­Son los afortunados, los que consiguieron despuntar de entre la marea de 100.000 solicitudes que en diciembre recibió Ikea para hacerse con uno de los 400 contratos que la multinacional ofertaba en su tienda de Alfafar. Y, a partir del 17 de junio, serán también la cara del gigante sueco en la Comunitat Valenciana, una empresa que aún sigue adelante con el proceso de seleccción laboral para alegría de muchos. Los que ya han conseguido un contrato dicen que su nuevo empleo les «ha cambiado la vida» y muestran sin pudor un «grado de compromiso con la empresa» que, cuanto menos, asombra.

«Tenemos claro que somos unos privilegiados „coinciden„ porque había mucha gente y nos eligieron a nosotros». Ninguno sabe qué llevó a los responsables de la selección a apostar por ellos y no por otros, aunque comparten una ilusión y un empuje que parecen diferenciarlos de entre el resto de aspirantes. «Creo que nos seleccionaron por el grado de afinidad con los valores de Ikea», asegura Jaime Morales. «Debe ser eso, porque todos tenemos una actitud parecida y una forma de afrontar las cosas bastante similar; tal vez por eso hay tan buen ambiente en la plantilla», confirma Laura Berlanga.

Ella no vivió el proceso junto al resto de sus compañeros, sino algo antes. Su puesto es de mando intermedio „es la responsable de salones, librerías y mesas de comedor„, cuya selección se acometió a finales del año pasado. Había vivido «entrevistas laborales muy agresivas» y se sorprendió «por el ambiente cordial y relajado» que tuvo su encuentro con la responsable de Recursos Humanos. Charlaron en una cafetería y, al cabo de unos minutos, consiguió el empleo.

A Gemma Javato, de Logística, el contrato le exigió más tiempo y planificación. Estaba en paro tras tomarse un tiempo sabático para criar a su hijo y temía su regreso a un mercado devastado por la crisis, pero lo encaró con astucia. Completó un curso de formación sobre almacenaje con vistas a que fuese su puerta de entrada a Ikea y se desplazó hasta Murcia para conocer al dedillo, por boca de los empleados, el proceso de selección y las exigencias de Recursos Humanos para el puesto que deseaba. Acertó de pleno con la estrategia y consiguió un contrato.

Víctor Miralles, en Mantenimiento, no se planteó con tanta minuciosidad el proceso de selección, sino que se presentó casi por inercia, siguiendo a amigos y compañeros de clase. «Necesitaba trabajo pero no salía nada por ningún sitio y estaba francamente desanimado», recuerda. Sin embargo, y pese a su inexperiencia „es su primer contrato„, obtuvo un puesto que, además de darle un sueldo, le ha reportado «madurez y estabilidad».

Ese mismo agradecimiento lo exhibe Jaime Morales, quien a sus 44 años y con su discapacidad física, es consciente de «la oportunidad que supone trabajar en Ikea», tanto en el plano personal como en el laboral. «Para mí era una cuestión de superación», dice con entusiamo el empleado del Bistro, «pero aquí todo me está resultando muy fácil porque he encontrado mucha afinidad y amabilidad. No paro, pero estoy ansioso por que la tienda abra ya y empiece el contacto directo con la gente. Los clientes tienen ganas, pero nosotros más».

Laura BerlangaJefa salón y libreríaFoios. 32 años.

Estoy tranquila porque sé que mi futuro depende sólo de mi esfuerzo»

Siempre ha trabajado en el mundo del Interiorismo desde que se licenció en 2004, aunque su sueño era hacerlo «en Ikea» desde que vio un catálogo que la enamoró. «Descubrí que era exactamente eso lo que quería hacer», cuenta. Y se puso manos a la obra. Intentó entrar en otras dos tiendas, pero no lo consiguió porque «el destinó quería que lo hiciese a lo grande»: con un equipo de 20 personas a su cargo. Le sorprendió la prueba de selección para su puesto porque se hizo «en un bar, como una charla entre amigos». Ahora, está ansiosa por afrontar los primeros días de apertura en Alfafar y lo hace «con la tranquilidad de saber que mi futuro depende sólo de mi

esfuerzo».

Víctor MirallesÁrea MantenimientoAlfafar. 21 años.

No sabía que uno se podía sentir tan bien como yo me siento ahora»

Es su primera vez en el mercado laboral y está encantado porque se siente «otra persona, más maduro». Acababa de terminar un ciclo de grado medio de Mantenimiento cuando salió la oferta de Ikea. No dudó en postularse porque necesitaba un empleo: «Quería ayudar a mi padre, que es taxista y no está pasando una buena época», explica. Llamaron a todos sus conocidos y él se quedó el último, lo que le hizo perder la esperanza; sin embargo, consiguió la plaza y ahora está sorprendido «porque no sabía que uno se podía sentir tan bien». Lo primero que hizo fue invitar a su padre a comer y «pagar la cuenta», algo que «jamás había podido hacer» hasta ahora.

GemmaJavatoLogísticaGenovés. 39 años.

Fui a Murcia a saber qué me preguntarían y cómo serían las pruebas»

Llevaba ocho años esperando a que Ikea aterrizase en Valencia, aunque nunca se lo planteó como una opción profesional, tal vez porque estudió Hª del Arte y Turismo. Al enterarse de que la multinacional llegaba a Alfafar, buscó un curso sobre almacenaje para que la ayudase a entrar en el proceso de selección, ya que toda su vida laboral había estado orientada a la atención al cliente. Cuando la llamaron para las dinámicas de grupo, se marchó a Murcia para hablar con los empleados que tenían el turno que ella había pedido: «Quería saber qué me iban a preguntar y cómo serían las pruebas», recuerda. Logró uno de los puestos y ahora está «encantada» porque «es un trabajo movido en el que se aprende mucho y es imposible aburrirse»

Jaime MoralesBistró y Tienda SuecaPaterna. 44 años.

Se trata de una superación personal, además de un tema económico»

Hasta hace cinco años manejaba grúas de gran tonelaje, pero un accidente laboral le llevó a perder un pie y sufrir la reconstrucción del otro, además de apartarlo de su gran pasión: el esquí. Era consciente de sus limitaciones físicas y de lo que implica su edad en el actual mercado laboral pero, aún así, apostó por Ikea y logró hacerse con uno de los puestos. Ahora, enfoca su nueva vida con tanto optimismo e interés que incluso olvidó «tomar la medicación contra el dolor durante el proceso de formación». Para él, este empleo supone mucho más que un sueldo: «Es una superación personal, además de la resolución de una necesidad económica y laboral», pero se siente «tan bien» que, admite, «es la primera vez» que dice «con orgullo» dónde trabaja.