Contrarios, enemigos y enemigos irreconciliables, todos compañeros del Partido Socialista, se congregaron ayer en el Club de Encuentro Manuel Broseta para asistir a la conferencia de Alfonso Guerra González, exvicepresidente del Gobierno, exsecretario de organización del PSOE y anticristo en general. El acto sirvió también para promocionar su libro de memorias «Una página difícil de arrancar», un tocho de 642 páginas en el que reparte invectivas contra Joan Lerma o Ciprià Císcar, al que considera la bestia negra del guerrismo y lo acusa de haber sido «el brazo armado de la arbitrariedad» desde la secretaria de organización.

Guerra tenía esta vez complicado seguir fiel a su costumbre de disparar con bala al PSPV si la ocasión se presta. Porque ayer la conferencia iba sobre Europa. Pero en declaraciones a los medios y a la pregunta de si sería partidario de un tripartito de izquierdas al frente del Consell, no desaprovechó para elevar el listón de la exigencia electoral al PSPV. «No me gusta el tripartito», sentenció en alusión a un posible gobierno de socialistas, Compromís y Esquerra Unida.

El exvicepresidente del Gobierno de Felipe González argumentó que ha estado analizando los sondeos del CIS y que, visto el «voto directo, el recuerdo de voto y el voto más simpatía», ha llegado a la conclusión de que el PSOE está «cuatro puntos por encima del PP en estos momentos». «Si en la Comunitat Valenciana el partido responde no harían falta tres [para gobernar], bastaría con dos», apostilló, como marcando los deberes de sacar más votos que el PP.

También repartió estopa al PSC, cuya relación con el PSPV es excepcional, dentro del frente del socialismo periférico como contrapeso a Ferraz. Guerra expresó su «disconformidad» con el comportamiento de todos los partidos en Cataluña. «En especial los de ámbito nacional, deberían tomarse muy en serio lo que está sucediendo», apuntó. Censuró que el Gobierno de Rajoy «se ha puesto de perfil». «No se está atendiendo la gravedad de la situación», dijo, ante la «rebeldía» contra las leyes por parte de un nacionalismo que tildó de «orgánico, no democrático, irracional, romántico y místico».

El exdirigente socialista estuvo acompañado, pese a todo, por la plana mayor del socialismo valenciano. En primera fila se sentaron el secretario general del PSPV, Ximo Puig, el expresidente Joan Lerma o la exministra y senadora Carmen Alborch, entre otros. Desde la segunda fila siguieron la conferencia el diputado y responsable de relaciones políticas del PSPV, Ciprià Císcar, o el portavoz municipal de Valencia, Joan Calabuig. También estuvo el exalcalde del cap i casal Ricard Pérez Casado. El presidente de la patronal Cierval, José Vicente González, y el del Puerto, Rafael Aznar, asistieron a un acto en el que Guerra aprovechó para, en línea con el libro y con su ejecutoria, proclamarse «fan de Fernando Abril Martorell», al que definió como «aguerrido posibilista».

Un valenciano que fue vicepresidente con UCD y con quien Guerra urdió complicidades y pactos que segaron las aspiraciones del valencianismo político de tener un autogobierno de primera por la vía del artículo 151 de la Constitución. «España aún no ha saldado la deuda que tiene con Abril», apuntó. El presidente del Club de Encuentro agradeció al invitado el capítulo que dedica en el libro a Manuel Broseta, el político de UCD asesinado por ETA. Guerra lo considera «persona respetada y amiga».