Los datos del Instituto Geológico Minero de España desvelan que el proyecto Castor se ha ubicado y ha inyectado gas justo sobre el entorno de una falla activa documentada y con un riesgo potencial de generar seísmos de hasta 7,1 grados en la escala de Richter, una circunstancia que no se especificaba en la declaración de impacto ambiental favorable que publicó el Ministerio de Medio Ambiente.

A este respecto, el profesor de Geología de la Universidad de Zaragoza y experto en el estudio tectónico de la zona, José Luis Simón, advirtió ayer que la ubicación de la planta es «arriesgada» y si se sigue inyectando gas «se estaría tentando la suerte de generar más actividad en la falla, y en otras dos muy cercanas, y causar terremotos mayores».

Ante estas circunstancias, este experto en la geología de la costa castellonense y catalana subrayó que antes de poner en marcha la planta «se necesitarían años de estudio para saber si hay mínimas garantías de que no generar más terremotos inducidos de mayor tamaño, y tampoco es seguro que se pudieran dar estas garantías».

El profesor Simón argumentó ayer que la relación-causa efecto de los terremotos por la inyección de gas «es más que obvia» y se sorprendió de que la ubicación del almacén de gas no se valorara como riesgo en la declaración de impacto ambiental, «porque está claro que es arriesgado inyectar sobre una falla activa, y más cuando no hay suficientes datos sobre todo lo que puede haber debajo».

En relación a las probabilidades de seísmos, señaló que si se inyecta gas no sería improbable provocar seísmos de intensidad 6 o superior. «La falla de Amposta que sepamos es de 51 kilómetros, pero, dependiendo del tamaño del trozo de falla afectado, tendríamos el posible tamaño del terremoto máximo. Si se moviera toda la falla entera, muy improbable, el Instituto Geológico estima una magnitud 7,1, que sería muy destructivo y podría provocar un tsunami. Es muy improbable. No obstante, probablemente ahora mismo se haya activado medio kilómetro. Sólo con activar 6 kilómetros de falla, ya hablaríamos de que sería probable un seísmo de magnitud 6 o superior, y eso ya puede ser bastante serio».

En la misma línea, Simón apuntó que sí se podría haber prevenido. «Es un fenómeno extraordinario, pero puede ser perfectamente explicable, porque se inyecta gas a una presión bastante alta en un subsuelo submarino del que se conocen pocas cosas, pero una de las que se conocen es que justamente bajo el emplazamiento del pozo pasa una falla que se considera activa. Está sometida a tensiones naturales y en condiciones naturales produce un terremoto cada miles de años. Pero si inyectamos un fluido a muy alta presión, estamos provocando que los bloques tiendan a separarse un poco, se libera parte de la tensión que bloquea que la falla se pueda mover y se induce el terremoto. Las tensiones hubieran tardado cientos o miles de años, pero al inyectar gas hacemos que se produzca ahora. Y si seguimos inyectando más gas sería como prender una cerilla con efectos impredecibles. Hoy por hoy no sería sensato proseguir con el proyecto».

Este nuevo dato sale a la luz justo después de que desde la noche del miércoles al jueves se registraran otros 30 terremotos, dos de ellos de magnitud 4,1 en la escala de Richter. En ambos casos, según el Instituto Geográfico Nacional, el temblor fue percibido por la población de 46 municipios de las provincias de Castelló, Tarragona, Valencia y Teruel.

La inquietud por los seísmos crece y el Ministerio de Industria ratificó ayer que, a la espera de los informes definitivos del Instituto Geográfico Nacional y el Instituto Geológico, se ha constatado una «probabilidad alta» de la relación causa efecto entre la inyección de gas en el almacén subterráneo Castor y los 420 terremotos registrados desde el 9 de septiembre tras el inicio de la actividad.