A la historia ha pasado el grito despectivo que el general golpista Millán-Astray profirió contra el rector Miguel de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. «¡Muera la intelectualidad traidora!; ¡Viva la muerte!», exclamó Millán-Astray según los historiadores, aunque la leyenda cinceló aquel vituperio como «¡Muera la inteligencia!». Han transcurrido 77 años de un episodio que durante décadas simbolizó la distancia entre el rudo estamento militar y el humanismo racional académico refugiado muchas veces en su torre de márfil. Hace tiempo que eso cambió. Pero el cuartel general de la OTAN en Bétera „que hoy conmemora sus diez años de existencia„ acaba de dar un salto cualitativo en la reconciliación de ambos mundos. Está siendo pionero en reclutar a profesores universitarios en una misión que tiende puentes entre la Academia y el Ejército del siglo XXI.

Hasta ocho profesores de la Universidad Católica de Valencia expertos en Derecho, Antropología Social y Cultural, Economía, Política, Redes Sociales y Filosofía y otras cinco profesoras de la Universidad CEU-Cardenal Herrera especializadas en Medicina, Derecho y Comunicación han sido facultados por el servicio secreto español, el CNI, para acceder a información clasificada y asistir a reuniones y ciclos de decisión de la base que la OTAN tiene en Bétera. ¿Para qué? «Para que nos aporten a los militares todos aquellos conocimientos civiles que necesitamos tener en cuenta en nuestras operaciones con el fin de que estemos mejor preparados», explica con humildad el teniente coronel del cuartel general de la OTAN Ángel Adán, cerebro de la participación de civiles en la Planificación, Dirección y Conducción de operaciones de la OTAN.

El teniente coronel Adán pone tres ejemplos basados en Afganistán: «Si queremos erradicar el cultivo de opio porque financia a los terroristas, ¿por qué cultivo lo sustituimos? Necesitamos a un experto en agricultura. Sabemos que el dinero negro fluye hacia los bancos afganos, pero necesitamos un economista que nos ayude en el rastreo. Y si hay que planear infraestructuras que dividen terrenos, un antropólogo debe asesorarnos a qué etnias pertenece la población afectada para no enemistarla con nosotros por culpa de una obra».

Hasta ahora, especialmente desde los problemas extramilitares surgidos en las misiones de Irak y Afganistán, esa imbricación civil-militar flotaba en el ambiente como teoría. Pero Bétera está ejerciendo de impulsor mundial en el enfoque integral de las operaciones. Consiste en incorporar una visión global que contemple los condicionamientos políticos, económicos, culturales, sociales, religiosos, agrícolas, medioambientales o de sexo del lugar de los hechos. Y ya ha puesto en práctica la teoría. Ocurrió en el ejercicio «Hirex-13» este verano.

Las maniobras se desarrollaron durante una semana en sesiones diarias de doce horas y consistieron en la dirección del despliegue de fuerzas conjuntas (tierra, mar, aire y operaciones especiales) sobre un territorio ficticio llamado Arland ubicado en el Báltico. En ese conflicto imaginario, dos milicias de partido acababan de firmar el alto el fuego y el cuartel de la OTAN en Bétera había de garantizar el alto el fuego y desarrollar labores humanitarias. Cada uno cumplió su papel de experto y asesoró a los mandos militares.

Una «obligación» moral

El civil con mayor responsabilidad fue Juan Morote, vicerrector de Planificación Estratégica y director del IEEI en la Universidad Católica, que actuó como asesor político del general jefe de las operaciones, el teniente general Comas. Morote quedó impresionado por «la gran capacidad de trabajo y la calidad profesional de los militares». Él justifica la movilización universitaria con la OTAN. «En las naciones democráticas existe una obligación de participar activamente en los asuntos de Defensa por parte de la sociedad igual que se participa en los de Justicia con el jurado popular». Jesús de Salvador, también de la Católica, califica de «hito» el «trabajo al unísono de civiles y militares» y cree que «corregirá los fallos o al menos las ineficiencias acaecidas en anteriores misiones y operaciones por la falta de ese enfoque integral».

El cuartel de la OTAN en Bétera contará con estos asesores civiles en el ejercicio «Trident Jaguar-14» del próximo mayo „ante los evaluadores de la Alianza Atlántica„ y quiere contar con este personal académico en caso de operación real sobre el terreno.

El nuevo objetivo de la OTAN es abrirse a las universidades públicas valencianas. Pero también tiene asesores ajenos a la Comunitat Valenciana, como Felipe Santos. Periodista y profesor de Comunicación Política en el Centro Universitario Villanueva de Madrid, está realizando una tesis doctoral sobre la comunicación estratégica en los conflictos armados. Ha sido asesor civil de la OTAN en la comunicación exterior sobre aquel conflicto imaginario del «Hirex-13». Tuvo que decidir cómo actuar en la comunicación externa tras un daño causado a la población civil de forma involuntaria. «Los expertos civiles podemos ayudar [a los militares] a ser más eficaces en las operaciones y en la forma en la que se perciben esas operaciones». Al fin, el cuartel ha gritado «viva la inteligencia» universitaria.