Que lo que no llegue de los presupuestos llegue, al menos, del altruismo y empatía de los ciudadanos con la ciencia. Esta es a grandes rasgos la filosofía que se desprende de una reciente iniciativa que ha puesto en marcha la dirección del Centro Príncipe Felipe, que se ha dado en llamar «Aportaciones» y que contempla cinco posibilidades: hacer una donación económica en general, a un proyecto concreto, a jóvenes investigadores, erigirse en benefactor de la institución y colaborar como voluntario de forma gratuita sin más pago que la «propia satisfacción personal».

La primera piedra de esta nueva vía de captación de fondos la colocó la impulsora del Proyecto Paula, Cristina Ponce, la madre de una adolescente diabética que por su afán e interés de encontrar un remedio para la enfermedad de su hija comenzó a recaudar fondos con huchas y meriendas solidarias que le han permitido financiar por el momento cuatro contratos de investigación, dos en el Príncipe Felipe y otros dos en el Instituto de Investigación Sanitaria del hospital Clínico de Valencia (Incliva).

Al hilo de esa fructífera iniciativa, la nueva directora del centro Isabel Muñoz decidió abrir la puerta al capítulo de donaciones y benefactores de la ciencia a través de una campaña que se ha dado a conocer en la página web de la institución y en la que se detallan todas las modalidades existentes: donación a la institución en genérico o a proyectos concretos. para destinar lo que se recaude a contratar a jóvenes investigadores, según declaró Muñoz a Levante-EMV.

Hasta el momento, el centro ha recibido 189.000 euros aunque para este año la dirección ha situado el objetivo en 500.000 euros, un sueño difícil de cumplir que suena a minucia comparado con los tres billones de dólares que la Universidad de Harvard aspira alcanzar este año a través de las dádivas de los ciudadanos del orbe.

Los 189.000 euros que han llegado al centro Príncipe Felipe proceden de pequeñas cuantías de particulares y el monto más relevante de la venta de una mansión de Oliva de la herencia de la familia Pi-Aparici, que está por ultimarse.

El centro que también alquila el salón de actos para eventos, congresos y reuniones (de 600 a 1.200 euros por día), ha incorporado la figura del «voluntario» para «colaborar en un proyecto de forma gratuita».

El centro acompaña el reclamo con la siguiente explicación: «Puede que no cobres un dinero por la función que estás haciendo, sin embargo, te sientes bien con aquello que haces porque te gusta y te permite potenciar tu creatividad. Además, también puedes conocer gente nueva y establecer nuevos contactos profesionales».

La difusión del trabajo que hacen los diferentes grupos y enseñar el centro a las visitas para propiciar el apoyo a la ciencia y de esa manera conseguir nuevos fondos serían algunas de las ocupaciones que harían los colaboradores (jubilados médicos, científicos o de cualquier ocupación que apoyen la investigación), aunque todavía no ha llegado ninguno.