Quien se haya pateado la Comunitat Valenciana más allá de la A-7 y sus orillas sabe que los rascacielos de Benidorm, la riqueza citrícola de la Ribera, la exuberancia industrial azulejera de la Plana de Castelló y el músculo turístico de Valencia capital no son sino la anécdota en esta lengua jorobada de tierra que topa con el Sénia y reposa en el Segura. La mitad de la población valenciana —2,5 millones de habitantes— está asentada en veinte ciudades, es cierto. Pero la Comunitat Valenciana es, ante todo, un rosario de pueblos. Hay 542 municipios, y justo 300 de ellos tienen menos de 2.000 habitantes. Todos juntos suman 211.000 vecinos, menos que Elx. Además, hay 1,3 millones de hectáreas —el 54 % de todo el territorio autonómico— que sólo representan el 0,03 % del PIB valenciano. Ése es el mundo rural, el «territorio perdedor» en el proceso de desarrollo social, como describe Raúl Compés, profesor de la Universitat Politècnica de València y experto en economía agroalimentaria y desarrollo territorial. Pero ahora —con motivo de las nuevas políticas territoriales de la UE para el periodo 2014-2020— ha llegado la hora de la esperanza, un momento clave para adoptar una estrategia nueva de desarrollo territorial que genere oportunidades para crear territorios competitivos.

Sobre ello reflexionaron la pasada semana en Valencia 14 expertos, reunidos por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en torno al seminario «Redes de innovación y desarrollo local en el medio rural». En la visión general del director del seminario, el propio Raúl Compés, lo primero es el diagnóstico. «Aunque ha mejorado mucho el medio rural —admite—, la “cuestión rural” no se ha resuelto en España ni tampoco en la Comunitat Valenciana, donde hay desequilibrios territoriales profundos. Continúa la despoblación del medio rural y la pérdida de su territorio (por urbanización o por abandono de tierras), persiste la “desventaja” rural por los peores indicadores de desarrollo y calidad de vida, se ha producido un debilitamiento del capital social e institucional rural y ha habido una pérdida de influencia política frente a los grupos de interés vinculados al medio urbano». Es la ecuación perfecta de los perdedores: un territorio con menos actividad económica, menos población y menos peso político. Unas fichas de dominó derriban las otras.

Por eso, urge buscar una salida. Hasta ahora, las políticas tradicionales de desarrollo rural se han centrado en la modernización y el desarrollo de la agricultura. Los resultados han sido pobres en un país donde el peso de la agricultura en la estructura económica del medio rural es de sólo el 5,7%. Así pues, a juicio del cerebro de esta minicumbre rural celebrada en Valencia, se necesita una visión de la ruralidad con un enfoque «menos agrarista y más adaptado a las necesidades de la modernidad».

«El medio rural español necesita un nuevo modelo de desarrollo para generar empleo, crear riqueza y mantener población». La herramienta clave —y de ahí nace esta reflexión— llegará desde Bruselas a partir del próximo año. La nueva generación de políticas de ámbito territorial para el periodo 2014-2020 permite que en un marco estratégico común haya una programación multifondos. Es decir: «los territorios podrán programar un conjunto de políticas de desarrollo teniendo en cuenta en común todos los fondos de financiación que existen, y no por separado como ahora».

Ejemplos de sinergias

Ésa es la herramienta burocrática. Pero la palabra clave ha de ser «redes». La creación de redes destinadas a fomentar la innovación a partir de los recursos locales está llamada a ser una de las herramientas más importantes en los próximos años. La finalidad es incentivar la cooperación entre municipios para construir territorios competitivos. La palabrería, tal vez, sea la de siempre. La abstracción académica puede que mueva al escepticismo. Pero es la salida destacada en este seminario. «La sinergia es ahora una absoluta necesidad», subraya Tomás García Azcárate, consejero económico de la Dirección General de Agricultura de la UE.

«Los pueblos deben basar su estrategia en la cooperación, tanto por su debilidad como porque se han roto los diques clásicos que han separado tradicionalmente ambos medios. La búsqueda de la cohesión territorial pasa por una nueva forma de colaboración entre territorios», advierte Raúl Compés. El objetivo es diseñar proyectos de desarrollo territorial rural de interés conjunto o también gestionar estructuras imposibles de hacer de forma local. Se trata, al fin, de cambiar la perspectiva de actuación. ¿Cómo? «Varios pueblos puden cooperar para crear un parque industrial, un polo tecnológico, crear actividades de formación o de prestación de servicios a las empresas, o explotar conjuntamente el aprovechamiento de biomasa o forestal».

Confederación de territorios

Los pueblos pueden aspirar a convertirse, por primera vez en la historia, en territorios competitivos. «La confederación de territorios rurales permitiría crear o potenciar polos de desarrollo capaces de competir —o de aliarse en último extremo—, en algunas actividades, con territorios urbanos». Frente al modelo insostenible de los años anteriores al crack de 2008, hay que buscar el valor en el desarrollo del talento asociado al medio. El objetivo debe ser «cooperar entre territorios rurales cuando sea posible crear economías de aglomeración que generen concentración y crecimiento para el conjunto de ellos». Puede ser con fusiones de municipios o no. «Es una fórmula, pero no la única», destaca Raúl Compés. Lo importante es que se forjen «alianzas territoriales» y «que las demarcaciones administrativas no sean un obstáculo para lograr crear nuevos ámbitos de cooperación».

El peligro: pueblos abandonados, refugio o segunda residencia

En más del 50% del territorio valenciano vive menos del 5% de la población total. Como han documentado Agustí Hernàndez Dolz y José Manuel Almerich en el libro «Pobles abandonats. Els paisatges de l’oblit» —cuyo segunda parte aparecerá a mediados de noviembre— «el envejecimiento y el agotamiento biológico, la inviabilidad económica por la falta de rendimiento de la agricultura o la ganadería, el aislamiento y la falta de perspectivas continúan provocando, igual que hace un siglo, la emigración». Ése es el temor que planea en el medio rural. Dice Raúl Compés, profesor de la Universitat Politècnica de València, que los pueblos de menos de 2.000 habitantes son los que más peligro corren. Si no aplican estrategias territoriales de cooperación y tienen una visión en red, se arriesgan a acabar «abandonados, lugares de refugio tan sólo para aquellos que no pueden subsistir económicamente en la ciudad, o como pueblos para una segunda residencia sin vida propia». p. cerdà valencia