Como la vida misma, ésta es una historia para reír y llorar. Es la historia de Sergio Claramunt, alias «Dotor Max Recetax, especialista en agujetas». Lleva veinte años recorriendo los hospitales para hacer reír a los niños detrás de su nariz roja y su disfraz de payaso. Sus pacientes van desde los pequeños que se han roto una pierna hasta los niños que atraviesan la fase terminal del cáncer y saben que ha llegado la última visita del Dotor Max Recetax y que éste no trae la receta mágica para salvarles.

Su memoria está llena de últimas visitas. De niños a los que nunca vuelve a ver en Oncología. De entre todos, el primero que le viene a la memoria es Josep. «Era un adolescente al que le habían dicho que se iba a morir. Él entraba al trapo con nosotros y se había creado un vínculo muy bonito. Cuando le dijeron que se marchaba a casa porque ya no había remedio, nos pidió que nos quitáramos la nariz para despedirse. Quería hablar con las personas, no con los personajes. Y fue muy emotivo cuando nos dio las gracias por haberle hecho reír en todas las visitas».

Mientras lo cuenta, Sergio se muestra entero, como acostumbrado a esa combinación aplastante y contranatura de la muerte, la enfermedad y el dolor entre niños. Pero no siempre fue así. Sergio aún recuerda su primer día. Terminados los estudios de Arte Dramático en Valencia, viajó a París para formarse en la prestigiosa escuela internacional de teatro Jacques Lecoq. Le invitaron a probar un día con el grupo Le Rire Médecin, unos payasos que recorrían los hospitales para alegrar a los menores ingresados. «Veía las risas de los payasos y luego miraba al público: un niño con un tubo en la nariz, otro que cojeaba€ Tuve dos momentos de subida fuerte de emoción al ver la tragedia de los niños, la injusticia de la enfermedad, que algunos de esos niños tenían cáncer e iban a morir. Dudé sobre si esconderme en un ricón a llorar o seguir con la visita. Y decidí continuar». Veinticuatro horas después, convencido de que podía ayudar a los niños en dificultades, optó por unirse al proyecto.

Recorrió los hospitales de París de 1993 a 1997, año en que volvió a Valencia y decidió fundar la asociación PayaSOSpital, con sede en Benimaclet. En los buenos tiempos „de patrocinios públicos y privados generosos„, PayaSOSpital llegó a tener 30 payasos que iban doce sesiones semanales a La Fe, el Clínic, el Pesset, el General de Castelló y el de Alicante y los hospitales de Vila-real y Sant Joan. El grifo de la conselleria se ha cerrado este año. Ni un euro. Sergio no lo critica: «No hay para médicos, enfermeras y material, así que para payasos imagínate€». Actualmente son 16 payasos y sólo van un día por semana a cinco hospitales valencianos.

Los recortes les han cercenado la nariz, pero no el ánimo. Y hace falta mucho valor para reír y hacer reír a niños „hasta 60 al día„ que están en paliativos, en coma o con graves enfermedades. Sin embargo, el dotor Max Recetax revela la filosofía de su trabajo: «No eres ni una monja ni un voluntario ni una enfermera ni un psicólogo. No estás para tener lástima ni compasión. Tú estás para aportarle al niño todo lo contrario: imaginación, juegos, ganas de reír y, en definitiva, ganas de vivir. Aunque esté muy enfermo y no tenga cura, intentamos que el niño tenga una vida lo más feliz posible».

Las dos veces que lloró

Él recuerda haber llorado sólo dos veces en plena actuación. Una fue al día siguiente de enterrar a su padre, con las emociones todavía a flor de piel. La otra fue mientras actuaba ante un niño con casi todo el cuerpo quemado. «Verlo todo hinchado y quemado, con sólo los ojos a la vista, y con sus padres en la habitación, fue muy fuerte. Empezamos a cantar una canción tranquila porque nos dijeron que el niño se iba€ Y ese día lloré allí delante».

Periódicamente, un psicólogo adiestra a estos payasos en materia de duelo, del sentimiento de pérdida y les habla de la muerte. Es para prepararlos ante la dura realidad a la que se enfrentan ente risa y risa. Aun así, la pregunta es inevitable: ¿Cómo pueden ponerse un escudo delante de emociones tan fuertes? El secreto suena a fantasía, a la magia del mundo clown. «Es la nariz roja. Cuando me la pongo, yo no soy Sergio, sino Max Recetax, y olvido la realidad porque entro en otra realidad sin pasado ni futuro, volcada únicamente en el presente», dice. Con la nariz roja sólo tiene el objetivo de hacer reír y pasarlo bien.

«Aquí aprendes que, a pesar de la tragedia o la dificultad, siempre hay un espacio para reír. Y eso, aunque no solucione el problema porque quizá no tenga solución, te ayudará a sentirte mejor». Es un consejo de Max Recetax, especialista en mucho más que agujetas.