Clara Miralles avisa de que los pocos datos históricos existentes sobre el uso social del valenciano complica la obtención de un modelo matemático de prospectiva con resultados sólidos y fiables. Ella misma, ajena a la sociolingüístisca, quedó sorprendida antes de lograr los resultados finales.

«Al recopilar los datos, me sorprendió que de 1995 a 2005 cayera tanto el nivel de valencianohablantes a pesar de haberse introducido el valenciano en las aulas. Pero aquí no analizamos si la población sabrá o no hablar en valenciano, sino si lo utilizará en su día a día». Con la familia, con los amigos, en el trabajo, en los comercios... «La estudiarán en clase pero no la usarán en el parque», ejemplifica.

Aun así, advierte: nadie sabe qué ocurrirá dentro de 30 años y las políticas pueden alterar el rumbo previsto.