Dice la abadesa Araceli Bescós, superiora de las clarisas capuchinas de Valencia, que la historia de María Paz Plaza y su vocación tardía es «larga de contar», pero que casi mejor dejar de lado las entrevistas. Eso sí: concede que la protagonista de esa historia está muy contenta. «Un paso así de importante no se da sin estar segura», agrega antes de subrayar la «muchísima alegría» que inunda la comunidad tras una ceremonia, celebrada el sábado, que llenó la capilla del monasterio hasta dejar a feligreses de pie fuera del templo.

Todos querían acompañar a María Paz Plaza, ama de casa con orígenes en Ciudad Real y afincada desde siempre en Manises, en su nuevo paso. Catequista de comunión de la parroquia Inmaculado Corazón de María en Manises y miembro de diversos grupos de oración de esta parroquia, cuando perdió a su marido a los 59 años sintió la llamada a una vida de clausura. Así entró hace casi tres años al monasterio de las clarisas capuchinas, fundado en 1609, dejando atrás a sus dos hijos y sus tres nietos. Ha estado formándose en las etapas de postulantado el periodo de prueba y noviciado para poder profesar el sábado sus primeros votos, con la imposición del simbólico velo negro que sustituía al blanco en presencia de sus familiares y amigos de la parroquia de Manises.

«En un principio asegura Francisco López, sacerdote de la parroquia manisera a la que pertenecía María Paz Plaza nos sorprendió porque es una decisión de gran calibre y un cambio de vida bastante fuerte: deja de estar con su vida y su familia para entregarse a Dios mediante una vida contemplativa. Pero siempre que la hemos visitado la hemos visto con una serenidad y una entrega admirables, con mucha paz y fortaleza. Para nosotros ha sido un estímulo para otras vocaciones de seminaristas y vida consagrada».

A partir de ahora, María Paz Plaza comenzará su etapa de juniorado durante tres años más hasta profesar finalmente sus votos perpetuos. El religioso capuchino José Vicente Esteve, que ofició una ceremonia con siete sacerdotes, trasladó un mensaje claro sobre el futuro que le aguarda a la nueva religiosa: «Las clarisas no están cerradas al mundo, están abiertas a Dios (...) Se aleja físicamente de sus hijos y su familia para acercarnos a todos un poco más a Dios».