La cita es a las 15.30 horas a la salida del hemiciclo, junto a los platós de televisión. Andrés Perelló y Pepa Andrés (PSPV) llegan juntos y al poco lo hace Eva Ortiz (PP). Sin embargo, Vicent Garcés (PSPV) se retrasa: una comisión se ha prolongado y le toca intervenir. Los cuatro eurodiputados valencianos han conseguido reunirse entre comisiones, votaciones y reuniones. La jornada ha empezado a las 9 de la mañana y terminará de noche. La pasada semana tocó pleno en Estrasburgo y no en Bruselas donde habitualmente desarrollan su actividad. A mediodía ha habido votación en plenario: en poco menos de 50 minutos los diputados han votado decenas de artículos y propuestas, la mayoría a mano alzada para ganar tiempo, a un ritmo endiablado que sorprende a los visitantes que se agolpan en las tribunas que coronan el luminoso hemiciclo donde hasta las próximas elecciones se agrupan 766 parlamentarios.

En la cafetería, alrededor de una mesa con varias botellas de agua, se aprestan a hacer un balance de esta legislatura tan especial. Porque como recuerda Perelló, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa se produjo un cambio sustancial: antes, el Parlamento Europeo tenía un papel secundario en la arquitectura institucional, pero ahora resulta un elemento central, incluso con derecho a veto y cuya aquiescencia es necesaria por ejemplo para ratificar acuerdos internacionales. Una influencia que se verá incrementada tras las elecciones del 25 de mayo, cuando los europeos podrán elegir directamente al presidente de la Comisión.

Son conscientes del actual desprestigio que padecen los políticos. Por ello estiman que es necesaria una tarea pedagógica para explicar a los ciudadanos su trabajo y sus repercusiones. Ortiz subraya que, contra de lo que se pueda pensar, «no somos conscientes» de la importancia de una cámara donde se legisla «el 80 % de los asuntos que terminan por definir el día a día» de los ciudadanos. «Es uno de los parlamentos más potentes políticamente del mundo», remacha Perelló.

Y donde la forma de trabajar y de relacionarse son sustancialmente diferentes de las que ahora reinan en España. «Aquí se practica una política de consenso, no se nota tanto la crispación, lo que da oportunidad de salvar mejor los obstáculos», apunta la eurodiputada del PP. «Se lleva a cabo un trabajo más resolutivo, pensando en que tenga una traslación práctica para los ciudadanos europeos, con un punto de vista global para homogeneizar criterios», subraya Andrés. «No sé si esta reunión entre diputados de diferentes partidos [reunión de los valencianos que, por cierto, no ha pasado desapercibida para otros eurodiputados españoles] sería igual de bien vista en Valencia que aquí», apuntará después en la despedida uno de los cuatro interlocutores.

«Aquí no hay nada que se dé por predeterminado», advierte Ortiz. «Hay una transversalidad con otras regiones europeas con intereses comunes que te puede acercar más a ellas aunque sean de otros países, que al resto de tu delegación nacional», explica. Perelló observa que la partitocracia resulta más difusa por los intereses territoriales. «Aquí la ruptura de la disciplina de voto es rutinaria» y no es noticia como pueda serlo en España. Tanto en términos de bloques ideológicos como de nacionalidad. Lo que, a su juicio, demuestra que la democracia resiste más cuanto más amplia es, a diferencia de lo que se pueda pensar en nuestro país. «Aquí los partidos votamos sin problemas propuestas de los otros», hace notar Pepa Andrés.

Además, los diputados asumen más responsabilidades individuales cuando son encargados de elaborar algún dictamen que luego deberán defender ante sus colegas para ser aprobado exclusivamente en función de su trabajo. Esa responsabilidad se traduce también en el hecho de que los comisarios, por ejemplo, se pongan en contacto directo con los europarlamentarios para interesarse por la marcha de un asunto. O en que el Ejecutivo comunitario responda con prontitud a cualquier pregunta. «¿Cuándo un ministro de España o un conseller autonómico contactan directamente con diputados de esa forma?», pregunta Andrés mientras en la mesa de al lado se sienta el comisario europeo de Presupuestos a solas, sin corte que le acompañe, a beber un botellín de agua.

Otra de las características del trabajo en el Europarlamento es la transparencia de sus actividades. Tanto los plenos como las comisiones son retransmitidas en directo a través de la web de la institución. «A mi, en cierta ocasión llegó llamarme un ama de casa de Asturias tras ver una intervención mía en una comisión en directo», pone como ejemplo Perelló a la hora de ilustrar hasta dónde llega el control que pueden ejercer los votantes. Esa transparencia se extiende, por ejemplo, a informar de lo que ha votado cada uno en pleno o comisión, o a quién ha recibido en su despacho.

¿Por qué esa transparencia no se aplica en el Congreso de los diputados o en los parlamentos autonómicos? «Por una cuestión cultural», aventura Ortiz. «Sin embargo, esta forma de trabajar te acerca al ciudadano, es un desarrollo de la democracia que demuestra que no pasa nada, sino todo lo contrario, por ser transparente. Es más, si la gente controla lo que haces, significa que le interesa tu trabajo», apostilla. En esa misma línea, Perelló atribuye esa carencia de la política nacional a atavismos del pasado, a un «judeocristianismo político lleno de prejuicios que se caen cuando llegas aquí». «No administramos nuestra casa ni nuestro dinero, sino el de los demás y debemos explicar cómo lo hacemos, así de sencillo», remacha el exalcalde de Buñol. Para Pepa Andrés, se trata también de una cuestión de inmovilismo, por miedo a que «la pérdida de control por parte de los partidos sobre sus diputados se convierta en descontrol».

Llega la hora de aventurar cuál puede ser el futuro de la unión tras las próximas elecciones. «Hay una polarización entre antieuropeístas y proeuropeístas que se plasmará inevitablemente en la votación», apunta Garcés, quien se acaba de sumar a la reunión, justo en el momento en que la tiene que abandonar Perelló, reclamado por una agencia de noticias para valorar la nueva normativa sobre el tabaco en la que ha participado. A juicio de Andrés se ha producido un cambio de percepción: «Antes nos preguntábamos qué nos daba Europa, y ahora nos planteamos qué dice Europa ante cualquier problema». «Hay que reivindicar la UE como solución para los problemas», incide Garcés en el mismo sentido. Ortiz estima que hace falta pedagogía, que hay que explicar más y mejor lo que se hace en el Europarlamento. Asegura que «hemos mejorado, la crisis ha servido para que la gente tome conciencia de la importancia de Europa», y que hay que preguntarse «cómo se estaba antes y cómo se está ahora», con independencia del signo político de quienes han gestionado las políticas y fondos europeos que han permitido la transformación de España.

En todo caso, Garcés advierte que sí existen «diferentes agendas ideológicas» en Europa y que en función de cuál gane las elecciones la salida de la crisis será una u otra. «Hay distintas formas de hacer política», insiste Andrés. Ambos coinciden en que las medidas aplicadas hasta ahora responden a la mayoría conservadora existente en las instituciones europeas, que ha venido a coincidir con el gobierno de la canciller Merkel, lo que ha podido provocar la imagen „«equivocada», según Garcés»„ de que Alemania controla Europa.

Llega la hora de despedirse. Ortiz, Perelló y Andrés salen raudos hacia comisiones y reuniones varias. Garcés se demora un minuto más en el adiós. Al fin y al cabo, le espera aún una intervención en el pleno a las 22.30.