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Después de toda una vida ligado a la minería en la Sociedad Anónima Hullera Vasco-Leonesa, en el año 2002 Santiago Yturriaga colgó el pico y la barrena para regresar a su Valencia natal. Pero en esta profesión nunca se desconecta totalmente, según reconoce, y pese al tiempo transcurrido desde que se prejubiló, ha sentido como suyas las pérdidas de los seis mineros fallecidos la semana pasada en el pozo Emilio del Valle de Pola de Gordón (León), donde desempeñó la mayor parte de su profesión como miembro de la Comisión Nacional de Seguridad Minera e ingeniero de producción.

"Todavía no me explico qué ha podido pasar, debió de ser una salida instantánea de grisú y no les dio tiempo a reaccionar", trata de argumentar Yturriaga sobre los motivos del fatal accidente que se ha cobrado la vida de seis personas en León, algunos de ellos hijos y sobrinos de antiguos compañeros. "Yo he sido el primer sorprendido porque es muy difícil que pase eso, no me cabe en la cabeza sinceramente", asegura. "No entiendo qué habrá fallado porque es una empresa puntera en seguridad", insiste.

De los casos de concentración de grisú en el aire, el más peligroso es precisamente el desprendimiento instantáneo de grisú, en el cual el gas concentrado sale a presión de forma rápida. El otro tipo de incidente grave que se da en ocasiones es el de derrabe de carbón, ya que la suelta de carbón viene acompañada del metano adsorbido por éste, según explica. "Hay que tener en cuenta que en apenas 10 gramos de carbón hay una superficie activa comparable a un campo de fútbol", apuntó.

Se espera que hoy lunes, una semana después del siniestro, los técnicos que investigan las causas que ocasionaron el escape de gas grisú bajen al Macizo Siete del Pozo Emilio para poder determinar las circunstancias del accidente más grave de la minería española en los últimos 18 años. Hasta el momento no habían podido acceder al interior de la explotación debido a los inseguros niveles de gases y oxígeno.

Medidas de prevención

Yturriaga destaca que la Hullera Vasco-Leonesa fue pionera en cuestiones de prevención laboral. "En los años 60 ya había normas de seguridad para todos los puestos de trabajo, de más de 120 categorías laborales, comités de seguridad y sindicalistas", recuerda. A lo largo de la jornada siempre había un delegado minero, nombrado por los sindicatos, que paseaba por la mina controlando que todo funcionara correctamente y vigilantes de seguridad "que se paraban a hablar con los picadores y les llamaban la atención si tocaba".

Entre las medidas de prevención de la mina está el sistema Cerchar, que consiste en hacer sondeos tomando muestras de carbón para medir la velocidad desorción de grisú y determinar si existe riesgo de desprendimiento instantáneo. Asimismo, todos los mineros cuentan con un autorescatador, el cual consta de una mascarilla y un pequeño depósito de hopcalita que convierte el monóxido de carbono en dióxido de carbono CO2 respirable. Tiene una duración aproximada de unos veinte minutos, tiempo en el que el minero puede llegar a un lugar seguro.

Del mismo modo, todos los talleres cuentan con un metanómetro. En caso de que la concentración de metano pase de 1,5 % se enciende una luz roja parpadeante. Otra herramienta de seguridad que tiene cualquier mina es un ventilador de al menos 1.000 kilovatios y otro de reserva por si falla el anterior. Su función es la de que entre aire en la mina hasta los talleres, tipo fondo de saco, y en los que cada uno cuenta a su vez con un ventilador eléctrico capaz de mover cinco metros cúbicos por segundo.

Una vez al año la Sociedad Anónima Hullera Vasco-Leonesa celebraba el mes de la seguridad, en el cual se realizaban pruebas y se evaluaban los diferentes grupos de trabajo. "A los ganadores se les daban premios como viajes a Canarias", rememora Yturriaga.

El falso mito de la peligrosidad

En los 20 años que estuvo trabajando en la mina se produjeron nueves accidentes mortales y ninguno de ellos como consecuencia de un escape de metano. La mayoría fueron siniestros por incumplir medidas de seguridad o accidentes que podrían haberse dado en cualquier otra profesión. Así, recuerda como un compañero murió al ir subido en un vagón de carga de regreso al exterior de la mina, lo cual estaba terminantemente prohibido. O como otro minero metió la pierna en una cinta transportadora y ésta le seccionó la femoral. "La familia minera somos como una piña y nos afecta lo que les pasa a cada uno de nuestros compañeros", asegura emocionado al recordar a un amigo.

"Es una gran profesión, ingrata en ocasiones, pero no por ello necesariamente peligrosa. Los trabajos no son peligrosos, los hacen las personas", asegura. De hecho, según recuerda, cuando se jubiló los índices de frecuencia y gravedad de la minería estaban por debajo del sector de la construcción.