En estos días en los que, paradójicamente, los cementerios valencianos se llenan de vida, ha surgido una nueva oportunidad para ganarse un sobresueldo, o quizás, el único sueldo del mes. Ante la ayuda que muchos de los visitantes del recinto funerario, en especial los de mayor edad, necesitan de forma imperiosa para limpiar las lápidas de sus seres más queridos y colocar los arreglos florales, un grupo de personas, la mayoría sin trabajo, trata de ingresar un dinero extra a cambio de facilitarles la labor.

En la puerta principal del Cementerio General de Valencia, cerca de una quincena de desempleados espera a que alguno de los que llegan al camposanto requiera sus servicios, los cuáles anuncian a viva voz, con la esperanza de que alguien los "contrate". Éstos se basan en tres: conseguir una escalera para subir hasta los nichos más altos, limpiar las lápidas y por último colocar las flores. La tarifa es única: cinco euros.

"De mil personas que entran sólo dos o tres piden que les ayudes, pero esto es lo que hay", señala uno de los que se coloca a uno de los lados de la entrada principal del cementerio, esperando la llegada de un cliente.

Sin embargo, en un espacio tan lúgubre, el pesimismo acaba dominando al personal. "Aquí somos ahora catorce y estamos todos igual. A la gente le cuesta soltar un euro", destaca justo antes de preguntar a una anciana si desea que le eche una mano con las rosas que porta bajo el brazo.

Pero no todos los que se dedican a limpiar nichos por encargo lo hacen empujados por la crisis. En el Cementerio General también hay quien lleva desempeñando este tipo de funciones "toda la vida". "Desde que tengo uso de razón estoy subiendo a la escalera para limpiar las lápidas", indica una mujer de mediana edad. "Venía con mi madre y ahora lo sigo haciendo yo, con mi marido". Pero las propinas, de cinco euros, se han reducido drásticamente en los últimos años, así como el número de personas que solicitan la faena. "Antes, en un día como estos, cerca del Día de Todos los Santos, se podía atender a diez o doce personas fácil, pero en los últimos años sólo se consigue ayudar a tres o cuatro personas, que por su edad ya no pueden subir a los nichos".

Todos estos "voluntarios" forman parte del paisaje del cementerio, entre sus pasillos, en busca de una tumba que limpiar. Ellos son los que mejor conocen el suelo que pisan, y en medio del trajín habitual de la víspera de la fiesta de Todos los Santos, advierten de que, aunque el cementerio ha mejorado en limpieza y atención con la entrada de la nueva empresa que gestiona las instalaciones, lo cierto es que ha bajado el cuidado de las lápidas. "Hace un tiempo, todo esto estaba a reventar de flores, todo arreglado, bonito. Ahora se ven muchos nichos con flores marchitas, algo impensable entonces", concluye otra de las "voluntarias".