"¿Mama, por qué no podemos ir a un colegio normal?" Le preguntan a Carmina al alimón sus hijos gemelos cuando pasan ante un centro escolar de ladrillo. Son dos de los 300 alumnos del Colegio de Infantil y Primaria (CEIP) público Nº 103, centro que desde que se creó hace seis cursos, en el 2008, está compuesto integramente por barracones.

El CEIP 103 está a tan sólo 1.500 metros del mar del frustrado sueño olímpico de Valencia, que hasta el sábado aspiraba a ser subsede de la no nata Olimpiada de Madrid 2020, en el distrito de Camins al Grau. Más cerca aún, a 300 metros, está esa postal de la Valencia moderna que es la Ciudad del las Artes y las Ciencias. "Con lo que vale solo una barandilla de Calatrava ya tendríamos un colegio de verdad", dice Ulises, otro de los padres del CEIP 103.

Porque para los padres esta escuela, que no tiene ni nombre -el consejo escolar votó por mayoría absoluta dedicar el colegio al cirujano Pedro Cavadas, pero la Conselleria de Educación ni les ha contestado-, es todo lo contrario de lo que debe ser un colegio público. "Nuestros hijos carecen de todo lo que dice la ley de Educación: no tienen aula de informática, ni siquiera un PC por clase de Primaria, ni biblioteca, ni tampoco libros de lectura-que los tenemos que comprar los padres-, ni gimnasio, ni sala polivalente, ni pistas deportivas, ni patios separados (una línea imaginaria divide los recreos de Infantil y Primaria), y encima hay 6 barracones donde nunca entra la luz del sol", lamenta la presidenta de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA), Mª Jesús Algás.

La única alegría que han tenido en el colegio de Valencia donde todo son barracones es la cesión municipal de un solar contiguo para los servicios de los que carece, pero Educación "ha decidido no hacer nada", apunta Algás. Hoy, dicha parcela es uno de los mayores "pipicanes" de Valencia.

Desbandada hacia la concertada

Ante este panorama, la desbandada hacia la privada concertada -el 103 está a cinco minutos andando de cuatro colegios concertados - era de esperar. Desde el AMPA, acusan a Educación de "incentivar el desmantelamiento". "El curso pasado, con el aumento de las ratios, y la incertidumbre de si habría o no comedor, se marcharon más de 60 niños", apunta Ulises. Ahora, continúa Algás, "conselleria ha intentado juntar en un único grupo a los 9 alumnos de 3º de la línea en castellano con los 9 de 4º de Primaria". Esta clase unitaria propia del ámbito rural, frustrada por la presión del AMPA y del Consejo Escolar, hubiera sido una excepción en uno de los barrios que más ha crecido en Valencia.

El trasvase de alumnado se nota en que de los 25 niños que empezaron en 2008 en Infantil 3 años en la línea de valenciano ahora, en 3º de Primaria, son sólo 14. Y tras esto, ¿por qué seguir en el 103? "Para nosotros es más importante el contenido que el continente, creemos en la educación pública y estamos muy satisfechos con los maestros, pues su proyecto educativo es bueno y están muy motivados", dicen Leslie y Raquel, dos de las madres que luchan por un futuro para el colegio sin nombre.