Antonio Llidó ha pasado a la historia como el sacerdote revolucionario de Xàbia por su papel en el Chile rojo de Salvador Allende. Llegó allí como misionero en el invierno de 1969 para luego tras constatar la pobreza, las desigualdades y la explotación de los más débiles, participar en el movimiento Cristianos por el Socialismo y apoyar la campaña presidencial de Salvador Allende y su Gobierno de Unidad Popular. Cofundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que se oponía al ya dictador Augusto Pinochet y su sotana se mezcló con los obreros y campesinos para defender su lucha. Aunque eso lo abocara a enfrentarse con el obispo de la diócesis de Valparaíso, que lo suspendió de sus funciones en su parroquia de Quillota, o le empujase a desobedecer la orden de la jerarquía católica española de regresar a su país.

En cambio, su triste final lo acerca más al negro Chile de Pinochet, cuyo régimen lo detuvo, secuestró, torturó en un centro de torturas y metió en un campo de concentración antes de enviarlo al cruel limbo de los 1.210 «detenidos desaparecidos» del régimen pinochetista. Fue un trabajo sin rastro ejecutado por la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), la policía secreta del régimen. Han pasado cuarenta años, que se cumplen estos últimos días de octubre por la falta de certidumbre en la fecha exacta de su desaparición (en torno al 25 de octubre, se estima). Cuarenta años sin que hayan aparecido los restos del «cura Toño», como era conocido allí. «Sin embargo, Antonio está vivo en mucha gente», afirma su hermana Pepa Llidó, de 74 años.

Este cuadragésimo aniversario conmemorado ayer en La Nau de la Universitat de València es especial. Es el primer gran aniversario del caso Llidó con sentencia definitiva, culpables, condenas y descanso familiar tras dos décadas de lucha incansable. En 2010 se dictó la sentencia definitiva de la Corte Suprema de Chile, que rebajó de siete años de cárcel a sólo cinco a cuatro militares retirados Manuel Contreras Sepúlveda, Marcelo Moren Brito, Miguel Krassnoff Martchenko y Basclay Zapata Reyes acusados del secuestro de Llidó. Los cuatro estaban ya en prisión por otros delitos cometidos durante la dictadura. Otros tres acusados fueron absueltos. El pago de una reparación por responsabilidad civil a la familia de Llidó, de 127.000 euros, fue rechazada en la sentencia definitiva. Ahí acabó la batalla judicial de Pepa Llidó, única hermana del cura revolucionario.

Cuatro años después, Pepa exhibe la serenidad del deber cumplido. Dice que se siente «muy orgullosa» de su hermano, de lo que hizo en Chile y del «compromiso» que adquirió aun siendo consciente de las consecuencias que podía acarrearle. También se declara «muy satisfecha y agradecida» por el apoyo de los amigos y de la prensa en su travesía judicial. Su sabor es «agridulce». «Por lo menos hay culpables y una condena. Y han tenido intención de investigar a pesar de todos los obstáculos y los archivos destruidos. Queda la sensación amarga de que apenas sean cinco años de cárcel cuando se habla de la tortura y muerte de una persona. Pero por lo menos no se ha quedado en la impunidad en la que estábamos. ¡Era insoportable esa impunidad!», zanja.

Mario Amorós, autor de la biografía Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario (PUV), destaca un hecho: «Él hubiera podido salir de Chile ya con Pinochet. Pero no lo hizo. Creía que su lugar estaba allí», alaba. Llidó es el único sacerdote desaparecido bajo Pinochet (hubo seis) cuyo cuerpo no ha aparecido.