El sábado 22 de noviembre, los muros del complejo cultural La Petxina, en Valencia, no fueron testigos de una única puesta en escena de disensión política. La representación de la fractura y desconfianza entre los socios de Compromís fue el segundo capítulo polémico del día. Las paredes asistieron a una bronca anterior. Porque antes del Consell General de la coalición en el que no se ratificó el reglamento de primarias „desencuentro que actuó como espoleta de agravios y resquemores fraguados durante meses„, el Bloc reunió al Consell Nacional, máximo órgano entre congresos. A las nueve, nada más empezar, se constató que el nombre del partido no define su situación interna. No es un bloque monolítico y ni siquiera homogéneo.

Hasta tal punto han llegado las diferencias internas que en ese cónclave a puerta cerrada se abordaron dos propuestas, impulsadas desde los sectores críticos, que cuestionaban al secretario general. La primera denunciaba una falta de democracia e instaba a convocar el consell nacional y los órganos de dirección para tomar las resoluciones importantes. La segunda de las propuestas atacaba a Enric Morera y al diputado de su estrecha confianza Josep Maria Pañella. A ambos se les echó en cara que no aporten el 10% del sueldo de diputado al partido, como es preceptivo. La iniciativa fue presentada desde el Bloc de Castelló, que dirige Enric Nomdedéu y está claramente enfrentado al núcleo de la dirección nacional.

El debate se encendió y provocó el retraso del Consell General de Compromís. Morera argumentó en su defensa que en los momentos duros del partido contribuyó con su propio dinero a financiar la actividad del Bloc, lo mismo que otros integrantes de su equipo. No quiso dar cifras concretas pero sí argumentó que toda su aportación está acreditada y que él impulsó el área de transparencia. Entre 2003 y 2007, una legislatura en la que los nacionalistas seguían siendo extraparlamentarios, Morera no cobraba como secretario general y aportó dinero de su bolsillo a la campaña. Lo recordaron ayer desde el entorno del secretario general. Estas fuentes admitieron que a Morera le dolió lo que interpretó como una muestra de «las miserias de la política». Desde el sector crítico admiten el sacrificio personal del líder del partido en su momento, pero consideran que esa dedicación y los miles de kilómetros que hizo por cuenta propia para ir tejiendo estructura de partido „argumento de sus afines„ no le eximen de ingresar el conocido como «impuesto revolucionario». La bronca alcanzó su punto de mayor acritud con el diputado por Castelló, Josep Maria Pañella. El parlamentario se defendió argumentando que ese 10% se lo queda en concepto de gastos de desplazamientos a las reuniones de los órganos de dirección o a encuentros con colectivos locales o entidades sociales. Pañella se defendió mientras blandía hojas manuscritas con apuntes y cuentas de kilometrajes.

Desde el ala crítica le replicaron que en el sueldo de diputado ya se abona un complemento para los gastos derivados de la actividad parlamentaria y que el resto de miembros del Consell Nacional no cobran los desplazamientos desde sus respectivos municipios.