca del "milagro" de los cipreses, este informe parece descartarlas. Tras los desastres del pasado verano, el coordinador de Bomberos pedía "otras soluciones porque los cipreses no son la panacea, arden como una caja de cerillas". Sin embargo, los científicos han constatado que, efectivamente todo arde, pero el ciprés reúne tres condiciones que lo hacen especial y podría ayudar a un mejor control de estas catástrofes: la producción de menos ramas muertas que puedan convertirse en combustible, la no inflamación de los gases químicos, que avanza la línea de fuego, y la quema más lenta.