«Esta planta es tan sexy que hace que las polillas se vuelvan locas». Este es el lema que llevan escrito en inglés los miembros del equipo «The Sexy Plant», la planta sexy, de la Universitat Politècnica de València (UPV) que ha conquistado el mayor concurso de Biología Sintética del mundo, el iGEM que organiza desde hace una década el Instituto Tecnológico de Massachussets, el MIT de Boston.

Los alumnos de la Politècnica han contado con el apoyo y el asesoramiento del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para crear la planta modificada genéticamente para emitir feromonas sexuales bajo demanda con el fin de controlar plagas de insectos. Este proyecto ha logrado uno de los premios especiales más importantes del iGEM, el de «mejor colección de piezas» genéticas. Un galardón que han compartido ex aequo con el equipo del Imperial College de Londres, una de las mejores universidades del mundo.

La «Sexy Plant» no es un desarrollo sobre el papel, pues los estudiantes han creado en los laboratorios del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (Ibmcp), un centro mixto de la UPV y el CSIC, un prototipo a partir de un ejemplar de Nicotiana benthamiana. En esta planta originaria de Australia que es un pariente muy cercano del tabaco, han introducido genes para que produzca feromonas de insectos.

Ingeniería aplicada a la biología

El entrenador o coordinador del equipo de la Politècnica, Diego Orzaez, científico del CSIC en el Ibmcp, explica que la Biología Sintética consiste en «la aplicación de la ingeniería al diseño de sistemas biológicos». Los alumnos, añade Orzaez, han implantado en la «Sexy Plant» tres genes diferentes, dos de dos clases de polillas y uno de otra planta, «con el fin de producir tres feromonas sexuales diferentes». La idea es que esta planta modificada genéticamente «emita altas cantidades de feromonas hasta el punto de confundir a los insectos machos saturando el ambiente para que sean incapaces de localizar a las hembras y, por tanto, no se reproduzcan».

Orzaez relata que el uso de feromonas para combatir plagas está muy extendido, pero éstas «se sintetizan químicamente, un proceso que es muy costoso y genera residuos, lo que dificulta su implantación como alternativa sostenible a los plaguicidas». La idea que subyace en este proyecto, prosigue, es superar ese obstáculo «trasladando dicha maquinaria genética de producción de feromonas a una planta, lo que es más sostenible, barato y continúo».

Además, el proyecto incluye la integración de un «interruptor genético» en la planta, de forma que esta produzca las feromonas que enloquecen a las polillas según las necesidades del agricultor. Orzaez relata que esto se logra introduciendo otro gen que «ante una señal externa active la generación de feromonas». «Es como un interruptor de la luz, de ahí su nombre, que ante un estímulo, en este caso la presencia de sulfato de cobre, dispare la producción de feromonas». Añade que no se precisa gran cantidad de sulfato de cobre, sino que «basta con rociar la planta con un espray con poca concentración de este fungicida habitual en agricultura».

Captar la atención de los jueces

El bautizar el proyecto como «Sexy Plant» fue decidido por los propios estudiantes de la Politècnica. «Hay que tener en cuenta que el iGEM es un concurso de alumnos de menos de 23 años, de gente joven, donde influye la puesta en escena y captar la atención de los jueces», sostiene Orzaez.

Este investigador destaca que «los protagonistas del premio son los estudiantes, a los que hay que dar la enhorabuena por competir a gran nivel en un certamen que ha reunido a las 247 universidades más prestigiosas del mundo».