Miguel Ricart es ya casi el último preso con la doctrina Parot que queda dentro de los muros de la prisión de máxima seguridad de Herrera de La Mancha (Ciudad Real). Mientras la Audiencia Provincial de Valencia agota hasta el último resquicio legal ante su inevitable excarcelación, terroristas, violadores, pederastas y asesinos están dejando atrás las rejas de Herrera. Todos ellos han compartido años de "talego" con él, pero casi ninguno quiere hablar con el cada vez mayor número de periodistas que aguarda paciente las excarcelaciones a la puerta del centro penitenciario.

No es el caso de Emilio Muñoz Guadix, hoy de 55 años y que ha pasado los últimos 18 encerrado en varias cárceles de la geografía española cumpliendo la condena de 42 años que le impuso la Audiencia de Madrid por el secuestro y asesinato de la joven Anabel Segura en abril de 1993. Muñoz dejó atrás la cárcel de Herrera de La Mancha poco después de las doce del mediodía de ayer, cargado de bártulos y con palabras de arrepentimiento.

"Lo que hice solo lo puedo explicar desde la locura, la desesperación de verme sin dinero. Fue un error ¿Cómo no voy a arrepentirme? Y claro que pido perdón a la familia, ¿cómo no voy a hacerlo?". El asesino de Anabel -la joven de 22 años fue secuestrada por Emilio y un cómplice, Cándido Ortiz, muerto hace años en prisión, cuando hacía footing en la urbanización de lujo de La Moraleja, en Madrid, y su cadáver fue encontrado dos años y medio después en una fábrica de cerámica abandonada en Numancia de la Sagra (Toledo)- ha pasado la mayor parte de su condena en la cárcel ciudadrrealeña, y durante un tiempo corto coincidió con Ricart al compartir el mismo módulo.

Afirma que, como todos los violadores y asesinos de niños, se relacionaba poco con los demás reclusos, aunque sí con otros agresores sexuales violentos, como José Manuel Valentín Tejero, el asesino de la niña de 9 años Olga Sangrador también excarcelado ayer, o el violador de los portales, Manuel García Ribado.

"En la cárcel no se les quiere"

Muñoz Guadix afirma que el código de honor carcelario "sí existe, ahí dentro no queremos saber nada de los que matan a niños y violan a mujeres". Recuerda un episodio protagonizado por Ricart en una de las ocasiones en que ingresó en Herrera de la Mancha. "Acababa de llegar al módulo de ingresos y estaba en la cola del economato. Entones, un preso valenciano como él, un tío grandote y fuerte, lo reconoció y dijo: "¿Ése es el hijo de puta que mató a las niñas?". Y se tiró sobre él. Sin no llegan a llevarse a Ricart a toda prisa, no lo cuenta. No duró ni 20 minutos en el módulo".

Emilio Muñoz, quien asegura que no va a reincidir porque está convencido de ello y "no por lo que hayan hecho por mí en la cárcel", relata que, después de aquél episodio, "a Ricart lo metieron en primer grado, separado, y así ha estado la mayor parte del tiempo, hasta que en los últimos dos o tres años lo pasaron al módulo 2, que es un módulo de respeto, donde los reclusos no se meten con él porque están a punto de salir y no se la juegan".

"Prefiero un vasco que un violador"

El coautor del secuestro y asesinato de Anabel Segura, a quien recogieron dos de sus hijos desplazados desde Madrid para llevarlo con ellos a casa, es tajante: "Prefiero hablar con los vascos (en referencia a los etarras) que con un violador. Y el resto, igual. Eso es así. En el patio nadie se relaciona con ellos".

Tampoco en el exterior, por lo que parece. Media hora después de que Muñoz, quien no teme regresar a su barrio "porque yo ya he cumplido y el que me quiera saludar que me salude y el que no, no", salió de la misma prisión el asesino de Olga Sangrador, una niña de nueve años a la que José Manuel Valentín Tejero, un preso de permiso en aquel momento, secuestró durante las fiestas de Villalón de Campos (Valladolid) y mató después de violarla.

Al contrario que Muñoz Guadix, Valentín Tejero no muestra ni un ápice de arrepentimiento. Antes al contrario. Con actitud chulesca se encara a las dos decenas de periodistas que se interesan por su futuro. Incluso osa anotar las matrículas de las unidades móviles de televisión tras proferir, en tono amenazante, "esto es privado y si sale algo en televisión os denuncio" cuando lo graban mientras llama desde la cabina pública para pedir un taxi porque nadie lo espera. Y nadie ha acudido jamás a visitarlo.