El «nuevo barrio» de la ciudad anunciado por la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, tras la cesión al ayuntamiento de los terrenos de la dársena interior del puerto se configura, ocho meses después del histórico acuerdo, como un conglomerado de edificios modernos y antiguos, de patrimonio protegido y arquitectura efímera, de uso terciario y destinado a zonas comerciales, restaurantes, hoteles y oficinas. Se trata de un planeamiento muy abierto, sin corsés, pensado para atraer inversores.

El plan especial de la Marina Real Juan Carlos I, condicionado por la deuda de casi 400 millones de euros del Consorcio Valencia 2007, apuesta sin complejos por el «urbanismo productivo» frente a otras ciudades que han optado por los hitos culturales o por los usos residenciales para los estratégicos y privilegiados terrenos de los frentes de agua.

Copenhague ha reconvertido antiguas zonas portuarias de uso militar en exclusivos barrios residenciales y ha levantado en sus riberas iconos culturales como el Teatro «Skuespilhuest». Rotterdam, Cardiff, donde Richard Rogers firma el aplaudido edificio del Parlamento galés, y Liverpool son ejemplos de frentes marítimos de usos mixtos que saben aprovechar el tirón de iconos culturales como los Beatles.

Casablanca, por su parte, ha llevado el uso residencial al extremo proyectando un barrio de lujo en una marina construida sobre terrenos ganados al mar. Los iconos culturales son sin duda el modelo elegido por Marsella con la Villa Mediterranée y el Mucem como exponentes.

Desde los urbanistas que han participado en el plan de participación ciudadana del planeamiento de la marina hasta el director general del Consorcio, Pablo Landecho, e incluso el arquitecto que coordina el planeamiento, José María Lozano, coinciden en que sin viviendas la marina de Valencia no tendrá vida las 24 horas como se pretende.

El catedrático de proyectos de la Universidad CEU-Cardenal Herrera, Javier Domínguez, apostó por promover un cambio legal de la ley de Puertos para ampliar el abanico de usos en los antiguos terrenos portuarios.

En la misma línea se ha pronunciado el arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, el valenciano Vicente Guallart, quien asegura que la ley estatal de Puertos pone muchos límites a los usos de los terrenos portuarios al contrario que ocurre en otras ciudades como Rotterdam o Amsterdam. Desde la experiencia de la ordenación del frente marítimo de Barcelona, Guallart apuesta por los «barrios de usos mixtos porque el terciario solo, por las noches, no funciona».

Rita Barberá, cuyo primer plan de financiación de la Copa del América financiaba las obras deportivas con las plusvalías generadas con la construcción de viviendas en los muelles portuarios, no ha querido incluirlas en el planeamiento y fía esta posibilidad a futuras y poco probables nuevas cesiones de suelo portuario a la ciudad.

Mientras Barcelona y A Coruña aspiran a urbanizar con viviendas sus muelles, Bilbao, paradigma de la transformación de un frente de agua ya lo ha hecho. Las viviendas de su renovada fachada marítima se vendieron en pleno «boom inmobiliario» a precios astronómicos. El proceso, como era de esperar, no se libró de las críticas por especulativo.

El plan de participación pincha

La Federación de Asociaciones de Vecinos y los grupos de la oposición (PSPV, Compromís y EU) han planteado en el descafeinado y poco secundado proceso de participación ciudadana del plan especial de la marina real Juan Carlos I una enmienda a la totalidad del proyecto. Reclaman que el debate y el consenso no se hagan sobre un planeamiento ya cerrado. Alegan además que la dársena debe ser un espacio de uso público, reclaman dotaciones e instalaciones culturales, como el eterno museo marítimo, y que la marina no se convierta en un espacio para favorecer el negocio y los intereses privados.

La marina que ha diseñado Lozano destina el 92% de la edificabilidad, unos 95.000 metros cuadrados, a uso terciario, es decir, oficinas, comercios, restaurantes, hoteles; mientras que la superficie dotacional comprende el 2,6% de la edificabilidad y el uso industrial el 5% restante. Entre las instalaciones previstos figura un hotel «ex novo» de hasta 30 alturas y otros cuatro en edificios históricos como los Docks comerciales. El plan incluye zonas verdes como un bosque mediterráneo y un jardín de esculturas. Las bases de los equipos que tapan la visión de la dársena y que fueron concebidas como arquitectura efímera, se consolidan en la zona norte y se incluye la posiblidad de reedificar una vez acabe su vida útil. El plan prevé incluso la instalación de islas flotantes para instalar terrazas o cafeterías.