La llaman la «partícula fantasma». Los misteriosos neutrinos son, de las 12 partículas elementales que existen, las que tienen menor masa, pues esta es un millón de veces más pequeña que la del resto de partículas. Esta característica hace que apenas interactúen con el resto de la materia. De hecho, cada uno de nosotros somos atravesados por miles de millones de neutrinos cada segundo sin que nos enteremos. Un nuevo detector desarrollado, bajo la dirección de José Luis Tain, por científicos del Instituto de Física Corpuscular (IFIC) de Valencia, un centro de la Universitat de València y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), promete arrojar luz sobre esta elusiva partícula.

El detector y los algoritmos de detección desarrollados por el grupo de Espectroscopía Gamma y Neutrones del IFIC para medir la desintegración beta, uno de los procesos de desintegración radioactiva que se producen en el núcleo atómico, permitirá mejorar las medidas que se realizan en física de neutrinos. Entre ellas averiguar los parámetros que rigen una de las últimas características de esta partícula «fantasma» que faltan por medir, el fenómeno de la oscilación.

El DTAS, nombre que los investigadores del IFIC han puesto a su detector, también ha llamado la atención del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Esta agencia de Naciones Unidas con sede en Viena se ha interesado por el detector desarrollado en Valencia debido a su capacidad de descubrir manipulaciones en los combustibles nucleares para fabricar bombas al margen de los tratados internacionales sin necesidad de entrar en una central. Por ello, las medidas que coordinan los científicos Alejandro Algora y José Luis Tain despiertan interés para este organismo internacional.

Medir la desintegración beta

Algora explica que las centrales nucleares son «enormes fábricas de neutrinos». «Cada fisión que se produce en el reactor desencadena una media de seis desintegraciones beta que suelen generar cada una de ellas un neutrino», añade. Por ello, continúa, «un reactor nuclear de tipo medio produce unos 100 trillones (1020) de neutrinos por segundo que escapan al exterior sin que nada lo pueda impedir».

El combustible más habitual utilizado en las centrales nucleares, el uranio 235 y el plutonio 239, es también el que se emplea en la fabricación de cabezas atómicas para misiles.

Según Algora, «puede que sea posible desarrollar un detector de neutrinos "portátil" que desde el exterior de la central, a unos 20 o 30 metros, pueda analizar el espectro de neutrinos que libera el reactor y detectar si el combustible se está manipulando para fabricar armas». Para entender este espectro son necesarias las medidas que realiza el grupo Valenciano en colaboración con un grupo francés del instituto Subatech de Nantes.